Oración para el VII Encuentro Mundial de las Familias

Padre de nuestro Señor Jesucristo, y Padre nuestro,
te adoramos, Fuente de toda comunión;
protege a nuestras familias con tu bendición
para que sean lugar de comunión entre los esposos
y de vida plena donada recíprocamente entre padres e hijos.

Te contemplamos
Artífice de toda perfección y de toda belleza;
concede a toda familia un trabajo justo y digno,
para que podamos tener el sustento necesario
y disfrutar el privilegio de ser tus colaboradores
en la edificación del mundo.

Te glorificamos,
Motivo de la alegría y de la fiesta;
abre también a nuestras familias
los caminos de la dicha y el descanso
para gustar desde ahora aquél gozo perfecto
que nos has donado en Cristo resucitado.

Así nuestros días, laboriosos y fraternos,
serán una ventana abierta hacia tu misterio de amor y de luz
que Cristo tu Hijo nos ha revelado
y el Espíritu Vivificante nos ha anticipado.
Y viviremos alegres de ser tu familia,
en camino hacia Ti, Dios Bendito por los siglos.
Amén

Felicitación Sabatina

Es una oración muy antigua que se reza todos los sábados, en honor a nuestra Madre Santísima:


Cantando: “Ave María Purísima, sin pecado concebida” (Se reza el Ave María)

Cantando: “Bendita sea la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María” (se dice tres veces con el Ave María)

Felicitación y súplica: “Oh Inmaculada María yo te doy mil parabienes uniendo mis alabanzas con las de todos los Ángeles y santos del cielo y justos de la tierra, por el gran privilegio de tu Concepción Purísima; y doy gracias a la Beatísima Trinidad, por el gozo que proporcionó a la Santa Iglesia en la declaración dogmática de este admirable misterio, y por la suma complacencia que diste en el primer instante al que tanto se dignó enaltecerte. 

Te suplico aceptes estos pequeños obsequios en compensación de tantas ofensas que, tu divino Hijo y Tú, reciben cada día de los hombres.

Pongo confiadamente en tus manos las necesidades de la Iglesia y del Estado. Y te pido por el Santo Padre Papa Benedicto XVI; por la exaltación de la fe, destrucción de todos los errores, conversión de pecadores, reforma de costumbres, prosperidad de todas las misiones católicas, en especial por el bautismo de los niños; así de fieles como de infieles, expuestos a morir sin él, y por el aumento y propagación de esta devoción.

Suplico, también, que concedas a todos, y en particular a los que te ofrecen esta cordial felicitación, un grande amor a Jesús y un afecto filial hacia Ti, una perfecta pureza de alma y cuerpo y el don precioso de la perseverancia final. Todo lo dejo en tus manos y del todo me consagro a Ti; y te suplico, finalmente, que en retorno de esta visita nos visites en nuestra última agonía. Te lo pido en particular por los que durante esta semana se encuentren en tan críticos instantes y te ruego que visites y consueles igualmente a las benditas almas del Purgatorio; pero en especial a los de aquellos que durante su vida practicaron esta felicitación. Logremos todos los que aquí nos asociamos para felicitarte, la dicha de asociarnos también en el cielo para ensalzar eternamente el gran misterio de tu Inmaculada Concepción”.

Cantando: “Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti”.

Oración de San Bernardo: “Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza a Vos también acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes; y, aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No despreciéis, oh Madre de Dios, mis súplicas; antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente”. Amén.

“¡Recibe mil parabienes o Purísima María. 
Muéstrate que eres nuestra Madre!”

Rezo del Ángelus.

Oración de San Alfonso María de Ligorio

Virgen Santísima Inmaculada y Madre mía María, a ti, que eres la Madre de mi Señor, la Reina del mundo, la abogada, la esperanza, el refugio de los pecadores. Acudo en este día yo, que soy el más miserable de todos. Te venero, ¡oh gran Reina!, y te doy las gracias por todos los favores que hasta ahora me has hecho, especialmente por haberme librado del infierno, que tantas veces he merecido. Te amo, Señora amabilísima, y por el amor que te tengo prometo servirte siempre y hacer cuanto pueda para que también seas amada de los demás. Pongo en tus manos toda mi esperanza, toda mi salvación; admíteme por siervo tuyo, y acógeme bajo tu manto. Tú, ¡oh Madre de misericordia! Y ya que eres tan poderosa ante Dios, líbrame de todas las tentaciones o bien alcánzame fuerzas para vencerlas hasta la muerte. Te pido un verdadero amor a Jesucristo. Espero de ti, tener una buena muerte; Madre mía, por el amor que tienes a Dios, te ruego que siempre me ayudes, pero más en el último instante de mi vida. No me dejes hasta que me vea salvo en el cielo para bendecir y cantar tus misericordias por toda la eternidad. Así lo espero. Amén.

Al Inmaculado Corazón de María

(Para pedir un favor)

¡Corazón inmaculado de María!, desbordante de amor a Dios y a la humanidad, y de compasión por los pecadores, me consagro enteramente a ti. Te confío la salvación de mi alma.

Que mi corazón esté siempre unido al tuyo, para que me separe del pecado, ame más a Dios, al prójimo y alcance la vida eterna juntamente con aquellos que amo.

Medianera de todas las gracias, y Madre de misericordia, recuerda el tesoro infinito que tu divino Hijo ha merecido con sus sufrimientos y que nos confió a nosotros sus hijos.

Llenos de confianza en tu maternal corazón, que venero y amo, acudo a ti en mis apremiantes necesidades. Por los méritos de tu amable e inmaculado Corazón y por amor al Sagrado Corazón de Jesús, concédeme la gracia que pido (mencionar aquí el favor que se desea)

Madre amadísima, si lo que pido no fuere conforme a la voluntad de Dios, intercede para que se conceda lo que sea para la mayor gloria de Dios y el bien de mi alma. Que yo experimente la bondad maternal de tu corazón y el poder su pureza intercediendo ante Jesús ahora en mi vida y en la hora de mi muerte. Amén.

Corazón de María, perfecta imagen del corazón de Jesús, haz que nuestros corazones sean semejantes al tuyo. Amén.

Visita al Inmaculado Corazón de María

¡Oh Corazón de María, Madre de Dios y Madre nuestra; Corazón amabilísimo, objeto de las complacencias de la adorable Trinidad y digno de toda la veneración y ternura de los Ángeles y de los hombres; Corazón el más semejante al de Jesús, del cual eres la más perfecta imagen; Corazón lleno de bondad y que tanto te compadeces de nuestras miserias, dígnate derretir el hielo de nuestros corazones, y haz que vuelvan a conformarse con el Corazón del Divino Salvador. Infunde en ellas el amor de tus virtudes; inflámalos con aquel dichoso fuego en que Tú estás ardiendo sin cesar. 

Encierra en tu pecho la Santa Iglesia; custódiala, que seas siempre su dulce refugio y su invencible torre contra toda incursión de sus enemigos. Que seas nuestro camino para dirigirnos a Jesús, y el canal por el cual recibamos todas las gracias necesarias para nuestra salvación. Sea nuestro socorro en las necesidades, nuestra fortaleza en las tentaciones, nuestro refugio en las persecuciones, nuestra ayuda en todos los peligros; pero especialmente en los últimos combates de nuestra vida, a la hora de la muerte, cuando todo el infierno se desencadenará contra nosotros para arrebatar nuestras almas, en aquel formidable momento, en aquel punto terrible del cual depende nuestra eternidad. 

¡Oh! Virgen piadosísima, haznos sentir entonces la dulzura de tu maternal Corazón, y la fuerza de tu poder para con el de Jesús, abriéndonos en la misma fuente de la misericordia un refugio seguro, en donde podamos reunirnos para alabarlo contigo en el paraíso por todos los siglos. Amén.

(Jaculatoria final)

Sea por siempre y en todas partes conocido, alabado, bendecido, amado, servido y glorificado el divinísimo Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. Así sea.

Acto de reparación al Inmaculado Corazón de María

¡Oh Inmaculado Corazón de María, traspasado de dolor por las injurias con que los pecadores ultrajan tu Santísimo nombre y tus excelsas prerrogativas! Aquí tienes, postrado a tus pies, un indigno hijo tuyo que, agobiado por el peso de sus propias culpas, viene arrepentido y lloroso, y con ánimo de reparar las injurias que, a modo de penetrantes flechas, dirigen contra Ti, hombres insolentes y malvados.

Deseo reparar, con este acto de amor y rendimiento que hago delante de tu amantísimo Corazón, todas las blasfemias que se lanzan contra tu sagrado nombre, todos los agravios que se infieren a tus excelsas prerrogativas y todas las ingratitudes con que los hombres corresponden a tu maternal amor e inagotable misericordia.

