Oración al incensar el altar

Esta nueva incensación tiene por objeto honrar el Cáliz y la Hostia ofrecidos, el altar, el Celebrante, los Ministros sagrados, y todos los fieles asistentes, envolviéndolo todo en una misma oleada de fervorosa oración. 

Antes de hacer uso del incienso, el Celebrante lo bendice diciendo: 

Per intercessionem beati Michaelis Archangeli, statis a dextris altaris incensi, et omnium electorum suorum, incensum istud dignetur Dominus bene+dicere, et in odorem suavitatis accipere. Per Christum dominum nostrum. Amen 

Por la intercesión de San Miguel Arcángel, que asiste a la diestra del altar de los perfumes, y de todos sus elegidos, dignese el Señor ben+decir este incienso y recibirlo en olor de suavidad. Por Jesucristo Nuestro Señor. Así sea. 


Empieza por incensar las ofrendas, diciendo: 

Incensum istud a te benedictum, ascendat ad te, Domine, et descendat super nos misericordia tua. 

Suba, oh Señor, hasta Ti este incienso que Tú has bendecido, y descienda sobre nosotros tu misericordia. 

Ahora inciensa el Crucifijo y el altar, diciendo: 

Salmo 140 

Dirigatur, Domine, oratio mea sicut incensum in conspectu tuo: elevatio manuum mearum sacrificium vespertinum. Pone, Domine, custodiam ori meo, et ostium circumstatiae labiis meis; ur non declinet cor meum in verba malitiae, ad excusandas escusationes in peccatis. 

Suba mi oración, oh Señor, como sube este incienso; valga la elevación de mis manos como el sacrificio vespertino. Pon, oh Señor, guarda a mi boca y un candado a mis labios, para que mi corazón no se desahogue con expresiones maliciosas, buscando cómo excusar mis pecados. 

Y al entregar el incienso al Diácono, le dice: 

Ascendat in nobis Dominus ignem sui amoris, et flamman aeternae caritatis. Amen. 

Encienda el Señor en nosotros el fuego de su amor y la llama de su eterna caridad. Así sea. 

Y el Diácono inciensa al Celebrante, concelebrantes y el turiferario inciensa con tres golpes al pueblo en general.

Bendición en el vientre materno

Dios, autor de toda vida,
te pedimos que bendigas a este niño aún por nacer;
dale una constante protección y un saludable nacimiento,
como signo de nuestro renacimiento, un día,
al gozo de la vida eterna en el cielo.

Señor, que has concedido a esta mujer el gran gozo de la maternidad,
concédele serenidad en sus preocupaciones y dale decisión para guiar a su hijo por los caminos de la salvación.

Bendición del padre:
Señor de todos los tiempos,
que has escogido a este hombre
para experimentar el don y el honor de la paternidad,
dale fortaleza en esta nueva responsabilidad
para que sea ejemplo de justicia y verdad para su hijo.

Bendición de la familia:
Señor, derrama sobre esta familia un amor sincero y constante,
para que se preparen a recibir a este niño entre ellos.

Señor, que has puesto en el corazón de todos los hombres y mujeres de buena voluntad un gran respeto y admiración por el regalo de una nueva vida,
haz que esta comunidad (parroquia), fiel a las enseñanzas del Evangelio,
participe en la educación espiritual de este niño, en Cristo, nuestro Salvador.

Que vive y reina por los siglos de los siglos.

R/. Amén".

(Tomada del ritual de los obispos de EEUU)

ORACIÓN PRONUNCIADA POR SU SANTIDAD BENEDICTO XVI ANTE EL ICONO DE LA VIRGEN "SALUS POPULI ROMANI"

Toda santa, digna de todo honor,
tú eres la mejor ofrenda
que la humanidad puede presentar a Dios.

Virgen madre, Madre siempre virgen,
dirige una súplica materna a tu Hijo.

Lleva hasta el puerto la barca de la Iglesia,
evitando los escollos y venciendo los oleajes.

Protege a esta ciudad;
conforta a quienes llegan a ella,
sin techo ni defensa,
y extiende a todos tu apoyo.

Con fe te veneramos, Madre de Dios;
con amor te honramos;
con esperanza acudimos a ti,
y te proclamamos bienaventurada.

Tú, Señora mía, mi consuelo de Dios,
ayuda de mi inexperiencia,
acoge la súplica que te dirijo.

Tú, que para todos eres fuente de alegría,
hazme digno de exultar juntamente contigo.

