ADORACIÓN EUCARÍSTICA

Por amor y para enseñarnos a amar, vino Jesús a la tierra y se quedó entre nosotros en la Eucaristía. Como hubiese amado a los suyos que vivían en el mundo, los amó hasta el fin (Jn 13,1); con esas palabras comienza San Juan la narración de lo que sucedió aquella víspera de la Pascua, en la que Jesús nos dice San Pablo- tomó el pan, y dando gracias, lo partió y dijo: Tomad y comed; éste es mi cuerpo, que por ustedes será entregado; hagan esto en memoria mía. Y de la misma manera el cáliz, después de haber cenado, diciendo: este cáliz es el nuevo testamento de mi sangre; hagan esto cuantas veces lo bebieran, en memoria mía (1 Cor 11,23-25)
Estos actos religiosos se pueden hacer en grupos. A continuación ponemos algunas de las devociones más conocidas por el pueblo cristiano que ama y vive el amor y devoción a la Eucaristía.

OCATAVARIO BREVE AL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Se empieza con el Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, que por el amor que tienes a los hombres estás de noche y de día en este Sacramento, todo lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y recibiendo a todos los que vienen a visitarte: yo creo que estás presente en el Gran Misterio del altar, te adoro desde el abismo de mi nada y te doy gracias por todas las bondades que me has hecho, especialmente por haberme dado en este Sacramento tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma y tu Divinidad, por haberme concedido como abogada a tu Santísima Madre, la Virgen María, y por haberme llamado a visitarte en este lugar santo. Adoro tu amantísimo Corazón, y deseo adorarle con tres fines: el primero, en agradecimiento de este tan precioso regalo; el segundo, para desagraviarte de todas las injurias que has recibido de tus enemigos en este Sacramento, y el tercero, porque deseo en esta visita adorarte en todos los lugares de la tierra, donde estás en los sagrarios con menos culto y más olvido.

¡Jesús mío!, te amo con todo mi corazón; me pesa de haber tantas veces ofendido en lo pasado a tu infinita Bondad; propongo, ayudado de tu gracia, enmendarme en lo venidero; y ahora, miserable como soy, me consagro todo a Tí; te doy y entrego toda mi voluntad, mis afectos mis deseos y todo cuanto me pertenece. De hoy en adelante haz, Señor, de mí y de mis cosas todo lo que te agrade. Lo que yo quiero y te pido es tu Santo Amor; la perfecta obediencia a tu santísima voluntad y la Perseverancia final. Te encomiendo las almas del Purgatorio, especialmente las más devotas del Santísimo Sacramento y de María Inmaculada, y te ruego también por todos los pobres pecadores. En fin, amado Salvador mío, uno todos mis afectos y deseos con los de tu amorosísimo Corazón, y así unidos los ofrezco a tu Eterno Padre y le pido en tu nombre que por tu amor los acepte y los mire benignamente Amén. 

Luego se rezan seis Padrenuestros, Avemarías y Glorias y la comunión espiritual

Comunión espiritual
Oh Jesús mío, creo que estás en el Santísimo Sacramento; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte dentro de mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya hubieses venido, te abrazo y me uno todo a Ti; no permitas jamás que vuelva a abandonarte.

De la desgracia de recibir indignamente tu Cuerpo y Sangre, ¡líbranos, Señor!
De las pasiones de la carne,                                                     ¡líbranos, Señor!
De la concupiscencia de los ojos,                                            ¡líbranos Señor!
De la soberbia de la vida,                                                        ¡líbranos, Señor!
De toda ocasión de ofenderte,                                                 ¡líbranos, Señor!
Jesús,                                                                                       ¡escúchanos!
Jesús,                                                                                       ¡Escúchanos!
V/. Les diste el pan del cielo.
R/. Que contiene en si todo deleite.

(Rezar a continuación la oración del día que corresponda)

Día primero

¡Oh Dios, que en el admirable Sacramento nos dejaste una memoria de tu Pasión!, te rogamos, Señor, nos concedas que de tal manera veneremos los misterios de tu Cuerpo y Sangre que siempre sintamos en nosotros el fruto de tu redención: Tú, que vives y reinas con Dios Padre, en unión del Espíritu Santo. Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.
Alabado y bendito sea para siempre y a cada instante el Divino Santísimo Sacramento del Altar.