Acepta, ¡oh Corazón Inmaculado!, esta pequeña demostración de mi filial cariño y justo reconocimiento, junto con el firme propósito que hago de serte fiel en adelante, de salir por tu honra cuando la vea ultrajada y de propagar tu culto y tus glorias. Concédeme, ¡oh Corazón amabilísimo!, que viva y crezca incesantemente en tu santo amor, hasta verlo consumado en la gloria. Amén.

(Rezar tres Avemarías en honra del poder, sabiduría y misericordia del Inmaculado Corazón de María, menospreciado por los hombres).

Terminar con las siguientes jaculatorias u oraciones breves:

¡Oh Corazón Inmaculado de María, compadécete de nosotros!
Refugio de pecadores, ruega por nosotros.
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

(Padre Nuestro, Avemaría y gloria por las intenciones del Papa).

Consagración al Inmaculado Corazón de María

(Papa Pío XII)

¡Oh Reina del Santísimo Rosario, auxilio de los cristianos, refugio del género humano, vencedora de todas las batallas de Dios! Ante tu Trono nos postramos suplicantes, seguros de conseguir misericordia y de alcanzar gracia y oportuno auxilio y defensa en las presentes calamidades, no por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de tu maternal Corazón.

En esta hora trágica de la historia humana, a Ti, a tu Inmaculado Corazón, nos entregamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia, cuerpo místico de tu Hijo Jesús, que sufre y sangra en tantas partes y de tantos modos atribulada, sino también con todo el Mundo lacerado por atroces discordias, abrasado en un incendio de odio, víctima de sus propias iniquidades.

Que te conmuevan tantas ruinas materiales y morales, tantos dolores, tantas angustias de padres y madres, de esposos, de hermanos, de niños inocentes; tantas vidas cortadas en flor, tantos cuerpos despedazados en la horrenda carnicería, tantas almas torturadas y agonizantes, tantas en peligro de perderse eternamente.

Tú, oh Madre de misericordia, consíguenos de Dios la paz; y, ante todo, las gracias que pueden convertir en un momento los humanos corazones, las gracias que preparan, concilian y aseguran la paz. Reina de la paz, ruega por nosotros y concede al mundo en guerra la paz por que suspiran los pueblos, la paz en la verdad, en la justicia, en la caridad de Cristo. Dale la paz de las armas y la paz de las almas, para que en la tranquilidad del orden se dilate el reino de Dios.

Concede tu protección a los infieles y a cuantos están aún en las sombras de la muerte; concédeles la paz y haz que brille para ellos el sol de la verdad y puedan repetir con nosotros ante el único Salvador del mundo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Da la paz a los pueblos separados por el error o la discordia, especialmente a aquéllos que te profesan singular devoción y en los cuales no había casa donde no se hallase honrada tu venerada imagen (hoy quizá oculta y retirada para mejores tiempos), y haz que retornen al único redil de Cristo bajo el único verdadero Pastor.

Obtén paz y libertad completa para la Iglesia Santa de Dios; detén el diluvio inundante del neopaganismo, fomenta en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y del celo apostólico, a fin de que aumente en méritos y en número el pueblo de los que sirven a Dios.

Finalmente, así como fueron consagrados al Corazón de tu Hijo Jesús la Iglesia y todo el género humano, para que, puestas en Él todas las esperanzas, fuese para ellos señal y prenda de victoria y de salvación; de igual manera, oh Madre nuestra y Reina del Mundo, también nos consagramos para siempre a Ti, a tu Inmaculado Corazón, para que tu amor y protección aceleren el triunfo del Reino de Dios, y todas las gentes, pacificadas entre sí y con Dios, te proclamen bienaventurada y entonen contigo, de un extremo a otro de la tierra, el eterno Magníficat de gloria, de amor, de reconocimiento al Corazón de Jesús, en sólo el cual pueden hallar la Verdad, la Vida y la Paz.

Consagración del mundo a la Virgen María

(Por el Beato Juan Pablo II)

"¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!" (Jn 19, 26).
Mientras vamos por este valle de lágrimas,
en el que tú, Madre, nos ha ofrecido de nuevo a Jesús,
el fruto bendito de tu purísimo vientre,
el Verbo hecho carne, el Redentor del mundo,
resuena con especial dulzura para nosotros esta palabra suya
que nos conduce hacia ti, al hacerte Madre nuestra:
"¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!".

Al encomendarte al Apóstol Juan,
y con él a los hijos de la Iglesia,
más aún a todos los hombres,
Cristo no disminuía, sino que confirmaba,
su papel exclusivo como Salvador del mundo.
Tú eres esplendor que no ensombrece la luz de Cristo,
porque vives en Él y para Él.

Todo en ti es "hágase": Tú eres la Inmaculada,
eres transparencia y plenitud de gracia.
Aquí estamos, pues, tus hijos, reunidos en torno a ti
en estos momentos especiales de nuestros pueblos.

Hoy la Iglesia, con la voz del Sucesor de Pedro,
a la que se unen tantos Pastores
provenientes de todas las partes del mundo,
busca amparo bajo tu materna protección
e implora confiada tu intercesión
ante los desafíos ocultos del futuro.
Son muchos los que, en este año de gracia,
han vivido y están viviendo
la alegría desbordante de la misericordia
que el Padre nos ha dado en Cristo.
En las Iglesias particulares esparcidas por el mundo
y, aún más, en este centro del cristianismo,
muchas clases de personas
han acogido este don.

Aquí ha vibrado el entusiasmo de los jóvenes,
aquí se ha elevado la súplica de los enfermos.
Por aquí han pasado sacerdotes y religiosos,
artistas y periodistas,
hombres del trabajo y de la ciencia,
niños y adultos,
y todos ellos han reconocido en tu amado Hijo
al Verbo de Dios, encarnado en tu seno.

Haz, Madre, con tu intercesión,
que los frutos de este Año no se pierdan,
y que las semillas de gracia se desarrollen
hasta alcanzar plenamente la santidad,
a la que todos estamos llamados.

Hoy queremos confiarte el futuro que nos espera,
rogándote que nos acompañes en nuestro camino.
Somos hombres y mujeres de una época extraordinaria,
tan apasionante como rica de contradicciones.
La humanidad posee hoy instrumentos de potencia inaudita.
Puede hacer de este mundo un jardín
o reducirlo a un cúmulo de escombros.

Ha logrado una extraordinaria capacidad de intervenir
en las fuentes mismas de la vida:
Puede usarlas para el bien,
dentro del marco de la ley moral,
o ceder al orgullo miope
de una ciencia que no acepta límites,
llegando incluso a pisotear
el respeto debido a cada ser humano.

Hoy, como nunca en el pasado,
la humanidad está en una encrucijada.
Y, una vez más, la salvación está sólo y enteramente,
oh Virgen Santa, en tu hijo Jesús.

Por esto, Madre, como el Apóstol Juan,
nosotros queremos acogerte en nuestra casa (cf. Jn 19, 27),
para aprender de ti a ser como tu Hijo.
"¡Mujer, aquí tienes a tus hijos!"
Estamos aquí, ante ti,
para confiar a tus cuidados maternos
a nosotros mismos, a la Iglesia y al mundo entero.
Ruega por nosotros a tu querido Hijo,
para que nos dé con abundancia el Espíritu Santo,
el Espíritu de verdad que es fuente de vida.

Acógelo por nosotros y con nosotros,
como en la primera comunidad de Jerusalén,
reunida en torno a ti el día de Pentecostés (cf. Hch 1, 14).
Que el Espíritu abra los corazones a la justicia y al amor,
guíe a las personas y las naciones
hacia una comprensión recíproca
y hacia un firme deseo de paz.

Te encomendamos a todos los hombres,
comenzando por los más débiles:
a los niños que aún no han visto la luz
y a los que han nacido en medio de la pobreza y el sufrimiento;
a los jóvenes en busca de sentido,
a las personas que no tienen trabajo
y a las que padecen hambre o enfermedad.

Te encomendamos a las familias rotas,
a los ancianos que carecen de asistencia
y a cuantos están solos y sin esperanza.

Oh Madre, que conoces los sufrimientos
y las esperanzas de la Iglesia y del mundo,
ayuda a tus hijos en las pruebas cotidianas
que la vida reserva a cada uno
y haz que, por el esfuerzo de todos,
las tinieblas no prevalezcan sobre la luz.

A ti, aurora de la salvación, confiamos
nuestro camino en este Milenio,
para que bajo tu guía
todos los hombres descubran a Cristo,
luz del mundo y único Salvador,
que reina con el Padre y el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos. Amén.