Mira a la asamblea de los creyentes,
Madre del Salvador;
aleja de ellos las desgracias y las aflicciones;
líbralos del mal y del maligno;
protégelos con la abundancia de tu benevolencia.

Al regreso glorioso de tu Hijo, nuestro Dios,
defiende con tu materna intercesión
nuestra fragilidad humana
y acompáñanos hasta la vida eterna
con tu mano afectuosa,
tú que eres poderosa por ser Madre.

ORACIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI A LA VIRGEN DE GUADALUPE VENERADA EN LOS JARDINES VATICANOS

(Por Benedicto XVI)
Santa María, que bajo la advocación
de Nuestra Señora de Guadalupe
eres invocada como Madre
por los hombres y mujeres
del pueblo mexicano y de América Latina,
alentados por el amor que nos inspiras,
ponemos nuevamente
en tus manos maternales nuestras vidas.

Tú que estás presente
en estos jardines vaticanos,
reina en el corazón
de todas la madres del mundo
y en nuestros corazones.
Con gran esperanza,
a ti acudimos y en ti confiamos.

Dios te Salve, María,
llena eres de gracia, el Señor está contigo.
Bendita tú eres entre todas las mujeres
y bendito es el fruto
de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Nuestra Señora de Guadalupe
Ruega por nosotros

Oración ante la «Mariensäule» (Columna de la Virgen)

(Por Benedicto XVI)
Santa María, Madre inmaculada de nuestro Señor Jesucristo, en ti Dios nos ha dado el prototipo de la Iglesia y el modo mejor de realizar nuestra humanidad.

A ti te encomiendo a Austria y a sus habitantes: ayúdanos a todos a seguir tu ejemplo y a orientar totalmente nuestra vida hacia Dios.

Haz que, contemplando a Cristo, lleguemos a ser cada vez más semejantes a él, verdaderos hijos de Dios. Entonces también nosotros, llenos de toda clase de bendiciones espirituales, podremos corresponder cada vez mejor a su voluntad y ser así instrumentos de paz para Austria, para Europa y para el mundo.

Amén.

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE SESHAN

(Por Benedicto XVI)
Virgen Santísima, Madre del Verbo Encarnado y Madre nuestra,
venerada con el título de “Auxilio de los cristianos” en el Santuario de Sheshan,
a la que se dirige con devoción toda la Iglesia en China,
hoy venimos ante ti para implorar tu protección.
Mira al Pueblo de Dios y guíalo con solicitud maternal
por los caminos de la verdad y el amor, para que sea siempre
fermento de convivencia armónica entre todos los ciudadanos.

Con el dócil “sí” pronunciado en Nazaret tú aceptaste que
el Hijo eterno de Dios se encarnara en tu seno virginal
iniciando así en la historia la obra de la Redención,
en la que cooperaste después con solícita dedicación,
dejando que la espada del dolor traspasase tu alma,
hasta la hora suprema de la Cruz, cuando en el Calvario permaneciste
erguida junto a tu Hijo, que moría para que el hombre viviese.

Desde entonces llegaste a ser, de manera nueva, Madre
de todos los que acogen a tu Hijo Jesús en la fe
y lo siguen tomando su Cruz.
Madre de la esperanza, que en la oscuridad del Sábado Santo saliste
al encuentro de la mañana de Pascua con confianza inquebrantable,
concede a tus hijos la capacidad de discernir en cualquier situación,
incluso en las más tenebrosas, los signos de la presencia amorosa de Dios.

Señora nuestra de Sheshan, alienta el compromiso de quienes en China,
en medio de las fatigas cotidianas, siguen creyendo, esperando y amando,
para que nunca teman hablar de Jesús al mundo y del mundo a Jesús.
En la estatua que corona el Santuario tú muestras a tu Hijo
al mundo con los brazos abiertos en un gesto de amor.
Ayuda a los católicos a ser siempre testigos creíbles de este amor,
manteniéndose unidos a la roca de Pedro sobre la que está edificada la Iglesia.
Madre de China y de Asia, ruega por nosotros ahora y siempre. Amén.

ORACIÓN DEL PAPA BENEDETTO XVI EN EL MURO OCCIDENTAL DE JERUSALÉN

Dios de todos los tiempos,
en mi visita a Jerusalén,
la "ciudad de la paz",
casa espiritual para judíos,
cristianos y musulmanes,
te presento las alegrías,
las esperanzas y las aspiraciones,
las pruebas, los sufrimientos
y las penas de tu pueblo
esparcido por el mundo.

