QUÉ SON LOS VALORES

Los valores humanos son aquellos bienes universales que pertenecen a nuestra naturaleza como personas y que, en cierto sentido, nos humanizan, porque mejoran nuestra condición de personas y perfeccionan nuestra naturaleza humana.
Los valores son el motor de nuestras vidas. Son esos bienes hacia los cuales tendemos.
La libertad nos capacita para ennoblecer nuestra existencia, pero también nos pone en peligro de empobrecerla. Las demás creaturas no acceden a esta disyuntiva. Un gato siempre se comportará como un felino y no será culpado o alabado por ello.
Nosotros, en cambio, si prestamos oídos a nuestros instintos e inclinaciones más bajas, podemos actuar como bestias, y de este modo, deshumanizarnos.
Boecio, el filósofo del siglo V, escribió: El hombre sobresale del resto de la creación en la medida en que él mismo reconoce su propia naturaleza, y cuando lo olvida, se hunde más abajo que las bestias. Para otros seres vivientes, ignorar lo que son es natural; para el hombre es un defecto.

¿CÓMO DISTINGUIR UN VALOR DE UN ANTIVALOR?
Pregúntate con sinceridad: Esto que voy a realizar, ¿me acerca a Dios? ¿Me ayuda realmente a ser mejor persona? ¿A quién amo al realizarlo?
Si te ayuda a ser mejor, a acercarte a Dios y a amar más a los demás, entonces es un valor. Si te aleja de Dios, si te hace ser peor, si no te ayuda a amar más y mejor a los demás, es un antivalor.

¿CUÁL ES LA PRIMERA Y MEJOR ESCUELA DONDE APRENDER A VIVIR LOS VALORES?
La familia, el hogar.
Es ese lugar querido por Dios donde aprendemos a ser personas.
En la familia se aprende a ser amado, a ser generoso, a ser fiel; ahí mismo aprendemos a amar a la Patria; en ella se aprende a amar a Dios, a ser responsable, a compartir.
¡Qué importante es la familia!

CUIDA EL TESORO DE TU FE
       Ten mucho cuidado con los valores que te ofrece el mundo.
       Son verdaderos antivalores, pues te apartan de Dios.
       Este mundo nos ofrece el placer, el sexo desenfrenado, la comodidad, la envidia, el querer tener más cosas, el despreciar a los demás, el divorcio, la violencia, la pornografía, la infidelidad, el egoísmo.
       Hoy en día hay una depreciación de los valores tradicionales en las familias.
       Los valores hoy en día es una situación que preocupa.
       La sociedad cambia si la familia cambia: es necesario que las familias vivan con ética familiar.

CÓMO ENSEÑAR VALORES A LOS HIJOS
Los niños pequeños aprenden con el ejemplo, por lo tanto enseñar a los niños y niñas los valores implica un compromiso personal.
Es necesario dar el ejemplo con hechos y palabras para que los niños los asimilen, los imiten y los vivan.

POR QUÉ ENSEÑAR VALORES A LOS NIÑOS
       Educar a los niños en valores les permitirá tomar decisiones más acertadas durante toda su vida y esto a su vez los hará personas más seguras, plenas y felices.
       La enseñanza de los valores se inicia en el hogar, promovida por el ser y el hacer de los padres y otros adultos significativos para el niño; más tarde, en la escuela estos valores deberán ser ampliados y fortalecidos

LA FOMACIÓN DE LOS HIJOS
       La educación de los hijos requiere tiempo. Pero no mucho, sino todo.
       Los hijos lo perciben todo:.
       No digamos ya un juicio inequívoco: "la vecina de al lado es insoportable", "qué desgracia, no nos ha tocado la lotería", etc.
       Si el padre al llegar a casa nunca dice a su hijo más que "hola", para sumergirse acto continuo en "lo suyo", está deformando al niño de un modo tan efectivo.


¿QUÉ HACER CON LOS INTERMINABLES POR QUÉS?
       Cuando los niños le pregunten "¿de dónde viene la lluvia?", dígaselo, y si no lo sabe dígales eso también, que no lo sabe, y prométales averiguarlo.
       Si hacen preguntas en un momento inoportuno, como cuando tratamos de hacerles dormir, se les debe decir: "Pregúntame eso mañana, a la hora del desayuno, ¿quieres?".
       Nunca es bueno dejar sin alguna respuesta verdadera la pregunta de un niño.