Consagración a María Madre de la Eucaristía

Dios mío. 
Yo creo que eres Uno en naturaleza, Igual en divinidad.
Tres Personas, presentes en la Eucaristía.
Ante Ti, Dios Uno y Trino, me postro en adoración
y Te reconozco como mi Creador, Redentor, Santificador.
Yo, pequeña y débil criatura,
elevada por Tu Gracia a la dignidad de ser hijo(a) Tuyo(a),
deseo vivir las enseñanzas del Evangelio,
ser un miembro dócil de la Iglesia,
aceptar los mensajes
que nos has enviado a través de la Madre de la Eucaristía.
Padre mío, necesito Tu amor
para dar significado, dirección y propósito a mi vida,
nada puedo hacer sin Ti.
Al volverme hijo(a) Tuyo(a).
Jesús, dulce Maestro,
deseo conocerte y amarte más y más,
alimenta, sostiene y fortalece mi vida con la Eucaristía,
Pan de Dios, el Pan de vida, Pan vivo bajado del Cielo.
Espíritu Santo, dame Tu luz para que pueda comprender, 
aunque sea por un instante,
todo el infinito amor de la Santísima Trinidad
que se me da en la Eucaristía.
Oh Dios, Uno y Trino,
me consagro a Ti por medio de María,
Madre de la Eucaristía.

Me comprometo, tanto como sea posible,
a asistir diariamente a la Santa Misa
y a recibirte en mi corazón.
Creo que estás en verdad presente
en los Sagrarios de las iglesias,
donde deseo ir para alabarte, adorarte
y hacerte compañía.
Madre de la Eucaristía,
Tú, quien nos has dado a tu hijo Jesús,
con dolor y tanto amor,
mientras estaba colgado en la Cruz,
ayúdame a vivir en la gracia para siempre estar listo
para recibir a Jesús en mi corazón.
Amén.

Oración a María, Madre de la Eucaristía

Ave María, dulce Madre de la Eucaristía.
Con dolor y mucho amor, nos has dado
a tu Hijo Jesús mientras pendía de la Cruz.

Nosotros, débiles criaturas, nos aferramos a Ti
para ser hijos dignos de este gran amor y dolor.

Ayúdanos a ser humildes y sencillos,
ayúdanos a amar a todos los hombres,
ayúdanos a vivir en la gracia
estando siempre listos para recibir
a Jesús en nuestro corazón.

Oh María, Madre de la Eucaristía,
nosotros, por cuenta propia, no podremos comprender
este gran misterio de amor.

Que obtengamos la luz del Espíritu Santo,
para que así podamos comprender
aunque sea por un solo instante,
todo el infinito amor de tu Jesús
que se entrega a Sí mismo por nosotros. Amén.

Consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús

Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, míranos humildemente postrados delante de tu altar: tuyos somos y tuyos queremos ser; y a fin de poder vivir más estrechamente unidos contigo, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a tu Sacratísimo Corazón.

Muchos, por desgracia, jamás te han conocido; muchos, despreciando tus mandamientos, te han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!, compadécete de los unos y de los otros y atráyelos a todos a tu Corazón Santísimo.

Oh Señor, seas Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de ti, sino también de los pródigos que te han abandonado: haz que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria. Seas Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Ti: llévalos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor. Seas Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del aislamiento; dígnate atraerlos a todos a la luz de tu reino.

Mira finalmente con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue tu predilecto; descienda también sobre ellos, bautismo de redención y de vida, la Sangre que un día contra sí reclamaron.

Concede, oh Señor, incolumidad y libertad segura a tu Iglesia; otorga a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haz que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino esta voz:

Dulce Corazón de Jesús, haz que cada día te ame más. Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud; a El se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Consagración al Sagrado corazón de Jesús

¡Adorable corazón de Jesús, el más tierno, el más amable, el mas generoso de todos los corazones, lleno de gratitud al mirar Tus beneficios, vengo a consagrarme enteramente a Ti! Deseo dedicar todas mis energías para propagar tu adoración y ganar, si es posible, todos los corazones para Ti. ¡Recibe mi corazón este día, Oh Jesús!, o preferiblemente tómalo, cámbialo, purifícalo, para hacerlo digno de Ti; hazlo humilde, gentil, paciente, fiel y generoso como el Tuyo, inflámalo con la lumbre de Tu amor. 

Escóndelo en Tu corazón Divino con todos los corazones que te aman y están consagrados a Ti; Jamás me permitas apartar mi corazón de Ti otra vez. Déjame preferiblemente morir en lugar de lastimar Tu corazón Adorable. Tú sabes Oh corazón de Jesús, que el deseo de mi corazón es amarte siempre, ser totalmente Tuyo en vida y en muerte, en tiempo y eternidad. Sagradísimo corazón de Jesús, ten misericordia de nosotros. Sagrado corazón de Jesús, confió en Ti.

Oración para una visita al santísimo Sacramento

¡Oh Jesús de mi alma, encanto único de mi corazón!, aquí me tienes postrado a tus plantas, arrepentido y confuso, como llegó el hijo pródigo a la casa de su padre. Cansado de todo, sólo a Ti quiero, sólo a Ti busco, sólo en Ti hallo mi bien. Tú, que fuiste en busca de la Samaritana; Tú, que me llamaste cuando huía de Ti, no me arrojarás de tu presencia ahora que te busco.

Señor, estoy triste, bien lo sabes, y nada me alegra; el mundo me parece un desierto. Me hallo en oscuridad, turbado y lleno de temor e inquietudes...; te busco y no te encuentro, te llamo y no respondes, te adoro, clamo a Ti y se acrecienta mi dolor. ¿Dónde estás, Señor, dónde, pues no gusto las dulzuras de tu presencia, de tu amor?

Pero no me cansaré, ni el desaliento cambiará el afecto que me impulsa hacia Ti. ¡Oh buen Jesús! Ahora que te busco y no te encuentro recordaré el tiempo en que Tú me llamabas y yo huía... Y firme y sereno, a despecho de las tentaciones y del pesar, te amaré y esperaré en Ti.

Jesús bueno, dulce y regalado padre y amigo incomparable, cuando el dolor ofusque mi corazón, cuando los hombres me abandonen, cuando el tedio me persiga y la desesperación clave su garra en mí, al pie del Sagrario, cárcel donde el amor te tiene prisionero, aquí y sólo aquí buscaré fuerza para luchar y vencer.

No temas que te abandone, cuando más me huyas, más te llamaré y verteré tantas lágrimas que, al fin, vendrás... Sí..., vendrás, y al posarte, disfrutaré en la tierra las delicias del cielo.

Dame tu ayuda para cumplir lo que te ofrezco; sin Ti nada soy, nada puedo, nada valgo... Fortaléceme, y desafiaré las tempestades.

Jesús, mío, dame humildad, paciencia y gratitud, amor..., amor, porque si te amo de veras, todas las virtudes vendrán en pos del amor.

Te ruego por los que amo... Tú los conoces, Tú sabes las necesidades que tienen; socórrelos con generosidad. Acuérdate de los pobres, de los tristes, de los huérfanos, consuela a los que padecen, fortalece a los débiles, conmueve a los pecadores para que no te ofendan y lloren sus extravíos.

Ampara a todos tus hijos, Señor, más tierno que una madre.

Y a mí, que te acompaño cuando te abandonan otros, porque he oído la voz de la gracia; a mí, que no te amo por el cielo, ni por el infierno te temo; a mí, que sólo busco tu gloria y estoy recompensado con la dicha de amarte, auméntame este amor y dadme fortaleza para luchar y obtener el apetecido triunfo.

Adiós, Jesús de mi alma salgo de tu presencia, pero te dejo mi corazón; en medio del bullicio del mundo estaré pensando en Ti, y a cada respiración, entiende. Oh Jesús, que deseo ser tuyo. Amén.

Saludo a Jesús sacramentado

Oh Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, aquí presente en el Santísimo Sacramento del altar, creo todo lo que Tú, mi Señor, me has revelado. Arrepentido de todos mis pecados, esperando en ti que nunca permite que sea confundido, agradeciendo por este don supremo, amándote sobre todas las cosas en este Sacramento de tu amor, adorándote en el misterio profundo de tu humildad, te manifiesto y hago patente todas las heridas y miserias de mi pobre corazón y te pido me des todo lo que necesito y deseo. Pero tan solo te necesito a ti; oh Dios mío, tan solo te deseo a Ti, tu gracia y la gracia de usar debidamente tus gracias, poseerlos en esta vida y poseerlos en la otra.

Bendito seas, oh poder divino de tu paternal Corazón, que aunque todo lo puedes, sin embargo, no podías darnos un don más precioso que este Santísimo Sacramento.

Oh Pan celestial, gran Sacramento, te adoro y te alabo en todo momento. (Repítase después de cada alabanza.)

Bendita seas, oh Sabiduría del Verbo Divino, que todo lo sabes y lo ordenas, y sin embargo no sabías prepararnos una comida más exquisita, que este Santísimo Sacramento.

Bendito seas, oh Dios mío, que en tu inefable dulzura de amor te has transformado en este pan para dárnoslo como el más dulce manjar.

Bendito seas, oh Dios mío, que has encerrado todos tus misterios en esta humilde forma de pan terrenal. ¡Oh Trinidad Santísima!