Dios de Abraham,
de Isaac y de Jacob,
escucha el grito de los afligidos,
los atemorizados
y los despojados;
derrama tu paz
sobre esta Tierra Santa,
sobre Oriente Medio,
sobre toda la familia humana;
despierta el corazón
de todos los que invocan
tu nombre,
para caminar humildemente
por la senda de la justicia
y la compasión.

"Bueno es el Señor
con el que en él espera,
con el alma que lo busca"
(Lam 3, 25).

ORACIÓN PARA EL AÑO SACERDOTAL

(Por Benedicto XVI)
Señor Jesús, que en san Juan María Vianney quisiste donar a tu Iglesia una conmovedora imagen de tu caridad pastoral, haz que, en su compañía y sustentados por su ejemplo, vivamos en plenitud este Año Sacerdotal.

Haz que, permaneciendo como Él delante de la Eucaristía, podamos aprender cuán sencilla y cotidiana es tu palabra que nos enseña; tierno el amor con el que acoges a los pecadores arrepentidos; consolador el abandono confiado a tu Madre Inmaculada.

Haz, Oh Señor, que, por intercesión del Santo Cura de Ars, las familias cristianas se conviertan en “pequeñas iglesias”, donde todas las vocaciones y todos los carismas, donados por tu Espíritu Santo, puedan ser acogidos y valorizados. Concédenos, Señor Jesús, poder repetir con el mismo ardor del Santo Cura de Ars las palabras con las que él solía dirigirse a Ti:

«Te amo, oh mi Dios.
Mi único deseo es amarte
hasta el último suspiro de mi vida.

Te amo, oh infinitamente amoroso Dios,
y prefiero morir amándote que vivir un instante sin amarte.

Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es la de amarte eternamente.

Oh mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo,
quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro.

Te amo, oh mi Dios Salvador,
porque has sido crucificado por mí,
y me tienes aquí crucificado contigo.
Dios mío, dame la gracia de morir amándote
y sabiendo que te amo». Amén.

ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA ENCINA

(Por Benedicto XVI)
Virgen Santa, Virgen de la Encina,
patrona de la diócesis de Viterbo,
reunidos en este santuario a ti consagrado,
te dirigimos una oración ferviente y confiada:
vela por el Sucesor de Pedro
y por la Iglesia encomendada a su solicitud;
vela por esta comunidad diocesana y por sus pastores,
por Italia, por Europa y por los demás continentes.
Reina de la paz, alcánzanos el don
de la concordia y de la paz
para los pueblos y para toda la humanidad.

Virgen obediente, Madre de Cristo,
que con tu dócil "sí" al anuncio del ángel
te convertiste en Madre del Omnipotente,
ayuda a tus hijos a seguir
los planes que el Padre celestial tiene para cada uno,
a fin de cooperar al proyecto universal de redención,
que Cristo realizó muriendo en la cruz.

Virgen de Nazaret, Reina de la familia,
haz de nuestras familias cristianas fraguas de vida evangélica,
enriquecidas por el don de muchas vocaciones
al sacerdocio y a la vida consagrada.
Mantén firme la unidad de nuestras familias,
hoy tan amenazada por todas partes,
y haz de ellas hogares de serenidad y concordia,
donde el diálogo paciente disipe las dificultades y los contrastes.
Vela sobre todo por las que están divididas y en crisis,
Madre de perdón y de reconciliación.

Virgen Inmaculada, Madre de la Iglesia,
alimenta el entusiasmo de todos los componentes
de nuestra diócesis: de las parroquias y de los grupos eclesiales,
de las asociaciones y de las nuevas formas de compromiso apostólico
que el Señor va suscitando con su Santo Espíritu;
haz que sea firme y decidida la voluntad de cuantos
el Dueño de la mies sigue llamando
como obreros a su viña, a fin de que,
resistiendo a toda adulación e insidia mundana,
perseveren generosamente
en el seguimiento del camino emprendido,
y, con tu ayuda materna, sean testigos de Cristo
atraídos por el fulgor de su amor, fuente de alegría.

Virgen Clemente, Madre de la humanidad,
dirige tu mirada a los hombres y las mujeres de nuestro tiempo,
a los pueblos y sus gobernantes, a las naciones y los continentes;
consuela a quien llora, a quien sufre,
a quien padece a causa de la injusticia humana,
sostén a quien vacila bajo el peso de la fatiga
y contempla el futuro sin esperanza;
alienta a quien trabaja para construir un mundo mejor
donde triunfe la justicia y reine la fraternidad,
donde cesen el egoísmo y el odio, y la violencia.
Que toda forma y manifestación de violencia
sea vencida por la fuerza pacificadora de Cristo.