Día segundo

Dulcísimo Jesús Sacramentado, ya que todo lo puedes, remedia mi impotencia. Sin Ti, ni tan siquiera puedo pronunciar tu dulcísimo Nombre.
Ya que te dignas aceptar mis humildes adoraciones, haz que cada día sean menos indignas de Ti. Te lo pido, Señor, por mediación de la Santísima Virgen María, tu dulcísima Madre y Madre mía también, y de mi Padre el Patriarca San José y de San Francisco de Asís, nuestros Patronos y Protectores de nuestra obra de adoración. ¡Oh buen Jesús, que vives y reinas por los siglos de los siglos! Amén.

Día tercero

Soberano Señor Sacramentado, yo creo en Ti, espero en Ti, te amo con todo mi corazón. La memoria de mis pecados oprime mi alma con un vivo dolor. Concédeme el perdón y la paz de una reconciliación perpetua. La vista de las virtudes que me faltan y que sinceramente debo adquirir, juntamente con mi debilidad e impotencia, me llenan de angustiosa ansiedad. Concédeme, Señor, la victoria sobre mí mismo y las virtudes que necesito, para que mi adoración sea pura, perfecta y santa. Te lo pido por mediación del Sagrado Corazón de María, mi Madre, y por tu Sagrado Corazón, dulcísimo Jesús, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Día cuarto

Virgen Santísima, pon en mis labios y en mi corazón el Cántico de tu eterna gratitud a Nuestro Señor Jesús, tu Hijo Santísimo. Alabado sea tu santo Nombre. ¡Oh María, Madre de la Eucaristía!, adoctríname en el amor de Jesús Sacramentado; introdúceme en el Sagrado Corazón Eucarístico para que en Él y por Él dé gracias sin fin al Eterno Padre, que con el Verbo Encarnado y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Día quinto

¡Oh radiante Sol de la Eucaristía! Con perfección infinitamente mayor que el sol de la tierra, Tú iluminas, enciendes y fecundas el mundo sobrenatural de nuestras almas. Tú conviertes nuestro ser terreno en otro ser celestial y divino. Vuelve a nosotros como vencedor de las densas sombras de la falsa humildad, del temor servil con que la herejía quiso apartar de Ti a las almas. Despierta en tu pueblo la antigua vida eucarística, vida de luz y de amor, de sacrificio y de alegría, principio y continuación de la eterna vida, que es adorarte, servirte y amarte en tus tabernáculos para continuar nuestra vida de adoración en los cielos. Amén.

Día sexto
¡Oh Soberano Señor Sacramentado! Por un deber y un estímulo de mi conciencia, deseo con toda mi alma reparar el mal de mis pecados e ingratitudes cometidos contra Ti. Por un deber de caridad con mis prójimos, deseo reparar todas sus ofensas; desagraviar tu Divino Corazón, consolarte y atraer tu Divino Corazón, consolarte y atraer tu perdón sobre mí y sobre mis hermanos, sobre todos los hombres. A ello me mueve el amor que te profeso sobre todas las cosas, con todo el afecto de mi corazón, porque quiero verte triunfante, bendecido y alabado de todos los corazones. Uno mis deseos a tu reparación infinita en el Santísimo Sacramento, mis pensamientos y mis obras, y sobre todas ellas, tu adoración perpetua, Real y Universal. Las uno a mi Madre Reparadora y por su Mediación te pido, con humildad y confianza, el espíritu de la verdadera Reparación; a Ti, oh dulce Jesús mío, que, con el Padre y el Espíritu Santo, vives y reinas por todos los siglos. Amén.

Día séptimo

Señor mío Jesucristo, que, derramando sobre los hombres las riquezas de tu amor, instituiste el Sacramento de la Eucaristía, te suplicamos nos concedas que podamos amar siempre tu Corazón amantísimo y hacer un uso digno y fructuoso de este Augusto Sacramento. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Día octavo

¡Oh Cristo Jesús! Yo te reconozco por Rey universal. Todo lo que ha sido hecho, ha sido creado por Ti. Ejerce sobre mí todos tus derechos. Yo renuevo mis promesas del bautismo, renunciando a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y prometo vivir como buen cristiano. Y de un modo particular, yo me obligo a hacer triunfar, según mis fuerzas, los derechos de Dios y de tu Iglesia. Divino Corazón de Jesús, yo te ofrezco mis pobres oraciones para alcanzar que todos los corazones reconozcan tu Realeza Sagrada, y que así el Reino de tu paz se establezca en todo el universo. Así sea.