Amor de las almas

Jesús, amor de las almas, compañero en las jornadas, tan cercano y asequible que en mi tienes tu morada. Encarnado como hombre, tu divinidad ocultas y al hacerte Eucaristía, por completo te despojas. En tu presencia se rinden los coros celestiales y en la tierra no se aprecia que te quedes con nosotros. De tu costado nacida, en la Iglesia sigues vivo con tu gracia y sacramentos das la vida al redimido. Jesucristo, león fuerte y cordero obediente, en tu corazón conforten su valor las almas débiles. Por el padre coronado, el Señor de la tierra y del cielo, nos envié su consolador que nos guíe en el reino eterno.

Ven, Jesús, mi Salvador

Ven, Jesús mi salvador, divino cordero; ven a mí, dulce Señor, ¡oh mi Dios, mi amor! Te doy mi alabanza y mi corazón. En ti siempre espero, aumenta mi fe; con amor sincero te recibiré. En esta apariencia, divino manjar, tu santa presencia quieres ocultar. ¡Oh sabiduría, eterno Señor; ven en este día, ven a darme tu amor! Jesús de mi vida; nunca mas pecar; solo a ti rendida, mi alma quiere amar. Amén.

Adoración Eucarística de Juan Pablo II

Señor Jesús:
Nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos.
«Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Hijo de Dios» (Jn. 6,69).
Tu presencia en la Eucaristía ha comenzado con el sacrificio de la Última Cena y continúa como comunión 
y donación de todo lo que eres.
¡Aumenta nuestra Fe!
Por medio de ti y en el Espíritu Santo que nos comunicas, queremos llegar al Padre para decirle nuestro sí unido al tuyo.
Contigo ya podemos decir: Padre nuestro. Siguiéndote a ti, «camino, verdad y vida», queremos penetrar en el aparente «silencio» y «ausencia» de Dios, rasgando la nube del Tabor para escuchar la voz del Padre que nos dice: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia: Escuchadlo» (Mt. 17,5).
Con esta Fe, hecha de escucha contemplativa, sabremos iluminar nuestras situaciones personales, así como los diversos sectores de la vida familiar y social.
¡Tú eres nuestra Esperanza!, nuestra paz, nuestro mediador, hermano y amigo.
Nuestro corazón se llena de gozo y de esperanza al saber que vives «siempre intercediendo por nosotros» (Heb. 7,25).
Nuestra esperanza se traduce en confianza, gozo de Pascua y camino apresurado contigo hacia el Padre. Queremos sentir como tú y valorar las cosas como las valoras tú. Porque tú eres el centro, el principio y el fin de todo.
Apoyados en esta Esperanza, queremos infundir en el mundo esta escala de valores evangélicos por la que Dios y sus dones salvíficos ocupan el primer lugar en el corazón y en las actitudes de la vida concreta.
¡Queremos Amar como tú!, que das la vida y te comunicas con todo lo que eres.
Quisiéramos decir como San Pablo: «Mi vida es Cristo» (Flp. 1,21).
Nuestra vida no tiene sentido sin ti.
Queremos aprender a «estar con quien sabemos nos ama», porque «con tan buen amigo presente todo se puede sufrir». En ti aprenderemos a unirnos a la voluntad del Padre, porque en la oración «el amor es el que habla» (Sta. Teresa). Entrando en tu intimidad, queremos adoptar determinaciones y actitudes básicas, decisiones duraderas, opciones fundamentales según nuestra propia vocación cristiana.
¡Creyendo, esperando y amando, te adoramos! con una actitud sencilla de presencia, silencio y espera, que quiere ser también reparación, como respuesta a tus palabras: 
«Quédense aquí y velen conmigo» (Mt. 26,38).
Tú superas la pobreza de nuestros pensamientos, sentimientos y palabras; por eso queremos aprender a adorar admirando el misterio, amándolo tal como es, y callando con un silencio de amigo y con una presencia de donación.
El Espíritu Santo que has infundido en nuestros corazones nos ayuda a decir esos «gemidos inenarrables» (Rom. 8,26) que se traducen en actitud agradecida y sencilla, y en el gesto filial de quien ya se contenta con sola tu presencia, tu amor y tu palabra.
En nuestras noches físicas y morales, si tú estás presente, y nos amas, y nos hablas, ya nos basta, aunque muchas veces no sentiremos la consolación.
Aprendiendo este más allá de la adoración, estaremos en tu intimidad o «misterio». Entonces nuestra oración se convertirá en respeto hacia el «misterio» de cada hermano y de cada acontecimiento para insertarnos en nuestro ambiente familiar y social y construir la historia con este silencio activo y fecundo que nace de la contemplación.
Gracias a ti, nuestra capacidad de silencio y de adoración se convertirá en capacidad de Amar y de Servir.
Nos has dado a tu Madre como nuestra, para que nos enseñe a meditar y adorar en el corazón. Ella, recibiendo la Palabra y poniéndola en práctica, se hizo la más perfecta Madre.
Ayúdanos a ser tu Iglesia misionera, que sabe meditar adorando y amando tu Palabra, para transformarla en vida y comunicarla a todos los hermanos. Amén.

Dolores y Gozos San José

Primero. Estando desposada su madre María con José, antes de vivir juntos se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo (Mt 1,18)
El ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús (Mt 1, 20-21).

Segundo. Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron (Jn 1,11).
Fueron deprisa y encontraron a María, a José y al niño reclinado en el pesebre (Lc 2,16).


Tercero. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno (Lc 2,21).
Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados (Mt 1, 21).


Cuarto. Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre: Mira, éste ha sido puesto... como signo de contradicción... para que se descubran los pensamientos de muchos corazones (Lc 2, 34-35).
Porque han visto mis ojos tu salvación, la que preparaste ante todos los pueblos; luz para iluminar a las naciones (Lc 2, 30-31).


Quinto. El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y estate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo (Mt 2,13).
Y estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dice el Señor por el profeta: «De Egipto llamé a mi hijo» (Mt 2,15).


Sexto. El se levantó, tomó al niño y a su madre y regresó a la tierra de Israel. Pero al oír que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, temió ir allá (Mt 2, 21-22).
Y fue a vivir a una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo dicho por los profetas: será llamado Nazareno (Mt 2,23).


Séptimo. Le estuvieron buscando entre los parientes y conocidos, y al no hallarle, volvieron a Jerusalén en su busca (Lc 2, 44-45).
Al cabo de tres días lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y haciéndoles preguntas (Lc 2,46).

A San José para santificar el trabajo

¡Oh glorioso San José, modelo de todos los que se consagran al trabajo! Alcanzadme la gracia de trabajar con espíritu de penitencia en expiación de mis pecados; de trabajar a conciencia poniendo el cumplimiento de mi deber por encima de mis naturales inclinaciones; de trabajar con reconocimiento y alegría, mirando como un honor el desarrollar, por medio del trabajo, los dones recibidos de Dios. Alcanzadme la gracia de trabajar con orden, constancia, intensidad y presencia de Dios, sin jamás retroceder ante las dificultades; de trabajar, ante todo, con pureza de intención y con desprendimiento de mí mismo, teniendo siempre ante mis ojos las almas todas y la cuenta que habré de dar del tiempo perdido, de las habilidades inutilizadas, del bien omitido y de las vanas complacencias en mis trabajos, tan contrarias a la obra de Dios. Todo por Jesús, todo por María, todo a imitación vuestra, ¡oh Patriarca San José! Tal será mi consigna en la vida y en la muerte. Amén.

Oración a San José

San José, mi padre y señor, tú que fuiste guardián fiel del Hijo de Dios y de su Madre Santísima; la Virgen María, alcánzame del Señor la gracia de un espíritu recto y de un corazón puro y casto para servir siempre mejor a Jesús y María. Amén.

Akatisthos

El Akáthistos es una composición mariana, un himno litúrgico, formado por veinticuatro estrofas, compuesto probablemente en el siglo V, y cuyo autor no nos es posible precisar a ciencia cierta. Su finalidad principal es cantar y ensalzar el misterio de María, en su doble vertiente: la relación de María con Cristo, por una parte, y la relación de María con la Iglesia, por otra.

¡Salve, oh Vos, por Quién resplandecerá la alegría!
¡Salve, oh Vos, por Quién cesará la maldición!
¡Salve, Restauración del Adán caído!
¡Salve, Redención de las lágrimas de Eva!
¡Salve, oh Cima inaccesible al humano entendimiento!
¡Salve, oh Abismo impenetrable aún a los ojos de los mismos ángeles!
¡Salve, porque sois el Trono del Rey!
¡Salve, porque lleváis a Aquél que lo lleva todo!
¡Salve, Estrella que anunciáis al Sol!
¡Salve, Seno de la divina Encarnación!
¡Salve, oh Vos, por Quién la Creación es renovada!
¡Salve, oh Vos, por Quién ha tomado carne humana el Creador!
¡Salve, Esposa Virgen!

