Oración a Nuestra Señora De Guadalupe, compuesta por Benedicto XVI

Virgen María de Guadalupe,
Madre del verdadero Dios por quien se vive.
En San Juan Diego, el más pequeño de tus hijos,
tú dices hoy a los pueblos de América Latina:
“¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?
¿No estás bajo mi sombra?
¿No estás por ventura en mi regazo?”

 
Por eso nosotros, con profundo agradecimiento,
reconocemos a través de los siglos
todas las muestras de tu amor maternal,
tu constante auxilio, compasión y defensa
de los moradores de nuestras tierras,
de los pobres y sencillos de corazón.

 
Con esta certeza filial, acudimos a ti, para pedirte que,
así como ayer, vuelvas a darnos a tu Divino Hijo,
porque sólo en el encuentro con Él
se renueva la existencia personal y se abre el camino
para la edificación de una sociedad justa y fraterna.

 
A ti, “Misionera Celeste del nuevo mundo”
que eres el rostro mestizo de América Latina
y luminosamente manifiestas
su identidad, unidad y originalidad,
confiamos el destino de nuestros pueblos.

 
A ti, Pedagoga del Evangelio de Cristo,
Estrella de la nueva evangelización,
consagramos la labor misionera del pueblo de Dios
peregrino en América Latina.


¡Oh Dulce Señora!, ¡Oh Madre nuestra!,
¡Oh siempre Virgen María!
¡Tu presencia nos hace hermanos!
Acoge con amor esta súplica de tus hijos
y bendice esta amada tierra tuya. Amén.

QUÉ SON LOS VALORES

Los valores humanos son aquellos bienes universales que pertenecen a nuestra naturaleza como personas y que, en cierto sentido, nos humanizan, porque mejoran nuestra condición de personas y perfeccionan nuestra naturaleza humana.
Los valores son el motor de nuestras vidas. Son esos bienes hacia los cuales tendemos.
La libertad nos capacita para ennoblecer nuestra existencia, pero también nos pone en peligro de empobrecerla. Las demás creaturas no acceden a esta disyuntiva. Un gato siempre se comportará como un felino y no será culpado o alabado por ello.
Nosotros, en cambio, si prestamos oídos a nuestros instintos e inclinaciones más bajas, podemos actuar como bestias, y de este modo, deshumanizarnos.
Boecio, el filósofo del siglo V, escribió: El hombre sobresale del resto de la creación en la medida en que él mismo reconoce su propia naturaleza, y cuando lo olvida, se hunde más abajo que las bestias. Para otros seres vivientes, ignorar lo que son es natural; para el hombre es un defecto.

¿CÓMO DISTINGUIR UN VALOR DE UN ANTIVALOR?
Pregúntate con sinceridad: Esto que voy a realizar, ¿me acerca a Dios? ¿Me ayuda realmente a ser mejor persona? ¿A quién amo al realizarlo?
Si te ayuda a ser mejor, a acercarte a Dios y a amar más a los demás, entonces es un valor. Si te aleja de Dios, si te hace ser peor, si no te ayuda a amar más y mejor a los demás, es un antivalor.

¿CUÁL ES LA PRIMERA Y MEJOR ESCUELA DONDE APRENDER A VIVIR LOS VALORES?
La familia, el hogar.
Es ese lugar querido por Dios donde aprendemos a ser personas.
En la familia se aprende a ser amado, a ser generoso, a ser fiel; ahí mismo aprendemos a amar a la Patria; en ella se aprende a amar a Dios, a ser responsable, a compartir.
¡Qué importante es la familia!

CUIDA EL TESORO DE TU FE
       Ten mucho cuidado con los valores que te ofrece el mundo.
       Son verdaderos antivalores, pues te apartan de Dios.
       Este mundo nos ofrece el placer, el sexo desenfrenado, la comodidad, la envidia, el querer tener más cosas, el despreciar a los demás, el divorcio, la violencia, la pornografía, la infidelidad, el egoísmo.
       Hoy en día hay una depreciación de los valores tradicionales en las familias.
       Los valores hoy en día es una situación que preocupa.
       La sociedad cambia si la familia cambia: es necesario que las familias vivan con ética familiar.

CÓMO ENSEÑAR VALORES A LOS HIJOS
Los niños pequeños aprenden con el ejemplo, por lo tanto enseñar a los niños y niñas los valores implica un compromiso personal.
Es necesario dar el ejemplo con hechos y palabras para que los niños los asimilen, los imiten y los vivan.