Adoración Eucarística de Juan Pablo II

Señor Jesús:
Nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos.
«Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Hijo de Dios» (Jn. 6,69).
Tu presencia en la Eucaristía ha comenzado con el sacrificio de la Última Cena y continúa como comunión
y donación de todo lo que eres.
¡Aumenta nuestra Fe!
Por medio de ti y en el Espíritu Santo que nos comunicas, queremos llegar al Padre para decirle nuestro sí unido al tuyo.
Contigo ya podemos decir: Padre nuestro. Siguiéndote a ti, «camino, verdad y vida», queremos penetrar en el aparente «silencio» y «ausencia» de Dios, rasgando la nube del Tabor para escuchar la voz del Padre que nos dice: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia: Escuchadlo» (Mt. 17,5).
Con esta Fe, hecha de escucha contemplativa, sabremos iluminar nuestras situaciones personales, así como los diversos sectores de la vida familiar y social.
¡Tú eres nuestra Esperanza!, nuestra paz,
nuestro mediador, hermano y amigo.
Nuestro corazón se llena de gozo y de esperanza al saber que vives «siempre intercediendo por nosotros» (Heb. 7,25).
Nuestra esperanza se traduce en confianza, gozo de Pascua y camino apresurado contigo hacia el Padre. Queremos sentir como tú y valorar las cosas como las valoras tú. Porque tú eres el centro, el principio y el fin de todo.
Apoyados en esta Esperanza, queremos infundir en el mundo esta escala de valores evangélicos por la que Dios y sus dones salvíficos ocupan el primer lugar en el corazón y en las actitudes de la vida concreta.
¡Queremos Amar como tú!, que das la vida y te comunicas con todo lo que eres.
Quisiéramos decir como San Pablo: «Mi vida es Cristo» (Flp. 1,21).
Nuestra vida no tiene sentido sin ti.
Queremos aprender a «estar con quien sabemos nos ama», porque «con tan buen amigo presente todo se puede sufrir». En ti aprenderemos a unirnos a la voluntad del Padre, porque en la oración «el amor es el que habla» (Sta. Teresa). Entrando en tu intimidad, queremos adoptar determinaciones y actitudes básicas, decisiones duraderas, opciones fundamentales según nuestra propia vocación cristiana.
¡Creyendo, esperando y amando, te adoramos! con una actitud sencilla de presencia, silencio y espera, que quiere ser también reparación, como respuesta a tus palabras:
«Quédense aquí y velen conmigo» (Mt. 26,38).
Tú superas la pobreza de nuestros pensamientos, sentimientos y palabras; por eso queremos aprender a adorar admirando el misterio, amándolo tal como es, y callando con un silencio de amigo y con una presencia de donación.
El Espíritu Santo que has infundido en nuestros corazones nos ayuda a decir esos «gemidos inenarrables» (Rom. 8,26) que se traducen en actitud agradecida y sencilla, y en el gesto filial de quien ya se contenta con sola tu presencia, tu amor y tu palabra.
En nuestras noches físicas y morales, si tú estás presente, y nos amas, y nos hablas, ya nos basta, aunque muchas veces no sentiremos la consolación.
Aprendiendo este más allá de la adoración, estaremos en tu intimidad o «misterio». Entonces nuestra oración se convertirá en respeto hacia el «misterio» de cada hermano y de cada acontecimiento para insertarnos en nuestro ambiente familiar y social y construir la historia con este silencio activo y fecundo que nace de la contemplación.
Gracias a ti, nuestra capacidad de silencio y de adoración se convertirá en capacidad de Amar y de Servir.
Nos has dado a tu Madre como nuestra, para que nos enseñe a meditar y adorar en el corazón. Ella, recibiendo la Palabra y poniéndola en práctica, se hizo la más perfecta Madre.
Ayúdanos a ser tu Iglesia misionera, que sabe meditar adorando y amando tu Palabra, para transformarla en vida y comunicarla a todos los hermanos. Amén.

Ven, Jesús, mi Salvador

Ven, Jesús mi salvador, divino cordero; ven a mí, dulce Señor, ¡oh mi Dios, mi amor! Te doy mi alabanza y mi corazón. En ti siempre espero, aumenta mi fe; con amor sincero te recibiré. En esta apariencia, divino manjar, tu santa presencia quieres ocultar. ¡Oh sabiduría, eterno Señor; ven en este día, ven a darme tu amor! Jesús de mi vida; nunca más pecar; solo a ti rendida, mi alma quiere amar. Amén.

Amor de las almas

Jesús, amor de las almas, compañero en las jornadas, tan cercano y asequible que en mi tienes tu morada. Encarnado como hombre, tu divinidad ocultas y al hacerte Eucaristía, por completo te despojas. En tu presencia se rinden los coros celestiales y en la tierra no se aprecia que te quedes con nosotros. De tu costado nacida, en la Iglesia sigues vivo con tu gracia y sacramentos das la vida al redimido. Jesucristo, león fuerte y cordero obediente, en tu corazón conforten su valor las almas débiles. Por el padre coronado, el Señor de la tierra y del cielo, nos envié su consolador que nos guíe en el reino eterno.