CUIDADO CON EL CUELLO DE LA BOTELLA
       La mente del niño se ha comparado al cuello de una botella: si se intenta meterle gran cantidad de licor en poco tiempo, se derrama y desperdicia; en cambio, gota a gota, despacio, pero con constancia, pronto se llena y va asimilando sabiduría.

CUIDAR LAS COSAS PEQUEÑAS
       El mal se suele difundir ordinariamente por medio de cosas pequeñas. Los virus, las bacterias nocivas se instalan en los buenos alimentos. No dar importancia a pequeños detalles de higiene puede acarrear graves enfermedades.

1.    VALOR DE LA RESPONSABILIDAD
  Ayuda a establecer las metas a las que se quiere llegar y a decidir cómo alcanzarlas.
  “No somos responsables sólo de aquello que decimos, sino también de las que no decimos”. Martín Lutero
  Responsabilidad es la capacidad de dar respuesta de los propios actos.
  El valor de la Responsabilidad hace que se pueda convivir pacíficamente en la familia, escuela y sociedad.
  La Responsabilidad empieza con uno mismo, con lo que se hace, con lo que se cree, con lo que se piensa, con los compromisos y metas que se marcan.
       ¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra responsabilidad?
-       Percatarnos de que todo cuanto hagamos tiene una consecuencia que depende de nosotros mismos. Nosotros somos quienes decidimos.
-       Lograr de manera estable, habitual, que nuestros actos correspondan a nuestras promesas. Si prometemos “hacer lo correcto” y no lo hacemos, entonces no hay responsabilidad.
-       Educar a quienes están a nuestro alrededor para que sean responsables.
El camino más difícil, pero que a la larga es el mejor, es el educar al irresponsable. ¿No vino el carpintero? Entonces, a ir por él y hacer lo que sea necesario para asegurarnos de que cumplirá el trabajo. ¿Y el gasfitero? Hacer que repare sin costo el desperfecto que no arregló desde la primera vez. ¿Y con la pareja infiel? Hacerle ver la importancia de lo que ha hecho, y todo lo que depende de la relación. ¿Y con el gobernante que no hizo lo que debía? Utilizar los medios de protesta que confiera la ley para que esa persona responda por sus actos.

2.    VALOR DE LA PUNTUALIDAD
  Es una disciplina de estar a tiempo para cumplir las obligaciones diarias.
  Este valor de la Puntualidad promueve la personalidad en el carácter, orden y eficacia
  La Puntualidad exige sacrificio, no buenas intenciones: La Puntualidad ordena la vida de la familia en proyectos y costumbres.
  La Puntualidad hace a la persona en la familia a ser eficaz y efectiva por lograr una calidad de vida de relaciones más estrechas.
Para crecer y hacer más firme este valor en tu vida, puedes iniciar con estas sugerencias:
       Examínate y descubre las causas de tu impuntualidad: pereza, desorden, irresponsabilidad, olvido, etc.
       Establece un medio adecuado para solucionar la causa principal de tu problema (recordando que se necesita voluntad y sacrificio): Reducir distracciones y descansos a lo largo del día; levantarse más temprano para terminar tu arreglo personal con oportunidad; colocar el despertador más lejos…
       Aunque sea algo tedioso, elabora por escrito tu horario y plan de actividades del día siguiente. Si tienes muchas cosas que atender y te sirve poco, hazlo para los siguientes siete días. En lo sucesivo será más fácil incluir otros eventos y podrás calcular mejor tus posibilidades de cumplir con todo. Recuerda que con voluntad y sacrificio, lograrás tu propósito.
       Implementa un sistema de “alarmas” que te ayuden a tener noción del tiempo (no necesariamente sonoras) y cámbialas con regularidad para que no te acostumbres: usa el reloj en la otra mano; utiliza notas adheribles…
       Establece de manera correcta tus prioridades y dales el lugar adecuado, muy especialmente si tienes que hacer algo importante aunque no te guste.

3.    VALOR DE LA SINCERIDAD
La Sinceridad es un valor que caracteriza a las personas por la actitud congruente que mantienen en todo momento, basada en la veracidad de sus palabras y acciones.
Para ser sinceros debemos procurar decir siempre la verdad, esto que parece tan sencillo, a veces es lo que más cuesta trabajo. Utilizamos las "mentiras piadosas" en circunstancias que calificamos como de baja importancia, donde no pasa nada: como el decir que estamos avanzados en el trabajo, cuando aún no hemos comenzado, por la suposición de que es fácil y en cualquier momento podemos estar al corriente.
Obviamente, una pequeña mentira, llevará a otra más grande y así sucesivamente… hasta que nos sorprenden.
Cabe enfatizar que "decir" la verdad es una parte de la Sinceridad, pero también "actuar" conforme a la verdad, es requisito indispensable.