Virgen de la escucha, Estrella de la esperanza,
Madre de la Misericordia,
fuente por la cual vino al mundo Jesús,
nuestra vida y nuestro gozo,
te damos gracias y te renovamos la ofrenda de la vida,
seguros de que jamás nos abandonas,
especialmente en los momentos oscuros y difíciles de la existencia.
Acompáñanos siempre: ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén.

Oración por la Iglesia en Irlanda

(Por Benedicto XVI)
Dios de nuestros padres, 
renuévanos en la fe que es nuestra vida y salvación, 
en la esperanza que promete perdón y renovación interior, 
en la caridad que purifica y abre nuestro corazón 
a amarte a ti, y en ti, a todos nuestros hermanos y hermanas.

Señor Jesucristo, 
que la Iglesia en Irlanda renueve su compromiso milenario 
en la formación de nuestros jóvenes en el camino 
de la verdad y la bondad, la santidad y el servicio generoso a la sociedad.

Espíritu Santo, consolador, defensor y guía, 
inspira una nueva primavera de santidad y celo apostólico 
para la Iglesia en Irlanda.

Que nuestro dolor y nuestras lágrimas, 
nuestro sincero esfuerzo por corregir los errores del pasado 
y nuestro firme propósito de enmienda, 
den una cosecha abundante de gracia 
para la profundización de la fe 
en nuestras familias, parroquias, escuelas y comunidades, 
para el progreso espiritual de la sociedad irlandesa, 
y el crecimiento de la caridad, 
la justicia, la alegría y la paz en toda la familia humana.

A ti, Trinidad, 
con plena confianza en la amorosa protección de María, 
Reina de Irlanda, Madre nuestra, 
y de san Patricio, santa Brígida y todos los santos, 
nos encomendamos nosotros mismos, 
y a nuestros hijos 
así como las necesidades de la Iglesia en Irlanda. 
Amén.

VISITA A LA CAPILLA DE LAS APARICIONES

Santo Padre:
Señora Nuestra
y Madre de todos los hombres y mujeres,
aquí estoy como un hijo
que viene a visitar a su Madre
y lo hace en compañía 
de una multitud de hermanos y hermanas.
Como Sucesor de Pedro,
al que se le confió la misión
de presidir el servicio
de la caridad en la Iglesia de Cristo
y de confirmar a todos en la fe
y en la esperanza,
quiero presentar a tu Corazón Inmaculado
las alegrías y las esperanzas,
así como los problemas y los sufrimientos
de cada uno de estos hijos e hijas tuyos,
que se encuentran en Cova de Iria
o que nos acompañan desde la distancia.

Madre amabilísima,
tú conoces a cada uno por su nombre,
con su rostro y con su historia,
y quieres a todos
con amor materno,
que fluye del mismo corazón de Dios Amor.
Te confío a todos y los consagro a ti,
María Santísima,
Madre de Dios y Madre nuestra.

Cantores y asamblea:

Nosotros te cantamos y aclamamos, María (v.1)

Santo Padre:
El Venerable Papa Juan Pablo II,
que te visitó tres veces, aquí en Fátima,
y te agradeció aquella “mano invisible”
que lo libró de la muerte,
en el atentado del trece de mayo,
en la Plaza de San Pedro, hace casi treinta años,
quiso ofrecer al Santuario de Fátima
la bala que lo hirió gravemente
y que fue colocada en tu corona de Reina de la Paz.
Nos consuela profundamente
saber que estás coronada
no sólo con la plata
y el oro de nuestras alegrías y esperanzas,
sino también con la “bala”
de nuestras preocupaciones y sufrimientos.

Te agradezco, Madre querida,
las oraciones y sacrificios
que los Pastorcillos
de Fátima realizaron por el Papa,
animados por los sentimientos
que tú les habías infundido en las apariciones.
Agradezco igualmente a todos aquellos que,
cada día,
rezan por el Sucesor de Pedro
y sus intenciones,
para que el Papa sea fuerte en la fe,
audaz en la esperanza y ferviente en el amor.

Cantores y asamblea:

Nosotros te cantamos y aclamamos, María (v.2)

Santo Padre:
Madre querida por todos nosotros,
te entrego aquí en tu Santuario de Fátima,
la Rosa de Oro
que he traído desde Roma,
como regalo de gratitud del Papa,
por las maravillas que el Omnipotente
ha realizado por tu mediación
en los corazones de tantos peregrinos
que vienen a esta tu casa materna.