POR QUÉ ENSEÑAR VALORES A LOS NIÑOS
       Educar a los niños en valores les permitirá tomar decisiones más acertadas durante toda su vida y esto a su vez los hará personas más seguras, plenas y felices.
       La enseñanza de los valores se inicia en el hogar, promovida por el ser y el hacer de los padres y otros adultos significativos para el niño; más tarde, en la escuela estos valores deberán ser ampliados y fortalecidos

LA FOMACIÓN DE LOS HIJOS
       La educación de los hijos requiere tiempo. Pero no mucho, sino todo.
       Los hijos lo perciben todo:.
       No digamos ya un juicio inequívoco: "la vecina de al lado es insoportable", "qué desgracia, no nos ha tocado la lotería", etc.
       Si el padre al llegar a casa nunca dice a su hijo más que "hola", para sumergirse acto continuo en "lo suyo", está deformando al niño de un modo tan efectivo.


¿QUÉ HACER CON LOS INTERMINABLES POR QUÉS?
       Cuando los niños le pregunten "¿de dónde viene la lluvia?", dígaselo, y si no lo sabe dígales eso también, que no lo sabe, y prométales averiguarlo.
       Si hacen preguntas en un momento inoportuno, como cuando tratamos de hacerles dormir, se les debe decir: "Pregúntame eso mañana, a la hora del desayuno, ¿quieres?".
       Nunca es bueno dejar sin alguna respuesta verdadera la pregunta de un niño.

CUIDADO CON EL CUELLO DE LA BOTELLA
       La mente del niño se ha comparado al cuello de una botella: si se intenta meterle gran cantidad de licor en poco tiempo, se derrama y desperdicia; en cambio, gota a gota, despacio, pero con constancia, pronto se llena y va asimilando sabiduría.

CUIDAR LAS COSAS PEQUEÑAS
       El mal se suele difundir ordinariamente por medio de cosas pequeñas. Los virus, las bacterias nocivas se instalan en los buenos alimentos. No dar importancia a pequeños detalles de higiene puede acarrear graves enfermedades.

1.    VALOR DE LA RESPONSABILIDAD
  Ayuda a establecer las metas a las que se quiere llegar y a decidir cómo alcanzarlas.
  “No somos responsables sólo de aquello que decimos, sino también de las que no decimos”. Martín Lutero
  Responsabilidad es la capacidad de dar respuesta de los propios actos.
  El valor de la Responsabilidad hace que se pueda convivir pacíficamente en la familia, escuela y sociedad.
  La Responsabilidad empieza con uno mismo, con lo que se hace, con lo que se cree, con lo que se piensa, con los compromisos y metas que se marcan.
       ¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra responsabilidad?
-       Percatarnos de que todo cuanto hagamos tiene una consecuencia que depende de nosotros mismos. Nosotros somos quienes decidimos.
-       Lograr de manera estable, habitual, que nuestros actos correspondan a nuestras promesas. Si prometemos “hacer lo correcto” y no lo hacemos, entonces no hay responsabilidad.
-       Educar a quienes están a nuestro alrededor para que sean responsables.
El camino más difícil, pero que a la larga es el mejor, es el educar al irresponsable. ¿No vino el carpintero? Entonces, a ir por él y hacer lo que sea necesario para asegurarnos de que cumplirá el trabajo. ¿Y el gasfitero? Hacer que repare sin costo el desperfecto que no arregló desde la primera vez. ¿Y con la pareja infiel? Hacerle ver la importancia de lo que ha hecho, y todo lo que depende de la relación. ¿Y con el gobernante que no hizo lo que debía? Utilizar los medios de protesta que confiera la ley para que esa persona responda por sus actos.

2.    VALOR DE LA PUNTUALIDAD
  Es una disciplina de estar a tiempo para cumplir las obligaciones diarias.
  Este valor de la Puntualidad promueve la personalidad en el carácter, orden y eficacia
  La Puntualidad exige sacrificio, no buenas intenciones: La Puntualidad ordena la vida de la familia en proyectos y costumbres.
  La Puntualidad hace a la persona en la familia a ser eficaz y efectiva por lograr una calidad de vida de relaciones más estrechas.
Para crecer y hacer más firme este valor en tu vida, puedes iniciar con estas sugerencias:
       Examínate y descubre las causas de tu impuntualidad: pereza, desorden, irresponsabilidad, olvido, etc.
       Establece un medio adecuado para solucionar la causa principal de tu problema (recordando que se necesita voluntad y sacrificio): Reducir distracciones y descansos a lo largo del día; levantarse más temprano para terminar tu arreglo personal con oportunidad; colocar el despertador más lejos…
       Aunque sea algo tedioso, elabora por escrito tu horario y plan de actividades del día siguiente. Si tienes muchas cosas que atender y te sirve poco, hazlo para los siguientes siete días. En lo sucesivo será más fácil incluir otros eventos y podrás calcular mejor tus posibilidades de cumplir con todo. Recuerda que con voluntad y sacrificio, lograrás tu propósito.
       Implementa un sistema de “alarmas” que te ayuden a tener noción del tiempo (no necesariamente sonoras) y cámbialas con regularidad para que no te acostumbres: usa el reloj en la otra mano; utiliza notas adheribles…
       Establece de manera correcta tus prioridades y dales el lugar adecuado, muy especialmente si tienes que hacer algo importante aunque no te guste.