¡Salve, oh Vos, la secretamente iniciada en el designio inefable!
¡Salve, oh Vos, Fe de los que oran en silencio!
¡Salve, Preludio de las maravillas de Cristo!
¡Salve, oh Suma de Sus dogmas!
¡Salve, Escala celestial por la que Dios bajó!
¡Salve, Puente que conduce a los de la tierra al cielo!
¡Salve, oh Maravilla alabadísima por los ángeles!
¡Salve, Azote en gran manera temido por los demonios!
¡Salve, oh Vos, que inefablemente disteis a luz a la Luz!
¡Salve, oh Vos, que a nadie habéis enseñado cómo ello fue realizado!
¡Salve, oh Vos, que sobrepujáis en inteligencia a los sabios!
¡Salve, oh Vos, que ilumináis el entendimiento de los fieles!
¡Salve, Esposa Virgen!

¡Salve, Sarmiento de una cepa incorruptible!
¡Salve, Huerto de perenne fructificación!
¡Salve, Vos que cultivasteis al amoroso Cultivador del género humano!
¡Salve, Campo fértil en abundancias de misericordia!
¡Salve, Ara colmada de ofrendas propiciatorias!
¡Salve, puesto que florecéis transformada en prado de delicias!
¡Salve, ya que preparáis puerto acogedor a las almas!
¡Salve, grato Incienso de la plegaria intercesora!
¡Salve, Expiación del mundo todo!
¡Salve, Benevolencia de Dios para con los mortales!
¡Salve, Confianza de los mortales ante Dios!
¡Salve, Esposa Virgen!

¡Salve, Madre del Cordero y del Pastor!
¡Salve, Redil de las místicas ovejas!
¡Salve, Defensa contra los enemigos invisibles!
¡Salve, Llave de las puertas del paraíso!
¡Salve, Causa del común de regocijo de cielo y tierra!
¡Salve, Armonía de las voces terrenas con los coros celestiales!
¡Salve, Boca nunca muda de los Apóstoles!
¡Salve, Valor invencible de los Mártires!
¡Salve, Soporte inconmovible de la fe!
¡Salve, Señal resplandeciente de la gracia!
¡Salve, oh Vos, por Quién el Hades quedo desnudo y desierto!
¡Salve, oh Vos, por Quién hemos sido revestidos de gloria!
¡Salve, Esposa Virgen!

¡Salve, Madre del Astro sin ocaso!
¡Salve, Aurora del día místico!
¡Salve, oh Vos, que habéis apagado la fogata del error!
¡Salve, oh Vos, que ilumináis a los iniciados en la Trinidad!
¡Salve, oh Vos, que expulsáis del poder al tirano inhumano!
¡Salve, oh Vos, que mostráis a Cristo el Señor, El que ama al género humano!
¡Salve, oh Vos, que nos librasteis de las supersticiones paganas!
¡Salve, oh Vos, que nos libráis de las obras del lodo y de las tinieblas!
¡Salve, oh Vos, que pusisteis fin a la adoración del fuego!
¡Salve, oh Vos, que libráis de las llamas de las pasiones!
¡Salve, Guía de los fieles hacia la sabiduría!
¡Salve, Alegría de todas las generaciones!
¡Salve, Esposa Virgen!

¡Salve, Restauración del género humano!
¡Salve, Ruina de los demonios!
¡Salve, oh Vos, que hollasteis las imposturas del engaño!
¡ Salve, oh Vos, que denunciáis la superchería de los ídolos!
¡Salve, oh Mar que sumergió al Faraón espiritual!
¡Salve, oh Peña de la que beben los sedientos de vida!
¡Salve, Columna de fuego que guía los que se hallan en la oscuridad!
¡Salve, Protección que cubre al mundo, más amplia que el manto de las nubes!
¡Salve, Alimento que sustituisteis al maná!
¡Salve, oh Vos que nos procuráis santas delicias!
¡Salve, Tierra de promisión!
¡Salve, de la que brotan leche y miel!
¡Salve, Esposa Virgen!

¡Salve, Flor de incorrupción!
¡Salve, Corona de la continencia!
¡Salve, oh Vos, que hicisteis brillar el arquetipo de la Resurrección!
¡Salve, oh Vos, Espejo de la vida angélica!
¡Salve, Arbol cargado de fruto, alimento de los fieles!
¡Salve, Ramaje frondoso, bajo el que se refugian las muchedumbres!
¡Salve, oh Vos, que habéis llevado en el seno al Guía de los descarriados!
¡Salve, oh Vos, que habéis dado a luz al Redentor de los cautivos!
¡Salve, oh Súplica insistente ante al justo Juez!
¡Salve, oh Perdón de muchos de los que caen!
¡Salve, Túnica de confiada esperanza para los que están desnudos!
¡Salve, Ternura maternal, vencedora de toda pasión!
¡Salve, Esposa Virgen!

¡Salve, Lugar del Dios inmenso!
¡Salve, Umbral del sagrado misterio!
¡Salve, Noticia dudosa para los incrédulos!
¡Salve, Gloria incontestable de los creyentes!
¡Salve, Carro Santísimo de Aquél que se halla por encima de los Querubines!
¡Salve, Palacio excelentísimo de Quién está por encima de los Serafines!
¡Salve, oh Vos, por Quién concuerdan las cosas que eran contrarias!
¡Salve, oh Vos, en Quién la virginidad y la maternidad convergen!
¡Salve, oh Vos, por Quién la transgresión fue derrocada!
¡Salve, oh Vos, por Quién fue abierto el paraíso!
¡Salve, Llave del Reino de Cristo!
¡Salve, Esperanza de los bienes eternos!
¡Salve, Esposa Virgen!

¡Salve, Vaso de la sabiduría de Dios!
¡Salve, Cofre de Su Providencia!
¡Salve, oh Vos, que mostráis la necedad de los vanos filósofos!
¡Salve, oh Vos, que dejáis sin palabras a los expertos en controversias,
¡Salve, porque ante Vos acabaron como estultos los hábiles discutidores!
¡Salve, porque ante Vos se esfumaron los creadores de fábulas!
¡Salve, oh Vos, que quebrantasteis las maquinaciones de los paganos atenienses!
¡Salve, oh Vos, que llenáis las redes de los Pescadores!
¡Salve, oh Vos, que sacáis afuera del abismo de la ignorancia!
¡Salve, oh Vos, que ilumináis el conocimiento de muchos!
¡Salve, Bajel de los que quieren salvarse!
¡Salve, Puerto de los que por la vida navegan!
¡Salve, Esposa Virgen!

¡Salve, Columna de la virginidad!
¡Salve, Atrio de la salvación!
¡Salve, Iniciadora de nuestra regeneración espiritual!
¡Salve, Canal de la divina bondad!
¡Salve, oh Vos, que habéis regenerado a quienes fuimos concebidos en pecado!
¡Salve, oh Vos, que amonestáis a quienes tienen la mente confundida!
¡Salve, oh Vos, que habéis derogado el poder del corruptor de las almas!
¡Salve, oh Vos, que habéis dado a luz al Sembrador de la pureza!
¡Salve, Tálamo de boda espiritual!
¡Salve, Conciliadora del Señor con sus fieles!
¡Salve, Preceptora de las vírgenes!
¡Salve, Guiadora de los santos a las místicas bodas!
¡Salve, Esposa Virgen!

¡Salve, Rayo del Sol espiritual!
¡Salve, Dardo de luz inextinguible!
¡Salve, Relámpago luminoso que fulgura sobre las almas!
¡Salve, Trueno que asusta a los enemigos!
¡Salve, oh Vos, que habéis dado el amanecer a la esplendorosa claridad de la Aurora!
¡Salve, oh Vos, Símbolo de la pila bautismal!
¡Salve, oh Vos, que borráis la mancha del pecado original!
¡Salve, Fuente en la que se lava la conciencia!
¡Salve, Pozo que derrama alegría!
¡Salve, Efluvio del perfume de Cristo!
¡Salve, Agape de vida mística!
¡Salve, Esposa Virgen!

¡Salve, Tabernáculo del Dios y Verbo!
¡Salve, Santa mayor que los Santos!
¡ Salve, Arca labrada en oro por el Espíritu Santo!
¡Salve, inagotable Tesoro de vida!
¡Salve, Diadema preciosa de los reyes piadosos!
¡Salve, Gloria venerable de los sacerdotes temerosos de Dios!
¡Salve, Torre inconmovible de la Iglesia!
¡Salve, Baluarte inconquistable del reino!
¡Salve, oh Vos, gracias a Quién se erigen los trofeos de victoria!
¡Salve, oh Vos, por Quién son abatidos los enemigos!
¡Salve, Medicina de mi cuerpo!
¡Salve, Salvación de mi alma!
¡Salve, Esposa Virgen!