Estoy seguro de que los Pastorcillos de Fátima,
los Beatos Francisco y Jacinta
y la Sierva de Dios Lucía de Jesús,
nos acompañan en este momento de súplica y júbilo.

Cantores y asamblea:

Nosotros te cantamos y aclamamos, María (v.5)

ACTO DE CONSAGRACIÓN DE LOS SACERDOTES AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA

(Por Benedicto XVI)
Madre Inmaculada, 
en este lugar de gracia, 
convocados por el amor de tu Hijo Jesús,
Sumo y Eterno Sacerdote, nosotros,
hijos en el Hijo y sacerdotes suyos,
nos consagramos a tu Corazón materno,
para cumplir fielmente la voluntad del Padre.

Somos conscientes de que, sin Jesús,
no podemos hacer nada (cfr. Jn 15,5)
y de que, sólo por Él, con Él y en Él,
seremos instrumentos de salvación para el mundo.

Esposa del Espíritu Santo,
alcánzanos el don inestimable
de la transformación en Cristo.
Por la misma potencia del Espíritu que,
extendiendo su sombra sobre Ti,
te hizo Madre del Salvador,
ayúdanos para que Cristo, tu Hijo,
nazca también en nosotros.
Y, de este modo, la Iglesia pueda
ser renovada por santos sacerdotes,
transfigurados por la gracia de Aquel
que hace nuevas todas las cosas.

Madre de Misericordia,
ha sido tu Hijo Jesús quien nos ha llamado
a ser como Él:
luz del mundo y sal de la tierra
(cfr. Mt 5,13-14).

Ayúdanos,
con tu poderosa intercesión,
a no desmerecer esta vocación sublime,
a no ceder a nuestros egoísmos,
ni a las lisonjas del mundo,
ni a las tentaciones del Maligno.

Presérvanos con tu pureza,
custódianos con tu humildad
y rodéanos con tu amor maternal,
que se refleja en tantas almas 
consagradas a ti
y que son para nosotros
auténticas madres espirituales.

Madre de la Iglesia,
nosotros, sacerdotes,
queremos ser pastores
que no se apacientan a sí mismos,
sino que se entregan a Dios por los hermanos,
encontrando la felicidad en esto.
Queremos cada día repetir humildemente 
no sólo de palabra sino con la vida,
nuestro “aquí estoy”.

Guiados por ti,
queremos ser Apóstoles
de la Divina Misericordia,
llenos de gozo por poder celebrar diariamente
el Santo Sacrificio del Altar
y ofrecer a todos los que nos lo pidan
el sacramento de la Reconciliación.

Abogada y Mediadora de la gracia,
tu que estas unida
a la única mediación universal de Cristo,
pide a Dios, para nosotros,
un corazón completamente renovado,
que ame a Dios con todas sus fuerzas
y sirva a la humanidad como tú lo hiciste.

Repite al Señor
esa eficaz palabra tuya:“no les queda vino” (Jn 2,3),
para que el Padre y el Hijo derramen sobre nosotros,
como una nueva efusión,
el Espíritu Santo.

Lleno de admiración y de gratitud
por tu presencia continua entre nosotros,
en nombre de todos los sacerdotes,
también yo quiero exclamar:
“¿quién soy yo para que me visite
la Madre de mi Señor? (Lc 1,43)

Madre nuestra desde siempre,
no te canses de “visitarnos”,
consolarnos, sostenernos.
Ven en nuestra ayuda
y líbranos de todos los peligros
que nos acechan.
Con este acto de ofrecimiento y consagración,
queremos acogerte de un modo 
más profundo y radical,
para siempre y totalmente,
en nuestra existencia humana y sacerdotal.

Que tu presencia haga reverdecer el desierto
de nuestras soledades y brillar el sol
en nuestras tinieblas,
haga que torne la calma después de la tempestad,
para que todo hombre vea la salvación
del Señor,
que tiene el nombre y el rostro de Jesús,
reflejado en nuestros corazones,
unidos para siempre al tuyo.

Así sea.

ORACIÓN POR LA VIDA NACIENTE

(Por Benedicto XVI)
Señor Jesús,
que con fidelidad visitas y colmas con tu Presencia
la Iglesia y la historia de los hombres;
que en el admirable Sacramento
de tu Cuerpo y tu Sangre
nos haces partícipes de la vida divina
y nos concedes saborear anticipadamente
la alegría de la vida eterna;
te adoramos y te bendecimos.