3.    VALOR DE LA SINCERIDAD
La Sinceridad es un valor que caracteriza a las personas por la actitud congruente que mantienen en todo momento, basada en la veracidad de sus palabras y acciones.
Para ser sinceros debemos procurar decir siempre la verdad, esto que parece tan sencillo, a veces es lo que más cuesta trabajo. Utilizamos las "mentiras piadosas" en circunstancias que calificamos como de baja importancia, donde no pasa nada: como el decir que estamos avanzados en el trabajo, cuando aún no hemos comenzado, por la suposición de que es fácil y en cualquier momento podemos estar al corriente.
Obviamente, una pequeña mentira, llevará a otra más grande y así sucesivamente… hasta que nos sorprenden.
Cabe enfatizar que "decir" la verdad es una parte de la Sinceridad, pero también "actuar" conforme a la verdad, es requisito indispensable.

4.    VALOR DE LA HUMILDAD
La humildad es la conciencia que tenemos acerca de lo que somos, de nuestras fortalezas y debilidades como seres humanos, y que nos impide por lo tanto creernos superiores a los demás. Los que son humildes no se sobreestiman ni maltratan a los menos favorecidos desde el punto de vista social, económico o de educación.
  La Humildad es una virtud, es reconocer la grandeza de Dios y nuestra pequeñez ante Él.
  “Quien es humilde no necesita demasiadas alabanzas y elogios en su tarea, porque su esperanza está puesta en el Señor; y Él es, de modo real y verdadero, la fuente de todos sus bienes y su felicidad: es Él quien da sentido a todo lo que hace.” (San Agustín)

5.    VALOR DE LA COMPRENSIÓN
La comprensión es la actitud tolerante para encontrar como justificados y naturales los actos o sentimientos del otro.
Es un acto lleno de generosidad porque con ella aprendemos a disculpar, a tener confianza en los demás, y por lo tanto, ser una persona de estima, a quien se puede recurrir en cualquier circunstancia.
Podemos saber que un empleado nuestro comete errores con cierta frecuencia, “justificamos” este hecho debido a una falta de conocimiento, lo cual determina sus fallas como involuntarias y observamos la necesidad urgente e inmediata de brindar la capacitación correspondiente. El justificar se convierte en una disculpa, en una atenuante que nos hace ubicar el problema en su justa medida, por lo tanto, la comprensión nos lleva a proponer, sugerir o establecer los medios que ayuden a los demás a superar el estado por el que actualmente pasan.
El ser tolerantes no significa ser condescendientes con lo sucedido y hacer como si nada hubiera pasado.
La tolerancia debe traducirse como la confianza que tenemos en los demás para que superen sus obstáculos. El padre de familia que retira todo su apoyo a los hijos hasta que mejoren sus calificaciones, condiciona su comprensión a resultados, y no al propósito, al esfuerzo y al empeño que se pongan para lograr el objetivo.

Si deseamos hacer nuestra comprensión de manera consciente, debemos pensar un momento si hacemos lo necesario para:
- Aprender a escuchar y hacer lo posible para no dejarnos llevar por el primer impulso (enojo, tristeza, desesperación, etc.)
- No hacer juicios prematuros, primero se deben conocer todos los aspectos que afectan a la situación, hay que preguntar. No basta decir que una persona es poco apta para un trabajo.
- Distinguir si es una situación voluntaria, producto de los sentimientos o de un descuido. En cualquier caso siempre habrá una forma de prevenir futuros desaciertos.
- Preguntarnos qué haríamos y cómo reaccionaríamos nosotros al vernos afectados por la misma situación.
- Buscar las posibilidades y opciones de solución. Es la parte más activa de la comprensión, pues no nos limitamos a escuchar y conocer qué sucede.
- Dar nuestro consejo, proponer una estrategia o facilitar los medios necesarios que den una alternativa al alcance de la persona.


6.    VALOR DE LA PACIENCIA
  La paciencia es el valor que hace a las personas tolerar, comprender, padecer y soportar los contratiempos y las adversidades con fortaleza, sin lamentarse; moderando sus palabras y su conducta para actuar de manera acorde a cada situación.
  La vida se desenvuelve a un ritmo vertiginoso: demasiada prisa para hacer, para llegar, para resolver asuntos personales y del trabajo, fricciones que surgen cada día con las personas, citas urgentes. Si nuestra época pudiera tener un nombre se llamaría “prisa”.
 “La Paciencia es una virtud por la que se soporta con ánimo sereno los males: no sea que por perder la serenidad del alma abandonemos bienes que nos han de llevar a conseguir otros mayores”. (San Agustín)