Salmo 116 (laudáte)

Alabad al Señor todas las naciones, alabadle todos los pueblos. Porque su misericordia ha sido confirmada sobre nosotros y la verdad del Señor permanece para siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo; como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

En Latín
Laudáte Dóminum omnes gentes, laudáte eum, omnes pópuli, Quóniam confirmáta est super nos misericórdia eius, et véritas Dómini manet in ætérnum.

Glória Patri, et Fílio, et Spirítui Sancto; sicut erat in princípio, et nunc, et semper, et in sæcula sæculórum. Amen.

Alabanzas de desagravio

Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su sacratísimo Corazón.
Bendita sea su preciosísima sangre.
Bendito sea Jesús en el santísimo Sacramento del altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María santísima.
Bendita sea su santa e inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea san José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus ángeles y en sus santos.
Amén.

O salutaris Hostia

Oh saludable Hostia,
que abres la puerta del cielo:
en los ataques del enemigo
danos fuerza, concédenos tu auxilio.
Al Señor Uno y Trino se atribuye eterna gloria:
y El vida sin término nos otorgue en la Patria. O salutaris Hostia

Quae caeli pandis ostium:
Bella premunt hostilia,
Da robur, fer auxilium.
Uni trinoque Domino
Sit sempiterna gloria,
Qui vitam sine termino
Nobis donet in patria.
Amen

Himno Pange lingua

Canta, lengua, el misterio del cuerpo glorioso y de la sangre preciosa que el Rey de las naciones, fruto de un vientre generoso, derramó como rescate del mundo.

Nos fue dado, nos nació de una Virgen sin mancilla; y después de pasar su vida en el mundo, una vez esparcida la semilla de su palabra, terminó el tiempo de su destierro dando una admirable disposición.

En la noche de la última cena, recostado a la mesa con los hermanos, después de observar plenamente la ley sobre la comida legal, se da con sus propias manos como alimento para los Doce.

El Verbo hecho carne convierte con su palabra el pan verdadero con su carne, y el vino puro se convierte en la sangre de Cristo. Y aunque fallan los sentidos, basta la sola fe para confirmar al corazón recto en esa verdad.

Veneremos, pues, inclinados tan gran Sacramento; y la antigua figura ceda el puesto al nuevo rito; la fe supla la incapacidad de los sentidos.


Al Padre y al Hijo sean dadas alabanza y júbilo, salud, honor, poder y bendición; una gloria igual sea dada al que de uno y de otro procede. Amén.

Oración
Oh Dios, que en este admirable Sacramento nos dejaste el memorial de tu pasión; te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.


En Latín
Pange, língua, gloriósi Córporis mystérium. Sanguinísque pretiósi, quem in mundi prétium, fructus ventris generósi Rex effúdit géntium.

Nobis datus, nobis natus ex intácta Vírgine, et in mundo conversátus, sparso verbi sémine, sui moras incolátus miro cláusit órdine.

In suprémæ nocte cœnæ, recumbens cum frátribus, observáta lege plene, cibis in legálibus, cibum turbæ duodénæ se dat suis mánibus.

Verbum caro, panem verum, Verbo carnem éfficit, fitque sanguis Christi merum, et si sensus déficit, ad firmándum cor sincérum sola fides súfficit.

Tantum ergo Sacraméntum venerémur cérnui; et antíquum documéntum novo cedat rítui; præstet fides supplementum sénsuum deféctui.
Genitóri, Genitóque laus et iubilátio; salus, honor, virtus quoque sit et benedíctio; procedénti ab utróque compar sit laudátio. Amen.

Oremus
Deus, qui nobis sub Sacraménto mirábili passiónis tuæ memóriam reliquísti, tríbue quæsumus, ita nos Córporis et Sánguinis tui sacra mystéria venerári, ut redemptiónis tuæ fructum in nobis iúgiter sentiámus. Qui vivis et regnas in sæcula sæculorum. Amen.

Oración del papa Clemente XI

Creo, Señor, haz que crea con más firmeza;
espero, haz que espere con más confianza;
amo, haz que ame con más ardor;
me arrepiento, haz que tenga mayor dolor.

Te adoro como primer principio;
te deseo como último fin;
te alabo como bienhechor perpetuo;
te invoco como defensor propicio.

Dirígeme con tu sabiduría,
átame con tu justicia,
consuélame con tu clemencia,
protégeme con tu poder.

Te ofrezco, Señor, mis pensamientos, para que se dirijan a ti;
mis palabras, para que hablen de ti;
mis obras, para que sean tuyas,
mis contrariedades, para que las lleve por ti.

Quiero lo que quieras,
quiero porque quieres,
quiero como lo quieres,
quiero hasta que quieras.

Señor, te pido que ilumines mi entendimiento,
inflames mi voluntad,
limpies mi corazón,
santifiques mi alma.

Que me aparte de mis pasadas iniquidades, rechace las tentaciones futuras, corrija las malas inclinaciones, practique las virtudes necesarias.

Concédeme, Dios de bondad,
amor a ti, odio a mí,
celo por el prójimo
y desprecio a lo mundano.

Que sepa obedecer a los superiores,
ayudar a los inferiores,
aconsejar a los amigos
y perdonar a los enemigos.

Que venza la sensualidad con la mortificación,
la avaricia con la generosidad,
la ira con la bondad,
la tibieza con la piedad.

Hazme prudente en los consejos,
constante en los peligros,
paciente en las contrariedades,
humilde en la prosperidad.

Señor, hazme atento en la oración,
sobrio en la comida,
constante en el trabajo,
firme en los propósitos.

Que procure tener inocencia interior,
modestia exterior,
conversación ejemplar
y vida ordenada.

Haz que esté atento a dominar mi naturaleza,
a fomentar la gracia,
servir a tu ley
y a obtener la salvación.

Que aprenda de ti qué poco es lo terreno,
qué grande lo divino,
qué breve el tiempo,
qué durable lo eterno.

Concédeme preparar la muerte,
temer el juicio,
evitar el infierno
y alcanzar el paraíso.

Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Oración de San Buenaventura

Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor mío, la médula de mi alma con el suavísimo y saludabilísimo dardo de tu amor; con la verdadera, pura y santísima caridad apostólica, a fin de que mi alma desfallezca y se derrita siempre sólo en amarte y en deseo de poseerte: que por ti suspire, y desfallezca por hallarse en los atrios de tu casa; anhele ser desligada del cuerpo para unirse contigo. Haz que mi alma tenga hambre de ti, Pan de los ángeles, alimento de las almas santas, Pan nuestro de cada día, lleno de fuerza de toda dulzura y sabor, y de todo suave deleite. ¡Oh Jesús, en quien desean mirar los ángeles!; tenga siempre mi corazón hambre de ti, el interior de mi alma rebose con la dulzura de tu sabor; tenga siempre sed de ti, fuente de vida, manantial de sabiduría y de ciencia, río de luz eterna, torrente de delicias, abundancia de la casa de Dios: que te desee, te busque, te halle; que a ti vaya y a ti llegue; en ti piense, de ti hable, y todas mis acciones encamine a honra y gloria de tu nombre, con humildad y discreción, con amor y deleite, con facilidad y afecto, con perseverancia hasta el fin; para que tú solo seas siempre mi esperanza, toda mi confianza, mi riqueza, mi deleite, mi contento, mi gozo, mi descanso y mi tranquilidad, mi paz, mi suavidad, mi perfume, mi dulzura, mi comida, mi alimento, mi refugio, mi auxilio, mi sabiduría, mi herencia, mi posesión, mi tesoro, en el cual esté siempre fija y firme e inconmoviblemente arraigada mi alma y mi corazón. Amén.

Oraciones para el sacerdote

Oración a todos los Ángeles y Santos
Angeles, Arcángeles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades, Virtudes de los cielos, Querubines y Serafines, Santos y Santas todos de Dios, especialmente mis Patronos, interceded por mí para que pueda ofrecer dignamente a Dios omnipotente este sacrificio, para alabanza y gloria de su Nombre y en beneficio mío y de toda su Santa Iglesia. Amén


Oración al Santo en cuyo honor se celebra la Misa
Oh San/Santa N., yo, miserable pecador, confiando en tus méritos, ofrezco ahora para tu honor y gloria el santísimo sacramento del Cuerpo y de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo. Te ruego humilde y devotamente que intercedas hoy por mí, para que ofrezca digna y aceptablemente este sacrificio, y pueda alabar eternamente a Dios contigo y con todos sus elegidos y reinar junto a El. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.


Fórmula de la intención de la Santa Misa
Yo quiero celebrar el Santo Sacrificio de la Misa y hacer el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo según el rito de la Santa Iglesia Romana, para alabanza de Dios omnipotente y de toda la Iglesia triunfante, para mi beneficio y el de toda la Iglesia militante, por todos los que se encomendaron a mis oraciones en general y en particular, y por la feliz situación de la Santa Iglesia Romana. Amén. El Señor omnipotente y misericordioso nos conceda la alegría con la paz, la enmienda de la vida, tiempo de verdadera penitencia, la gracia y el consuelo del Espíritu Santo, y la perseverancia en las buenas obras. Amén.