Postrados delante de ti, fuente y amante de la vida,
realmente presente y vivo en medio de nosotros,
te suplicamos:

Aviva en nosotros el respeto
por toda vida humana naciente,
haz que veamos en el fruto del seno materno
la admirable obra del Creador;
abre nuestro corazón a la generosa acogida
de cada niño que se asoma a la vida.

Bendice a las familias,
santifica la unión de los esposos,
haz que su amor sea fecundo.

Acompaña con la luz de tu Espíritu
las decisiones de las asambleas legislativas,
a fin de que los pueblos y las naciones
reconozcan y respeten
el carácter sagrado de la vida,
de toda vida humana.

Guía la labor de los científicos y de los médicos,
para que el progreso contribuya
al bien integral de la persona
y nadie sufra supresión e injusticia.

Concede caridad creativa a los administradores
y a los economistas,
para que sepan intuir y promover
condiciones suficientes
a fin de que las familias jóvenes puedan abrirse
serenamente al nacimiento de nuevos hijos.

Consuela a las parejas de esposos que sufren
a causa de la imposibilidad de tener hijos,
y en tu bondad provee.

Educa a todos a hacerse cargo
de los niños huérfanos o abandonados,
para que experimenten el calor de tu caridad,
el consuelo de tu Corazón divino.

Con María tu Madre, la gran creyente,
en cuyo seno asumiste nuestra naturaleza humana,
esperamos de ti,
nuestro único verdadero Bien y Salvador,
la fuerza de amar y servir a la vida,
a la espera de vivir siempre en ti,
en la comunión de la santísima Trinidad.

A la Inmaculada

(Por Benedicto XVI)
¡Gracias, oh Madre Inmaculada, por estar siempre con nosotros!
Vela siempre sobre nuestra ciudad: conforta a los enfermos,
alienta a los jóvenes, sostén a las familias.
Infunde la fuerza para rechazar el mal, en todas sus formas,
y elegir el bien, incluso cuando cuesta e implica ir contracorriente.
Danos la alegría de sentirnos amados por Dios,
bendecidos por él, predestinados a ser sus hijos.

Virgen Inmaculada, Madre nuestra dulcísima,
¡ruega por nosotros!

Plegaria a la Virgen María por los consagrados y las consagradas

(Por Benedicto XVI)
Oh María, Madre de la Iglesia,
te encomiendo
toda la vida consagrada,
a fin de que tú le alcances
la plenitud de la luz divina:
que viva en la escucha
de la Palabra de Dios,
en la humildad del seguimiento
de Jesús, tu hijo y nuestro Señor,
en la acogida
de la visita del Espíritu Santo,
en la alegría cotidiana del Magníficat,
para que la Iglesia sea edificada
por la santidad de vida
de estos hijos e hijas tuyos,
en el mandamiento del amor. Amén.

Oración a la Virgen de Fátima


¡Oh Virgen Santísima de Fátima!,
tú te apareciste repetidas veces a los niños,
yo también quisiera verte, oír tu voz y decirte:
Madre mía llévame al cielo.
Confiando en tu amor te pido me alcances una fe viva e inteligencia
para conocer y amar a tu Hijo Jesús.
Te pido de un modo especial
por la conversión de los pecadores y la paz del mundo,
por los niños, para que nunca les falten los auxilios divinos
y un día consigan la vida eterna.
¡Oh Madre mía!,
sé que escucharás y me concederás éstas y cuantas gracias te pida;
pues te las pido por el amor que tienes de tu Hijo Jesús.
Amén

LETANÍA DE LOS BEATOS FRANCISCO Y JACINTA

Señor, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros. Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros.