7.    VALOR DEL AUTODOMINIO
  Ayuda a controlar el carácter.
  Permite afrontar con serenidad los contratiempos diarios y ayuda a tener paciencia y comprensión en las relaciones familiares.
  El Autodominio es una actitud que  impulsa a cambiar positivamente la personalidad.
  El Autodominio ayuda a ser más sencillos, personas de acción y  no de palabrería.
Para iniciar y desarrollar el autodominio, considera como importante:
       Aprende a escuchar. De lo contrario, se convierte en la muestra más clara de la falta de autodominio.
       Procura no distinguirte por comer abundantemente, decir disparates, vestir de forma estrafalaria, mostrar poca educación o malos modales.
       Evita el deseo de enterarte de lo que no te incumbe, hacer comentarios imprudentes y dar consejos no solicitados, eso es ser entrometido.
       Cuida especialmente tus relaciones personales, evita suponer las palabras y actitudes que los demás tienen y que “motivan” tu enojo. Lo más importante es que tú cambies de actitud, que hasta ahora también es predecible.
       Dedica unos minutos cada día para reflexionar y elaborar una pequeña lista sobre las situaciones cotidianas que normalmente te disgustan, provocan pereza, caes en excesos y aquellas en las que evades tus responsabilidades. No te preocupes si en un principio son pocas, más adelante seguirás descubriendo otras no menos importantes.
       De la lista obtenida, selecciona dos de todas ellas (puedes elegir entre las interrupciones en el trabajo, comprar los víveres para el hogar, desvelarte con frecuencia, dedicar el tiempo necesario al estudio, por ejemplo), reflexiona sobre la actitud correcta que debes adoptar y llévalas a la práctica por una o dos semanas, después de ese período elige otras y así sucesivamente.

  En la Familia el Autodominio ayuda a ser tolerante y a pasar por alto las pequeñas fricciones diarias, siendo serenos, comprensivos y cariñosos.
  El Autodominio ayuda a saber escuchar en la familia y mantener una relación sana: a relacionarse con delicadeza y cordialidad.

8.    VALOR DE LA PRUDENCIA
  La Prudencia es una virtud que nos proporciona actuar con mayor conciencia y calma frente a las situaciones ordinarias de la vida.
  La Prudencia nos ayuda a reflexionar y a considerar los efectos que pueden producir las palabras y acciones en nuestros semejantes en la familia.
  La Prudencia nos da la habilidad de reconocer nuestros errores y limitaciones y aprender de ellos para no volverlos a cometer.

9.    VALOR DE LA COHERENCIA
  Es la correcta conducta de mantener en todo momento una actitud de acuerdo a los principios familiares y religiosos.
  Con este valor somos capaces de cumplir con mayor eficacia nuestras obligaciones, pues hace falta ser honesto y responsable.
  Ser Coherente es defender con criterio y carácter los principios morales, humanos y religiosos que nos rigen.
  La Coherencia exige de la persona lealtad y compromiso a los principios que se educan en la familia.
  La coherencia evita las discusiones y enfrentamientos en la familia: y si algo se aclara ayuda a no  perder la serenidad, cortesía y comprensión en los miembros de la  familia.

Para la práctica y vivencia de este valor puedes considerar:
       Examina si tus actitudes y palabras no cambian radicalmente según el lugar y las personas con quien estés. Que en todo lugar se tenga la misma imagen y opinión de ti.
       Piensa en la coherencia que exiges de los demás y si tú actúas y correspondes, al menos, en la misma proporción.
       Sé prudente para elegir amistades, lugares y eventos. Así no tendrás que esconderte, mentir y comportarte en forma contraria a tus principios.
       Evita hacer trampa o cumplir con tus obligaciones a medias. Aunque sea lo más fácil y nadie se percate de ello por el momento.
       Procura no ser necio. Considera que algunas veces puedes estar equivocado, escucha, reflexiona, infórmate y corrige si es necesario.
       Evita discusiones y enfrentamientos por cosas sin importancia. Si hay algo que defender o aclarar, no pierdas la cordura. Serenidad, cortesía y comprensión.

10.    VALOR DEL PERDÓN
  Perdonar de corazón es un reto para todos los hijos de Dios. Perdonamos como somos perdonados por Dios.
  “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
  Dios nos ha perdonado mucho, y no debemos guardar rencor a nadie. Hemos de aprender a disculpar con generosidad, perdonar con prontitud en familia.
  El perdón embellece la vida y se hace presente Dios en el que perdona.
Para saber perdonar necesitamos:
- Evitar "interpretar" las actitudes.
- No hacer juicios sin antes de preguntarnos el "por qué" nos sentimos agredidos (así encontraremos la causa: imaginación, susceptibilidad, egoísmo).
- Si el malentendido surgió en nuestro interior solamente, no hay por qué seguir lastimándonos: no hay que perdonar. Lamentamos bastante cuando descubrimos que no había motivo de disgusto… entonces nosotros debemos pedir perdón.
Si efectivamente hubo una causa real o no tenemos claro qué ocurrió:
- Tener disposición para aclarar o arreglar la situación.
- Pensar la manera de llegar a una solución.
- Buscar el momento más adecuado para platicarlo con calma y tranquilidad, sobre todo de nuestra parte.
- Escuchar con paciencia, buscando comprender los motivos que hubo.
- Exponer nuestras razones y llegar a un acuerdo.
- Olvidar el incidente y seguir como si nada hubiera pasado.
   “Siervo malvado, yo te he perdonado toda la deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo he tenido de ti? Y su señor irritado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagara toda la deuda.” Mt. 18, 32-34.