Oración al Santo del día, después de la Misa
Oh San/Santa N., en cuyo honor he ofrecido el incruento sacrificio de Cuerpo y Sangre de Cristo; haz con tu intercesión poderosa ante Dios, que el contacto de este misterio de la Pasión y Muerte del mismo Cristo nuestro Salvador, me alcance el premio, y que con su frecuente recepción aumente sin cesar el efecto de mi salvación. Amén.

Oración para llevar una vida santa
Jesús amadísimo, que por especial benevolencia me elegiste entre miles de hombres para que te siguiera, y me llamaste a la excelsa dignidad del sacerdocio; te ruego me concedas tu ayuda divina para cumplir fielmente mis deberes. Te suplico, Señor Jesús, que hoy y siempre avives en mí tu gracia, que recibí por la imposición de las manos episcopales. Oh poderosísimo Médico de las almas, sáname de manera que no recaiga en los vicios, evite todos los pecados y te agrade hasta la muerte. Amén.

Invocación
¡Oh buen Jesús, haz que sea un sacerdote según tu Corazón!

Oración de santo Tomás de Aquino

Omnipotente y sempiterno Dios, he aquí que me acerco al sacramento de tu unigénito Hijo Jesucristo, Señor nuestro; me acerco como un enfermo al médico de la vida, como un inmundo a la fuente de la misericordia, como un ciego a la luz de la claridad eterna, como un pobre y necesitado al Señor de cielos y tierra. Imploro la abundancia de Tu infinita generosidad para que te dignes curar mi enfermedad, lavar mi impureza, iluminar mi ceguera, remediar mi pobreza y vestir mi desnudez, para que me acerque a recibir el Pan de los ángeles, al Rey de reyes y Señor de señores con tanta reverencia y humildad, con tanta contrición y piedad, con tanta pureza y fe, y con tal propósito e intención como conviene a la salud de mi alma. Te pido que me concedas recibir no sólo el sacramento del cuerpo y de la sangre del Señor, sino la gracia y la virtud de ese sacramento. Oh Dios benignísimo, concédeme recibir el cuerpo de tu unigenito Hijo Jesucristo, Señor nuestro, nacido de Virgen María, de tal modo que merezca ser incorporado a su cuerpo místico y contado entre sus miembros. Oh Padre amantísimo, concédeme contemplar eternamente a tu querido Hijo, a quien, bajo el velo de la fe, me propongo recibir ahora. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Oración de san Ambrosio

¡Oh mi piadoso Señor Jesucristo! Yo pecador, sin presumir de mis méritos, sino confiando en tu bondad y misericordia, temo y vacilo al acercarme a la mesa de tu dulcísimo convite, pues tengo el cuerpo y el alma manchados por muchos pecados, y no he guardado con prudencia mis pensamientos y mi lengua. Por eso, oh Dios bondadoso, oh tremenda Majestad, yo, que soy un miserable lleno de angustias, acudo a ti, fuente de misericordia; a ti voy para que me sanes, bajo tu protección me pongo, y confío tener como salvador a quien no me atrevería a mirar como juez. A ti, Señor, muestro mis heridas y presento mis flaquezas. Sé que mis pecados son muchos y grandes, y me causan temor, mas espero en tu infinita misericordia. Oh Señor Jesucristo, Rey eterno, Dios y hombre, clavado en la cruz por los hombres: mírame con tus ojos misericordiosos, oye a quien en ti espera; Tú que eres fuente inagotable de perdón, ten piedad de mis miserias y pecados. Salve, víctima de salvación inmolada por mí y por todos los hombres en el patíbulo de la cruz. Salve, noble y preciosa sangre, que sales de las llagas de mi Señor Jesucristo crucificado y lavas los pecados de todo el mundo. Acuérdate, Señor, de esta criatura tuya, redimida por tu sangre. Me arrepiento de haber pecado y deseo enmendar mis errores. Aleja de mí, Padre clementísimo, todas mis iniquidades y pecados, para que, limpio de alma y cuerpo, sea digno de saborear al Santo de los santos. Concédeme que esta santa comunión de tu cuerpo y de tu sangre, que indigno me atrevo a recibir, sea el perdón de mis pecados, la perfecta purificación de mis delitos, aleje mis malos pensamientos y regenere mis buenos afectos; conceda eficacia salvadora a las obras que a ti te agradan; y, finalmente, sea la firmísima defensa de mi cuerpo y de mi alma contra las asechanzas de mis enemigos. Amén.

Símbolo Atanasiano

Antífona. Gloria a ti, Trinidad igual, única Deidad, antes de los siglos, y ahora, y siempre.
(T. P. Aleluya).

1. Todo el que quiera salvarse, es preciso ante todo que profese la fe católica:
2. Pues quien no la observe integra y sin tacha, sin duda alguna perecerá eternamente.
3. Y ésta es la fe católica: que veneremos a un solo Dios en la Trinidad santísima y a la Trinidad en la unidad.
4. Sin confundir las personas, ni separar la sustancia.
5. Porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo.
6. Pero el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una sola divinidad, les corresponde igual gloria y majestad eterna.
7. Cual es el Padre, tal es el Hijo, tal el Espíritu Santo.
8. Increado el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo.
9. Inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo.
10. Eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo.
11. Y, sin embargo, no son tres eternos, sino un solo eterno.
12. De la misma manera, no tres increados, ni tres inmensos, sino un increado y un inmenso.
13. Igualmente, omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo.
14. Y, sin embargo, no tres omnipotentes, sino un omnipotente.
15. Del mismo modo, el Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios.
16. Y, sin embargo, no son tres Dioses, sino un solo Dios.
17. Así, el Padre es Señor, el Hijo es Señor, el Espíritu Santo es Señor.
18. Y, sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor.
19. Porque así como la verdad cristiana nos obliga a creer que cada persona es Dios y Señor, la religión católica nos prohíbe que hablemos de tres Dioses o Señores.
20. El Padre no ha sido hecho por nadie, ni creado, ni engendrado.
21. El Hijo procede solamente del Padre, no hecho, ni creado, sino engendrado.
22. El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, no hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente.
23. Por tanto hay un solo Padre, no tres Padres; un Hijo, no tres Hijos; un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos.
24. Y en esta Trinidad nada hay anterior o posterior, nada mayor o menor: pues las tres personas son coeternas e iguales entre sí.
25. De tal manera que, como ya se ha dicho antes, hemos de venerar la unidad en la Trinidad y la Trinidad en la unidad.
26. Por tanto, quien quiera salvarse, es necesario que crea estas cosas sobre la Trinidad.
27. Pero para alcanzar la salvación etema es preciso también creer firmemente en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo.
28. La fe verdadera consiste en que creamos y confesemos que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y Hombre.
29. Es Dios, engendrado de la misma sustancia que el Padre, antes del tiempo; y hombre, engendrado de la sustancia de su Madre santísima en el tiempo.
30. Perfecto Dios y perfecto hombre: que subsiste con alma racional y carne humana.
31. Es igual al Padre según la divinidad; menor que el Padre según la humanidad.
32. El cual, aunque es Dios y hombre, no son dos Cristos, sino un solo Cristo.
33. Uno, no por conversión de la divinidad en cuerpo, sino por asunción de la humanidad en Dios.
34. Uno absolutamente, no por confusión de sustancia, sino en la unidad de la persona.
35. Pues como el alma racional y el cuerpo forman un hombre; así, Cristo es uno, siendo Dios y hombre.
36. Que padeció por nuestra salvación: descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos.
37. Subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso: desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
38. Y cuando venga, todos los hombres resucitarán con sus cuerpos, y cada uno rendirá cuentas de sus propios hechos.
39. Y los que hicieron el bien gozarán de vida eterna, pero los que hicieron el mal irán al fuego eterno.
40. Esta es la fe católica, y quien no la crea fiel y firmemente no se podrá salvar.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona. Gloria a ti, Trinidad igual, única Deidad, antes de los siglos, y ahora, y siempre.
(T. P. Aleluya).

V. Señor, escucha mi oración.
R. Y llegue a ti mi clamor.

Los sacerdotes añaden:

V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

Oración: Oh Dios todopoderoso y eterno, que con la luz de la verdadera fe diste a tus siervos conocer la gloria de la Trinidad eterna, y adorar la Unidad en el poder de tu majestad: haz, te suplicamos, que, por la firmeza de esa misma fe, seamos defendidos siempre de toda adversidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo. Dios, por todos los siglos de os siglos.

R. Amén.



En Latín

Antíphona. Glória tibi, Trínitas æquális, una Déitas, et ante ómnia sæcula, et nunc, et in perpétuum. (T. P. Allelúia).