Nuestra Señora del Rosario de Fátima, rogad por nosotros.
Nuestra Señora de los Dolores, rogad por nosotros.
Nuestra Señora del Carmen, rogad por nosotros.
Virgen de los Pastorcitos, rogad por nosotros. 
Beato Francisco Marto, rogad por nosotros.
Beata Jacinta Marto, rogad por nosotros.
Niños llamados por Jesucristo, rogad por nosotros.
Niños llamados a contemplar a Dios en el Cielo, rogad por nosotros.
Pequeños a quien el Padre revela los misterios del Reino, rogad por nosotros.
Pequeños privilegiados del Padre, rogad por nosotros.
Alabanza perfecta de las maravillas de Dios, rogad por nosotros.
Imágenes del abandono filial, como niños en el colo de la madre, rogad por nosotros.
Víctimas de reparación en beneficio del Cuerpo de Cristo, rogad por nosotros.
Confidentes del Ángel de la Paz, rogad por nosotros.
Custodios, como el Ángel de la Patria, rogad por nosotros.
Adoradores como el Ángel de la Eucaristía, rogad por nosotros.
Videntes de la Mujer revestida con el Sol, rogad por nosotros.
Videntes de la Luz que es Dios, rogad por nosotros.
Hijos predilectos de la Virgen Madre, rogad por nosotros.
Oídos atentos a la solicitud materna de la Virgen María, rogad por nosotros.
Abogados del Mensaje de la Señora más brillante que el Sol, rogad por nosotros.
Mensajeros de la palabra de la Madre de Dios, rogad por nosotros.
Profetas del triunfo del Corazón Inmaculado de María, rogad por nosotros.
Cumplidores de los designios del Altísimo, rogad por nosotros.
Fieles depositarios del Mensaje, rogad por nosotros.
Emisarios de la Señora del Rosario, rogad por nosotros.
Misioneros de los pedidos de María, rogad por nosotros.
Portadores de las llamadas del Cielo, rogad por nosotros.
Celadores del Vicario de Cristo, rogad por nosotros.
Confesores de la vida heroica en la verdad, rogad por nosotros.
Consoladores de Jesucristo, rogad por nosotros.
Ejemplos de la caridad cristiana, rogad por nosotros.
Siervos de los enfermos y de los pobres, rogad por nosotros.
Reparadores de las ofensas de los pecadores, rogad por nosotros.
Amigos de los hombres al lado del trono de la Virgen María, rogad por nosotros.
Lirios de inocencia a exhalar santidad, rogad por nosotros.
Perlas brillantes resplandeciendo beatitud, rogad por nosotros.
Serafines de amor a los pies del Señor, rogad por nosotros.
Oblaciones a Dios para soportar los sufrimientos en acto de reparación, rogad por nosotros.
Ejemplo admirable en el compartir con los pobres, rogad por nosotros.
Ejemplo incansable en el sacrificio por la conversión de los pecadores, rogad por nosotros.
Ejemplo de fortaleza en los tiempos de la adversidad, rogad por nosotros.
Enamorados de Dios en Jesús, rogad por nosotros.
Pastorcitos que nos guiáis al Cordero, rogad por nosotros.
Discípulos de la escuela de María, rogad por nosotros.
Intercomunicadores de la humanidad, rogad por nosotros.
Frutos del árbol de la santidad, rogad por nosotros.
Don para la Iglesia Universal, rogad por nosotros.
Señal divina para el Pueblo de Dios, rogad por nosotros.
Testimonios de la gracia divina, rogad por nosotros.
Estímulo a la vivencia del bautismo, rogad por nosotros.
Experiencia de la presencia amorosa de Dios, rogad por nosotros.
Elocuentes en la intimidad de Dios, rogad por nosotros.
Intercesores, al lado de Dios, por los pecadores, rogad por nosotros.
Constructores de la Civilización del Amor y de la Paz, rogad por nosotros.
Lámparas que iluminan la humanidad, rogad por nosotros.
Luces amigas que iluminan las multitudes, rogad por nosotros.
Luceros que resplandecen en el camino de la humanidad, rogad por nosotros.
Llamas ardientes en las horas sombrías e inquietas, rogad por nosotros.
Candiles que Dios encendió, rogad por nosotros.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos. 
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.

Oración conclusiva
Dios de infinita bondad,
que amáis la inocencia y exaltáis a los humildes,
concédenos, por intercesión de la Inmaculada Madre de vuestro Hijo,
que, a imitación de los bienaventurados Francisco y Jacinta,
Os sirvamos en la simplicidad de corazón
para poder entrar en el reino de los Cielos.
Por Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo,
que es Dios con vosotros en la unidad del Espíritu Santo. Amén.

Al hacer la oración personal cada día

Antes:
Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te adoro con profunda reverencia. Te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, san José mi padre y señor, Ángel de mi guarda, intercedan por mí.

Despúes:
Te doy gracias Dios mío por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación. Te pido ayuda para ponerlos por obra. Madre mía inmaculada, san José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda, intercedan por mí.

Para mantener la presencia del Señor

Señor, Dios todopoderoso,
que nos has hecho llegar al comienzo de este día;
sálvanos hoy con tu poder,
para que no caigamos en ningún pecado;
sino que nuestras palabras, pensamientos y acciones
sigan el camino de tus mandatos.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.