11.              VALOR DE LA ORACIÓN
  La Oración es un diálogo del hombre con Dios y de Dios con el hombre, es un encuentro íntimo entre los dos. El ser humano tiene necesidad de entrar en contacto con su Creador.
  No digas Padre, si cada día no te portas como un buen hijo
  No digas nuestro, cuando sólo piensa en ti y te olvidas de los demás.
  No digas que está en el cielo, si sólo piensas en las cosas materiales.
  No digas santificado sea tu Nombre, si no lo honras en cada momento de tu vida.
  No digas venga a nosotros tu Reino, si las puertas de tu corazón están cerradas.
  No digas hágase tu voluntad, si no aceptas con humildad lo que te ofrece el Señor.
  No digas danos hoy nuestro pan de cada día, si teniéndolo tú, no lo cuidas, ni lo usas para el beneficio de tu prójimo.
  No digas perdona nuestras ofensas, si sigues guardando rencor y odio a tus hermanos.
  No digas no nos dejes caer en la tentación, si no estás dispuesto a cambiar tu conducta.
  No digas líbranos del mal, si aceptas seguir por el mal camino.
  No digas Amén, si no te comprometes y realizas lo que has orado.
  Para enseñar a orar, no basta decirle al hijo cada noche: "reza", o preguntarle por la mañana, "¿ya te has persignado?". Esto puede crear en él algunos hábitos, pero enseñar a orar es otra cosa. Se trata de una experiencia que el niño ha de descubrir y aprender  viendo a sus padres que oran.

El tesoro de mi corazón

Normalmente nuestra felicidad dura muy poco cuando ponemos nuestra mirada en las cosas pasajeras de la vida. El video responde a la pregunta que todos debemos hacernos ¿Dónde está nuestro Corazón?

¿Dónde pones tu FE?

Aunque muchos dicen no tener fe, ejercen la fe todos los días en situaciones sencillas de la vida, a veces sin darse cuenta; sin embargo cuando se trata de tener fe en Dios se les hace difícil y complicado, ¿Por qué?

¡Dile a tu DIOS que te ayude!

¿Y a mi qué me importa?

En la vida hay muchas cosas que nos parecen sin importancia, hasta que las circunstancias nos obligan a recapacitar y tomar una decisión al respecto.

¡Ya estoy lista!

Antes de hacer un regalo tan especial, hay que pensar en las consecuencias...

Método de oración Lectio Divina

Orar es dialogar con Dios; un encuentro personal con Dios vivo.
Un medio privilegiado para encontrar y escuchar a Dios es la Sagrada Escritura. Cristo está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla (SC 7). La Biblia no es sólo un libro que contiene verdades y enseñanzas, sino es sobre todo lugar de encuentro con Cristo Resucitado.
lectio_divina
Por obra del Espíritu Santo, la Virgen María recibió en su seno al Verbo que se hizo carne. De modo análogo cuando nosotros leemos la Biblia y la meditamos, recibimos la Palabra en nuestro corazón bajo la acción del Espíritu Santo.
Al leer la Sagrada Escritura, nuestra actitud fundamental debe ser de acogida y escucha. Se trata de escuchar lo que Dios me dice a mí y luego responderle.
El 6 de noviembre de 2005, el Papa Benedicto XVI explicó así la Lectio Divina:
"Consiste en meditar ampliamente sobre un texto bíblico, leyéndolo y volviéndolo a leer, rumiándolo en cierto sentido como escriben los padres, y exprimiendo todo su jugo para que alimente la meditación y la contemplación y llegue a irrigar como la savia la vida concreta. Como condición, la lectio divina requiere que la mente y el corazón estén iluminados por el Espíritu Santo, es decir, por el mismo inspirador de las Escrituras, y ponerse, por tanto, en actitud de religiosa escucha. Esta es la actitud típica de María santísima, tal y como lo muestra de manera emblemática la imagen de la anunciación."