1. Quicúmque vult salvus esse, ante ómnia opus est, ut téneat cathólicam fidem:
2. Quam nisi quisque integram inviolatamque servaverit, absque dúbio in ætérnum períbit.
3. Fides autem cathólica hcec est: ut unum Deum in Trinitáte, et Trinitátem in unitáte venerémur.
4. Neque confundéntes persónas, neque substántiam separántes.
5. Alia est enim persóna Patris, ália Fílii, ália Spíritus Sancti.
6. Sed Patris, et Fílii, et Spíritus Sancti una est divínitas, æquális glória, coætérna maiéstas.
7. Qualis Pater, talis Fílius, talis Spíritus Sanctus.
8. Increátus Pater, increátus Fílius, increátus Spíritus Sanctus.
9. Imménsus Pater, imménsus Fílius, imménsus Spíritus Sanctus.
10. Ætérnus Pater, ætérnus Fílius, ætérnus Spíritus Sanctus.
11. Et tamen non tres ætérni, sed unus ætérnus.
12. Sicut non tres increáti, nec tres imménsi, sed unus increátus et unus imménsus.
13. Simíliter omnípotens Pater, omnípotens Fílius, omnípotens Spíritus Sanctus.
14. Et tamen non tres omnipoténtes, sed unus omnípotens.
l 5. Ita Deus Pater, Deus Fílius, Deus Spíritus Sanctus.
16. Et tamen non tres Dii, sed unus est Deus.
17. Ita Dóminus Pater, Dóminus Fílius, Dóminus Spíritus Sanctus.
18. Et tamen non tres Dómini: sed unus est Dóminus.
19. Quia, sicut singillatim unamquamque persónam Deum ac Dóminum confitéri christiána veritáte compéllimur: ita tres Deos aut Dóminos dícere cathólica religióne prohibémur.
20. Pater a nullo est factus: nec creátus, nec génitus.
21. Fílius a Patre solo est: non factus, nec creátus, sed génitus.
22. Spíritus Sanctus a Patre et Fílio: non factus, nec creátus, nec génitus, sed procédens.
23. Unus ergo Pater, non tres Patres: unus Fílius, non tres Fílii: unus Spíritus Sanctus, non tres Spíritus Sancti.
24. Et in hac Trinitáte nihil prius aut postérius, nihil maius aut minus: sed totæ tres persónæ coætérnæ sibi sunt et coæquáles.
25. Ita ut per ómnia, sicut iam supra dictum est, et únitas in Trinitáte, et Trínitas in unitáte veneránda sit.
26. Qui vult ergo salvus esse, ita de Trinitáte séntiat.
27. Sed necessárium est ad Ætérnam salútem, ut Incarnatiónem quoque Dómini nostri Iesu Christi fidéliter credat.
28. Est ergo fides recta ut credámus et confiteámur quia Dóminus noster Iesus Christus, Dei Fílius, Deus et homo est.
29. Deus est ex substántia Patris ante sæcula génitus: et homo est ex substántia matris in sæculo natus.
30. Perféctus Deus, perféctus homo: ex ánima rationáli et humána carne subsístens.
31. Equális Patri secúndum divinitátem: minor Patre secúndum humanitátem.
32. Qui, licet Deus sit et homo, non duo tamen, sed unus est Christus.
33. Unus autem non conversióne divinitátis in carnem: sed assumptióne humanitátis in Deum.
34. Unus omníno, non confusióne substántiæ: sed unitáte persónæ.
35. Nam sicut ánima rationális et caro unus est homo: ita Deus et homo unus est Christus.
36. Qui passus est pro salúte nostra: descéndit ad ínferos: tértia die resurréxit a mórtuis.
37. Ascéndit ad cælos, sedet ad déxteram Dei Patris omnipoténtis: inde ventúrus est iudicáre vivos et mórtuos.
38. Ad cuius advéntum omnes hómines resúrgere habent cum corpóribus suis: et redditúri sunt de factis própriis ratiónem.
39. Et qui bona egérunt, ibunt in vitam ætérnam: qui vero mala, in ignem æternum.
40. Hæc est fides cathólica, quam nisi quisque fidéliter firmitérque credíderit, salvus esse non póterit.

Glória Patri, et Fílio, et Spirítui Sancto.
Sicut erat in princípio, et nunc, et semper, et in sæcula sæculórum. Amen.

Antíphona. Glória tibi, Trínitas æquális, una Déitas, et ante ómnia sæcula, et nunc, et in perpétuum. (T. P. Allelúia).

V. Dómine, exáudi orationem meam.
R. Et clamor meus ad te véniat.

Sacerdotes addint:

V. Dóminus vobíscum.
R. Et cum spíritu tuo.

Oremus: Omnípotens sempitérne Deus, qui dedísti fámulis tuis, in confessióne veræ fídei, ætérnæ Trinitátis glóriam agnóscere, et in poténtia maiestátis adoráre unitátem: quæsumus; ut, eiúsdem fídei firmitáte, ab ómnibus semper muniámur advérsis. Per Dóminum nóstrum Iesum Chrístum Fílium tuum: qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti Deus, per ómnia sæcula sæculórum.

R. Amen.

Invocación al Espíritu Santo

¡Ven oh Santo Espíritu!, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía tu Espíritu y serán creados y renovarás la faz de la tierra.

Oración: Oh Dios que has instruido los corazones de los fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos según el mismo Espíritu conocer las cosas rectas y gozar siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.



Veni, Sancte Spíritus!, reple tuórum corda fidélium: et tui amóris in eis ignem accénde.
Emitte Spíritum tuum, et creabúntur et renovábis faciem terræ.

Oremus: Deus, qui corda fidélium Sancti Spíritus illustratione docuísti, da nobis in eódem Spíritu recta sapere; et de eius semper consolatióne gaudere. Per Christum Dóminum nostrum. Amen.

El Credo Niceno Constantinopolitano

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.



Credo in unum Deum, Patrem omnipoténtem, factórem cæli et terre, visibílium ómnium et invisibílium. Et in unum Dóminum Iesum Christum, Fílium Dei unigénitum, et ex Patre natum ante ómnia sæcula. Deum de Deo, lumen de lúmine, Deum verum de Deo vero, génitum, non factum, consubstantiálem Patri: per quem ómnia facta sunt. Qui propter nos hómines et propter nostram salútem descéndit de cælis. Et incarnátus est de Spíritu Sancto ex María Vírgine, et homo factus est. Crucifíxus étiam pro nobis sub Póntio Piláto; passus et sepúltus est, et resurréxit tértia die, secúndum Scriptúras, et ascéndit in cælum, sedet ad déxteram Patris. Et íterum ventúrus est cum glória, iudicáre vivos et mórtuos, cuius regni non erit finis. Et in Spíritum Sanctum, Dóminum et vivificántem: qui ex Patre Filióque procédit. Qui cum Patre et Fílio simul adorátur et conglorificátur: qui locútus est per prophétas. Et unam, sanctam, cathólicam et apostólicam Ecclésiam. Confíteor unum baptísma in remissiónem peccatórum. Et exspécto resurrectiónem mortuórum, et vitam ventúri sæculi. Amen.

Trisagio angélico

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

V. Gloria al Padre...
R. Como era en el principio...

Primera decena
En primer lugar, dicen todos la deprecación Santo Dios... ; después, como de costumbre, alternan la oración dominical el sacerdote (o el que dirige el rezo de las oraciones) y los demás; a continuación, se repiten nueve veces los versos siguientes, diciendo el sacerdote (o el que dirige el rezo de las oraciones) A Ti la alabanza... y respondiendo todos: Santo...; al terminar se añade: Gloria al Padre...
Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, ten misericordia de nosotros.

Padre nuestro...

V. A ti la alabanza, a ti la gloria, a ti hemos de dar gracias por los siglos de los siglos, ¡oh Trinidad beatísima!
R. Santo, Santo, Santo Señor Dios de los ejércitos. Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria.

V. Gloria al Padre...
R. Como era en el principio...

Las Otras dos decenas se dicen del mismo modo, comenzando por las palabras Santo Dios... Al terminar la última decena, todos dicen la siguiente antífona.

Antífona. A ti Dios Padre no engendrado, a ti Hijo unigénito, a ti Espíritu Santo Paráclito, santa e indivisa Trinidad, con todas las fuerzas de nuestro corazón y de nuestra voz, te reconocemos, alabamos y bendecimos; gloria a ti por los siglos de los siglos.

V. Bendigamos al Padre, y al Hijo, con el Espíritu Santo.
R. Alabémosle y ensalcémosle por todos los siglos.

Oración: Oh Dios todopoderoso y eterno, que con la luz de la verdadera fe diste a tus siervos conocer la gloria de la Trinidad eterna, y adorar la Unidad en el poder de tu majestad: haz, te suplicamos, que, por la firmeza de esa misma fe, seamos defendidos siempre de toda adversidad. Por Cristo nuestro Señor.

R. Amén.

Líbranos, sálvanos, vivifícanos, ¡oh Trinidad beatísima!