ORACIONES A JESÚS EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Tengamos la buena costumbre de visitar los sagrarios de nuestras iglesias. Ahí está Cristo en las Hostias consagradas, espera que vayamos a adorarle. Se ponen algunas oraciones que te pueden ayudar.

Saludo a Jesús sacramentado
Oh Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, aquí presente en el Santísimo Sacramento del altar, creo todo lo que Tú, mi Señor, me has revelado. Arrepentido de todos mis pecados, esperando en ti que nunca permite que sea confundido, agradeciendo por este don supremo, amándote sobre todas las cosas en este Sacramento de tu amor, adorándote en el misterio profundo de tu humildad, te manifiesto y hago patente todas las heridas y miserias de mi pobre corazón y te pido me des todo lo que necesito y deseo. Pero tan solo te necesito a ti; oh Dios mío, tan solo te deseo a Ti, tu gracia y la gracia de usar debidamente tus gracias, poseerlos en esta vida y poseerlos en la otra.
Bendito seas, oh poder divino de tu paternal Corazón, que aunque todo lo puedes, sin embargo, no podías darnos un don más precioso que este Santísimo Sacramento.
Oh Pan celestial, gran Sacramento, te adoro y te alabo en todo momento. (Repítase después de cada alabanza.)

Bendita seas, oh Sabiduría del Verbo Divino, que todo lo sabes y lo ordenas, y sin embargo no sabías prepararnos una comida más exquisita, que este Santísimo Sacramento.

Bendito seas, oh Dios mío, que en tu inefable dulzura de amor te has transformado en este pan para dárnoslo como el más dulce manjar.
Bendito seas, oh Dios mío, que has encerrado todos tus misterios en esta humilde forma de pan terrenal. ¡Oh Trinidad Santísima!

Oración para una visita al santísimo Sacramento

¡Oh Jesús de mi alma, encanto único de mi corazón!, aquí me tienes postrado a tus plantas, arrepentido y confuso, como llegó el hijo pródigo a la casa de su padre. Cansado de todo, sólo a Ti quiero, sólo a Ti busco, sólo en Ti hallo mi bien. Tú, que fuiste en busca de la Samaritana; Tú, que me llamaste cuando huía de Ti, no me arrojarás de tu presencia ahora que te busco.
Señor, estoy triste, bien lo sabes, y nada me alegra; el mundo me parece un desierto. Me hallo en oscuridad, turbado y lleno de temor e inquietudes...; te busco y no te encuentro, te llamo y no respondes, te adoro, clamo a Ti y se acrecienta mi dolor. ¿Dónde estás, Señor, dónde, pues no gusto las dulzuras de tu presencia, de tu amor?
Pero no me cansaré, ni el desaliento cambiará el afecto que me impulsa hacia Ti. ¡Oh buen Jesús! Ahora que te busco y no te encuentro recordaré el tiempo en que Tú me llamabas y yo huía... Y firme y sereno, a despecho de las tentaciones y del pesar, te amaré y esperaré en Ti.
Jesús bueno, dulce y regalado padre y amigo incomparable, cuando el dolor ofusque mi corazón, cuando los hombres me abandonen, cuando el tedio me persiga y la desesperación clave su garra en mí, al pie del Sagrario, cárcel donde el amor te tiene prisionero, aquí y sólo aquí buscaré fuerza para luchar y vencer.
No temas que te abandone, cuando más me huyas, más te llamaré y verteré tantas lágrimas que, al fin, vendrás... Sí..., vendrás, y al posarte, disfrutaré en la tierra las delicias del cielo.
Dame tu ayuda para cumplir lo que te ofrezco; sin Ti nada soy, nada puedo, nada valgo... Fortaléceme, y desafiaré las tempestades.
Jesús, mío, dame humildad, paciencia y gratitud, amor..., amor, porque si te amo de veras, todas las virtudes vendrán en pos del amor.
Te ruego por los que amo... Tú los conoces, Tú sabes las necesidades que tienen; socórrelos con generosidad. Acuérdate de los pobres, de los tristes, de los huérfanos, consuela a los que padecen, fortalece a los débiles, conmueve a los pecadores para que no te ofendan y lloren sus extravíos.
Ampara a todos tus hijos, Señor, más tierno que una madre.
Y a mí, que te acompaño cuando te abandonan otros, porque he oído la voz de la gracia; a mí, que no te amo por el cielo, ni por el infierno te temo; a mí, que sólo busco tu gloria y estoy recompensado con la dicha de amarte, auméntame este amor y dadme fortaleza para luchar y obtener el apetecido triunfo.
Adiós, Jesús de mi alma salgo de tu presencia, pero te dejo mi corazón; en medio del bullicio del mundo estaré pensando en Ti, y a cada respiración, entiende. Oh Jesús, que deseo ser tuyo. Amén.