Los pasos de la Lectio Divina:

1. Recógete para escuchar la palabra de Dios e invoca al Espíritu Santo.

El mismo Espíritu que habita en el templo de tu alma por la gracia,"habita" y está presente en la Sagrada Escritura. Con el deseo ardiente de escuchar a Dios, invoca al Espíritu Santo: que ilumine tu inteligencia para conocer mejor a Cristo y su palabra, que encienda tu corazón para amarlo con pasión y que mueva tu voluntad para seguirlo más de cerca.
recogimiento

2. Lectura (Lectio) ¿Qué dice el texto?

Lee pausadamente un texto de la Biblia, como si fuera "una carta de amor escrita por Dios personalmente a mí" (san Gregorio Magno).
Reléelo; trata de familiarizarte con el texto, intenta comprenderlo (el contexto, los personajes, los sentimientos, las acciones, los verbos...) sin pretender todavía extraer mensajes o conclusiones.
Descubre la palabra-luz que ilumina tu inteligencia, la palabra-fuerza que fortalece tu espíritu, la palabra-fuego que enciende tu corazón de amor a Dios y a los hombres, la palabra-símbolo que abre tu mente y corazón a nuevas reflexiones y afectos.
Puedes subrayar lo que te parezca central: poner un signo de exclamación al pasaje o pasajes que más te interpelen, y un asterisco a lo que te ayude a orar. Puedes señalar de una forma las reflexiones que te llamen la atención y de otra manera aquellas frases que te susciten afectos.
lectura

3. Meditación (Meditatio) Qué me dice a mí el texto?

Gusta y saborea ese mensaje de Dios para ti, como María, que "custodiaba todas estas cosas rumiándolas en su corazón." (Lc. 2,19)
Recuerda otros pasajes de la Sagrada Escritura que tengan relación, confróntalos, que se enriquezcan y complementen los unos con los otros, como si fueras una abeja que va combinando el néctar de diversas flores. Es el Espíritu Santo el que va a elaborar en tu interior una miel exquisita preparada especialmente para ti.
Confronta los textos con las situaciones y circunstancias de tu vida y pregúntate: ¿por qué este texto es importante para mí?, ¿qué me sugiere?, ¿qué actitudes y sentimientos me transmite? Intenta escuchar a Dios que te habla.
meditacion

4. Oración (Oratio) Qué le digo a Dios movido por su palabra?

Dios te ha hablado, le has escuchado y has acogido su palabra. Ahora respóndele esa carta de amor que Él te escribió. Háblale con toda humildad y con todo tu corazón.
Exprésale con confianza tus sentimientos, una vez unos, otra vez otros: de agradecimiento, alabanza, súplica, adoración, alegría, tristeza, odio al pecado, amor a Cristo, arrepentimiento, compasión, intercesión, reconocimiento de tu miseria y petición de perdón, ofrecimiento...
oracion

5. Contemplación (Contemplatio)

Contempla el rostro de Cristo, esperando y deseando que, a través de los ojos del alma, el Espíritu Santo actúe en tus facultades (inteligencia,voluntad, corazón, sensibilidad, acción) llenándolas de su santidad, de su sabiduría, de sus dones y carismas.
Déjate impregnar por la presencia y el amor de Dios como una esponja sedienta que se hunde bajo el agua viva.
contemplacion

6. Acción (Actio)

Que la palabra de Dios sea ahora escuela de vida para ti. Que poco a poco te transforme y te modele conforme a la imagen de Cristo.
Busca imitarle y seguirle más de cerca por la vivencia de las virtudes teologales y las demás virtudes cristianas. Con tu comportamiento y con tu palabra, sé para los demás un testigo que se ha encontrado con Dios. Como una concha llena que comparte lo que lleva dentro.
Pídele ayuda y dale las gracias.
testimonio
Si quieres profundizar en el método de la Lectio Divina, te recomiendo que leas la Scala Claustralium de Guido II el Cartujo, sobre el modo de orar a partir de la Palabra de Dios, y la Exhortación Apostólica Postsinodal Verbum Domini del Papa Benedicto XVI.
P. Evaristo Sada LC
http://www.la-oracion.com

¿Cómo alcanzar la paz interior?

A veces nos sentimos insatisfechos con nosotros mismos. Tenemos la sensación de que no encajan las piezas del rompecabezas; que no están bien ensambladas mi identidad, mi vida íntima y mi comportamiento. La conciencia reclama y dice que algo anda mal.
paz interior


Esto puede tener diversas causas. Entre otras, sucede cuando una persona se comporta de una manera que no corresponde a la propia verdad, sea por incoherencia, sea para dar una apariencia falsa de sí mismo.
Para ser una persona en armonía, de una sola pieza, es necesario que encajen el ser y el obrar. Una persona madura es aquella que se comporta conforme a lo que es. Y cuando hablo de ser y de identidad me refiero a lo básico, a lo más profundo de nosotros mismos: nuestra condición de creaturas, de hijos de Dios, de cristianos.
Conversando sobre este tema con un hermano sacerdote, el P. John Hopkins, L.C., me hizo un dibujo que me gustó y al que luego hice ciertas adaptaciones:
conocimiento personal
* La fachada es aquello que queremos que los demás vean y piensen de nosotros.
* La pus es aquello que si bien es verdad, preferimos esconderlo, pues reconocemos que estamos mal.
* El corazón es nuestra identidad, nuestra verdad más profunda. Lo que somos a los ojos de Dios.
Leí hace tiempo un cuento:
Un viejo indio Cherokee le habló a su nieto sobre una batalla que se libra en el interior de
las personas. Le dijo: "Hijo mío, la batalla es entre dos lobos que llevamos dentro. Un
lobo es el pecado: la rabia, la impaciencia, la decepción, el rencor, el resentimiento, el
odio, el orgullo, el deseo de venganza, el ego, el orgullo. El otro lobo es el bien: es el
perdón, la misericordia, la paz, el respeto, la esperanza, la bondad, la compasión, la
confianza, la humildad, el amor..." El niño se quedó pensando y luego le preguntó a su
abuelo: "Abuelo, ¿cuál lobo gana la batalla?" El anciano le respondió: "Aquél al que tú
alimentas."