Ofrecimiento del trabajo

Te ofrezco, Señor, mi trabajo.
Ayúdame a hacerlo bien,
por amor a ti y a los demás.
Santa María, Ángel de mi Guarda,
intercedan por mí.
Amén

A la Virgen de la Candelaria

Madre de la Candelaria,
Virgen sagrada María,
que conoces nuestros dolores, sufrimientos y esperanzas,
te pedimos que nos ayudes en los momentos más difíciles de nuestra vida,
y no permitas que las fuerzas del mal nos dominen.
Oh Madre de la Candelaria,
Madre de la Luz que ilumina nuestro sendero,
te confiamos nuestro peregrinaje,
para que con tu guía descubramos a Jesucristo, Luz del mundo,
que está sentado a la derecha del Padre
y vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

Bautismo en peligro de muerte

Ponemos el ceremonial para estos casos, ya que en peligro de muerte cualquier persona adulta y que tenga la intención de hacerlo, puede administrar este Sacramento.
Preparada el agua, aunque no esté bendecida, reunidos al lado del(a) niño(a) todos los familiares presentes, y el celebrante, comienza con esta breve oración de los fieles.

M/ Hermanos: Invoquemos la misericordia de Dios todopoderoso para este(a) niño(a) que va a recibir la gracia del Bautismo, por sus padres y padrinos, y por todo el pueblo santo de Dios.
R/ Te rogamos, óyenos.
M/ Para que se digne adoptarlo como hijo(a) suyo, por el Bautismo. Roguemos al Señor.
R/ Te rogamos, óyenos.
M/ Para que sepultado por el bautismo en la muerte de Cristo, le haga partícipe de su resurrección. Roguemos al Señor.
R/Te rogamos, óyenos.
M/ Para que se digne renovar en todos nosotros la gracia del bautismo. Roguemos al Señor.
R/ Te rogamos, óyenos.
M/ Para que se digne conservar siempre en una misma fe y caridad a todos los discípulos de Cristo, bautizados para formar un solo cuerpo. Roguemos al Señor.
R/ Te rogamos, óyenos.
M/ Dios, fuente de vida y amor, Padre  de nuestro Señor Jesucristo: Tú quieres revelar tu designio de amor a estos padres que temen por la vida de su hilo(a), dándoles a conocer que no ha de perderse para siempre ésta vida que renacerá en el Bautismo. Escucha nuestras súplicas: No permitas que este(a) niño(a) permanezca bajo el poder del mal, sino admítelo(a) en el Reino de tu Hijo. Concede que este(a) niño(a), a quien damos el nombre de N., por esta agua vivificada por el Espíritu, participe en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, sea hijo(a) de adopción, alcance tu heredad y se alegre como miembro de tu Iglesia con el Hijo y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
R/ Amén.
M/ Recordando nuestro Bautismo, confesemos nuestra fe en Jesucristo, que es la fe de la Iglesia, en la que este(a) niño(a) va a ser bautizado(a).
Recitan todos el Credo
T/ Creo en Dios Padre…
Después el ministro bautiza al niño diciendo:
N., Yo te Bautizo en el nombre del Padre (primera infusión de agua) y del Hijo (segunda infusión de agua), y del Espíritu Santo (tercera infusión de agua).
Se puede imponer la vestidura blanca:
M/ N., eres nueva criatura y has sido revestido(a) de Cristo. Esta vestidura blanca sea signo de tu dignidad de cristiano(a), que debes conservar sin mancha hasta la vida eterna.
R/ Amén.
Termina la celebración rezando todos la oración dominical:
T/ Padre Nuestro….

Oración por la Vocaciones Sacerdotales y Religiosas

Señor Nuestro, Jesucristo,
que dijiste a tus Apóstoles: 
“la mies es mucha y los operarios son pocos,
ruega al Señor de la mies
que envíe operarios a su campo”,
humildemente te suplicamos
que envíes a tu Iglesia, 
numerosas y santas vocaciones
sacerdotales y religiosas;
te lo pedimos por intercesión 
de la Santísima Virgen María, Nuestra Madre, 
y por la de nuestros santos patronos y protectores
que con su vida y merecimientos
santificaron nuestro suelo. Amén.

Oración de san Francisco de Asís

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
Que donde haya odio, ponga yo amor;
que donde haya ofensa, ponga yo perdón;
que donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
que donde haya tinieblas, ponga yo luz;
que donde haya tristeza, ponga yo alegría:
Haz, Señor, que no busque tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido como comprender; 
ser amado como amar. 
Porque es dando como recibimos;
olvidándonos de nosotros, como nos encontramos;
Perdonando, como obtenemos perdón;
y es muriendo, como resucitamos a la vida eterna.