Canta lengua (Pange lengua)

Canta, lengua, el misterio del cuerpo glorioso y de la sangre preciosa que el Rey de las naciones, fruto de un vientre generoso, derramó como rescate del mundo.

Nos fue dado, nos nació de una Virgen sin mancilla; y después de pasar su vida en el mundo, una vez esparcida la semilla de su palabra, terminó el tiempo de su destierro dando una admirable disposición.

En la noche de la última Cena, recostado a la mesa con los hermanos, después de observar plenamente la ley sobre la comida legal, se da con sus propias manos como alimento para los Doce.

El Verbo hecho carne convierte con su palabra el pan verdadero con su Carne, y el vino puro se convierte en la Sangre de Cristo. Y aunque fallan los sentidos, basta la sola fe para confirmar al corazón recto en esa verdad.

Tantum ergo

Veneremos, pues, inclinados a  tan gran Sacramento; y la antigua figura ceda el puesto al nuevo rito; la fe supla la incapacidad de los sentidos.
Al Padre y al Hijo sean dadas alabanza y júbilo, salud, honor, poder y bendición; una gloria igual sea dada al que de uno y de otro procede. Amén.

S./ Les diste el pan del cielo (T.P. Aleluya)
P./ que contiene en si todo deleite (T.P. Aleluya)

Oremos: Oh Dios, que en este admirable Sacramento nos dejaste el memorial de tu pasión; te pedimos nos concedas venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente el fruto de tu redención. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Alabanzas de desagravio
Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su sacratísimo Corazón.
Bendita sea su preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea san José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
Amén.

Consagración al Sagrado corazón de Jesús

¡Adorable corazón de Jesús, el más tierno, el más amable, el más generoso de todos los corazones, lleno de gratitud al mirar Tus beneficios, vengo a consagrarme enteramente a Ti! Deseo dedicar todas mis energías para propagar tu adoración y ganar, si es posible, todos los corazones para Ti. ¡Recibe mi corazón este día, Oh Jesús!, o preferiblemente tómalo, cámbialo, purifícalo, para hacerlo digno de Ti; hazlo humilde, gentil, paciente, fiel y generoso como el Tuyo, inflámalo con la lumbre de Tu amor.
Escóndelo en Tu corazón Divino con todos los corazones que te aman y están consagrados a Ti; Jamás me permitas apartar mi corazón de Ti otra vez. Déjame preferiblemente morir en lugar de lastimar Tu corazón Adorable. Tú sabes Oh corazón de Jesús, que el deseo de mi corazón es amarte siempre, ser totalmente Tuyo en vida y en muerte, en tiempo y eternidad. Sagradísimo corazón de Jesús, ten misericordia de nosotros. Sagrado corazón de Jesús, confió en Ti.

Consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús

Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, míranos humildemente postrados delante de tu altar: tuyos somos y tuyos queremos ser; y a fin de poder vivir más estrechamente unidos contigo, todos y cada uno espontáneamente nos consagramos en este día a tu Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás te han conocido; muchos, despreciando tus mandamientos, te han desechado. ¡Oh Jesús benignísimo!, compadécete de los unos y de los otros y atráelos a todos a tu Corazón Santísimo.
Oh Señor, seas Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se han alejado de ti, sino también de los pródigos que te han abandonado: haz que vuelvan pronto a la casa paterna, para que no perezcan de hambre y de miseria. Seas Rey de aquellos que, por seducción del error o por espíritu de discordia, viven separados de Ti: llévalos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme un solo rebaño bajo un solo Pastor. Seas Rey de los que permanecen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del aislamiento; dígnate atraerlos a todos a la luz de tu reino.
Mira finalmente con ojos de misericordia a los hijos de aquel pueblo que en otro tiempo fue tu predilecto; descienda también sobre ellos, bautismo de redención y de vida, la Sangre que un día contra sí reclamaron.
Concede, oh Señor, incolumidad y libertad segura a tu Iglesia; otorga a todos los pueblos la tranquilidad en el orden; haz que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino esta voz:
Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra salud; a Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Dulce Corazón de Jesús, haz que cada día te ame más.

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