Si queremos vivir en armonía, ser personas de profunda paz interior y que irradien paz a su alrededor, debemos alimentar el corazón. ¿Con qué? Con los sacramentos y la oración. Cuidar la vida de gracia para que sea la presencia de Dios en nosotros la fuente de paz interior. Y cuidarla significa buscarla y dejarla actuar. Dejar actuar a Dios dentro del corazón, dar espacio a la labor silenciosa de la gracia divina, que vence nuestras resistencias y cura nuestras llagas.
"El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel". (Mt 13, 44)
Así es la gracia en nuestra vida. Un tesoro escondido por el que valdría la pena venderlo todo, porque todo nos lo da. La semana pasada celebramos la fiesta de la conversión de San Pablo. El recuerdo de Saulo de Tarso nos anima a confiar en el poder de la gracia acogida, consentida y correspondida por nuestra voluntad libre. En las vísperas celebradas por S.S. Benedicto XVI en la basílica de San Pablo Extramuros, el Santo Padre decía:

"Tras el evento extraordinario que sucedió en el camino de Damasco, Saulo, quien se distinguía por el celo con que perseguía a la Iglesia naciente, fue transformado en un apóstol incansable del evangelio de Jesucristo. En la historia de este extraordinario evangelizador, es claro que tal transformación no es el resultado de una larga reflexión interior y menos el resultado de un esfuerzo personal. Es, ante todo, obra de la gracia de Dios que ha actuado conforme a sus inescrutables caminos. Por esto Pablo, escribiendo a la comunidad de Corinto unos años después de su conversión, dice, como hemos escuchado en la primera lectura de estas Vísperas: "Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí." (I Corintios 15:10). Por otra parte, examinando cuidadosamente la historia de san Pablo, se comprende cómo la transformación que ha experimentado en su vida no se limita al plano ético --como una conversión de la inmoralidad a la moralidad--, ni al nivel intelectual --como cambio del propio modo de entender la realidad--, sino más bien se trata de una renovación radical de su ser, similar en muchos aspectos a un renacimiento. Tal transformación tiene su base en la participación en el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo, y se presenta como un proceso gradual de configuración con Él. A la luz de esta conciencia, san Pablo, cuando luego sea llamado a defender la legitimidad de su vocación apostólica y del evangelio por él anunciado, dirá: "Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gal 2,20)."
Por su parte, el Catecismo de la Iglesia Católica nos confirma que:
"Es una verdad inseparable de la fe en Dios Creador: Dios actúa en las obras de sus criaturas. Es la causa primera que opera en y por las causas segundas: "Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece" (Flp 2,13). Esta verdad, lejos de disminuir la dignidad de la criatura, la realza. Sacada de la nada por el poder, la sabiduría y la bondad de Dios, no puede nada si está separada de su origen, porque "sin el Creador la criatura se diluye"; menos aún puede ella alcanzar su fin último sin la ayuda de la gracia". (CIC, 308)
Como escribía al inicio del artículo, las causas de nuestro desasosiego interior pueden ser muchas. Sabemos que existen asimismo elementos humanos que contribuyen a la paz interior y que si Dios quiere podremos tratar más adelante. Quedémonos hoy con el gusto de haber reflexionado en lo que Dios puede hacer con nosotros, por medio de su gracia, si sabemos alimentarnos de ella.

Normas del ritual del culto a la Eucaristía fuera de la Misa

Éstos son los principios, entonces, tanto teológicos y espirituales como litúrgicos, que orientan cómo organizar la adoración comunitaria en la exposición prolongada.




    -En los signos externos debe expresar su relación con la Misa (Eucharisticum Mysterium, n. 60): número de velas, exorno floral, el altar como lugar habitual de la exposición, etc., por tanto las velas y cirios no tienen que entorpecer ni el paso ni la visión de la custodia...

    -Acomodada a la índole litúrgica de cada tiempo (cf. SC 119), por ejemplo en el canto inicial que el Ritual no determina que sea explícitamente eucarístico sino sugiere más como canto de entrada: “congregado el pueblo, que puede entonar algún canto, si se juzga oportuno, el ministro se acerca al altar” (RCCE, n. 93), en las lecturas que se escojan, etc.

    -El silencio es un elemento fundamental (cf. Eucharisticum Mysterium, n. 62) para orar, interiorizar y adorar personalmente en común, superando el verbalismo pseudo-catequético con el que se reviste la liturgia habitualmente. Tan importante es este silencio que se le llama “silencio sagrado” (ibíd.). No se concibe exponer el Santísimo, rezar preces, oraciones y demás, e inmediatamente dar la Bendición sin haber dejado un amplio espacio de silencio para orar personalmente ante Cristo Eucaristía.

    -La adoración eucarística está centrada sólo en Jesucristo y no como tiempo para practicar ejercicios piadosos en honor de la Virgen María o de los santos. La normativa litúrgica es clara: “Durante la exposición todo debe organizarse de manera que los fieles, atentos a la oración, se dediquen a Cristo, el Señor” (Eucharisticum Mysterium, n. 62). El Directorio sobre la piedad popular y la liturgia dice: 
“En estos momentos de adoración se debe ayudar a los fieles para que empleen la Sagrada Escritura como incomparable libro de oración, para que empleen cantos y oraciones adecuadas, para que se familiaricen con algunos modelos sencillos de la Liturgia de las Horas, para que sigan el ritmo del año litúrgico, para que permanezcan en oración silenciosa. De este modo comprenderán progresivamente que durante la adoración del santísimo Sacramento no se deben realizar otras prácticas devocionales en honor de la Virgen María y de los santos” (n. 165). 
Por ello, exponer el Santísimo y realizar ejercicios de piedad en honor de la Santísima Virgen o de un Santo es una contradicción en ese momento, porque toda la atención debe centrarse en Cristo; estos laudables ejercicios de devoción deberían situarse después de la Bendición y reserva.

    -Finalmente, cuando se convoca una Hora, ésta goza de especial flexibilidad al organizarse, pudiendo incluir distintos elementos:
“Para alimentar la oración íntima pueden admitirse lecturas de la Sagrada Escritura con homilía o breves exhortaciones que lleven a una mayor estima del misterio eucarístico. Conviene también que los fieles respondan cantando a la palabra de Dios. En momentos oportunos debe guardarse un silencio sagrado. Al fin de la exposición se dará la bendición con el Santísimo Sacramento. Si se utiliza una lengua vulgar, en vez del himno Tantum ergo, cantado antes de la bendición, se puede emplear otro canto eucarístico a juicio de la competente autoridad territorial” (Eucharisticum Mysterium, n. 62; cf. RCCE, nn. 95. 97).

    Releamos las rúbricas –las normas del ritual escritas en rojo- que describen paso a paso cómo se desarrolla esta acción litúrgica.
“Congregado el pueblo, que puede entonar algún canto, si se juzga oportuno, el ministro se acerca al altar. Si el Sacramento no se conserva en el altar en que se va a tener la exposición, el ministro, cubierto con el paño de hombros, lo traslada desde el lugar de la reserva, acompañándole algún ayudante o algunos fieles con cirios encendidos... Expuesto el santísimo Sacramento, si se emplea la custodia, el ministro inciensa el Sacramento” (RCCE 93).

    “Al acabar la adoración el sacerdote o diácono se acerca al altar, hace genuflexión sencilla, y se arrodilla a continuación, y se canta un himno u otro canto eucarístico. Mientras tanto el ministro arrodillado inciensa al santísimo Sacramento, cuando la exposición tenga lugar con la custodia” (RCCE 97).

El sacerdote “luego se levanta y dice”:
Oremos.

“Se hace una breve pausa en silencio y el ministro prosigue” (RCCE 98; en apéndice hay 7 oraciones para escoger dando así variedad):

Oh Dios, que nos diste el verdadero pan del cielo,
concédenos, te rogamos, que con el poder del alimento espiritual, 
siempre vivamos en Ti y resucitemos gloriosos en el último día.
Por Jesucristo nuestro Señor.

“Dicha la oración, el sacerdote o diácono, tomando el paño de hombros, hace genuflexión, toma la custodia o copón y hace con él en silencio la señal de la cruz sobre el pueblo” (RCCE 99).

“Acaba la bendición, el mismo sacerdote o diácono que dio la bendición, u otro sacerdote o diácono, reserva el Sacramento en el sagrario y hace genuflexión, mientras el pueblo, si se juzga oportuno, hace alguna aclamación y finalmente el ministro se retira” (RCCE 100).         

    Todas las Asociaciones cristianas, movimientos y grupos, Hermandades y cofradías, parroquias y monasterios tienen un termómetro eficaz para comprobar su vida interior y el fuego de su amor a Cristo: si adoran al Señor en la custodia –con los valores espirituales que al principio enumerábamos- y si lo hacen bien, tal cual lo prescribe la liturgia de la Iglesia.