4.    VALOR DE LA HUMILDAD
La humildad es la conciencia que tenemos acerca de lo que somos, de nuestras fortalezas y debilidades como seres humanos, y que nos impide por lo tanto creernos superiores a los demás. Los que son humildes no se sobreestiman ni maltratan a los menos favorecidos desde el punto de vista social, económico o de educación.
  La Humildad es una virtud, es reconocer la grandeza de Dios y nuestra pequeñez ante Él.
  “Quien es humilde no necesita demasiadas alabanzas y elogios en su tarea, porque su esperanza está puesta en el Señor; y Él es, de modo real y verdadero, la fuente de todos sus bienes y su felicidad: es Él quien da sentido a todo lo que hace.” (San Agustín)

5.    VALOR DE LA COMPRENSIÓN
La comprensión es la actitud tolerante para encontrar como justificados y naturales los actos o sentimientos del otro.
Es un acto lleno de generosidad porque con ella aprendemos a disculpar, a tener confianza en los demás, y por lo tanto, ser una persona de estima, a quien se puede recurrir en cualquier circunstancia.
Podemos saber que un empleado nuestro comete errores con cierta frecuencia, “justificamos” este hecho debido a una falta de conocimiento, lo cual determina sus fallas como involuntarias y observamos la necesidad urgente e inmediata de brindar la capacitación correspondiente. El justificar se convierte en una disculpa, en una atenuante que nos hace ubicar el problema en su justa medida, por lo tanto, la comprensión nos lleva a proponer, sugerir o establecer los medios que ayuden a los demás a superar el estado por el que actualmente pasan.
El ser tolerantes no significa ser condescendientes con lo sucedido y hacer como si nada hubiera pasado.
La tolerancia debe traducirse como la confianza que tenemos en los demás para que superen sus obstáculos. El padre de familia que retira todo su apoyo a los hijos hasta que mejoren sus calificaciones, condiciona su comprensión a resultados, y no al propósito, al esfuerzo y al empeño que se pongan para lograr el objetivo.

Si deseamos hacer nuestra comprensión de manera consciente, debemos pensar un momento si hacemos lo necesario para:
- Aprender a escuchar y hacer lo posible para no dejarnos llevar por el primer impulso (enojo, tristeza, desesperación, etc.)
- No hacer juicios prematuros, primero se deben conocer todos los aspectos que afectan a la situación, hay que preguntar. No basta decir que una persona es poco apta para un trabajo.
- Distinguir si es una situación voluntaria, producto de los sentimientos o de un descuido. En cualquier caso siempre habrá una forma de prevenir futuros desaciertos.
- Preguntarnos qué haríamos y cómo reaccionaríamos nosotros al vernos afectados por la misma situación.
- Buscar las posibilidades y opciones de solución. Es la parte más activa de la comprensión, pues no nos limitamos a escuchar y conocer qué sucede.
- Dar nuestro consejo, proponer una estrategia o facilitar los medios necesarios que den una alternativa al alcance de la persona.


6.    VALOR DE LA PACIENCIA
  La paciencia es el valor que hace a las personas tolerar, comprender, padecer y soportar los contratiempos y las adversidades con fortaleza, sin lamentarse; moderando sus palabras y su conducta para actuar de manera acorde a cada situación.
  La vida se desenvuelve a un ritmo vertiginoso: demasiada prisa para hacer, para llegar, para resolver asuntos personales y del trabajo, fricciones que surgen cada día con las personas, citas urgentes. Si nuestra época pudiera tener un nombre se llamaría “prisa”.
 “La Paciencia es una virtud por la que se soporta con ánimo sereno los males: no sea que por perder la serenidad del alma abandonemos bienes que nos han de llevar a conseguir otros mayores”. (San Agustín)

7.    VALOR DEL AUTODOMINIO
  Ayuda a controlar el carácter.
  Permite afrontar con serenidad los contratiempos diarios y ayuda a tener paciencia y comprensión en las relaciones familiares.
  El Autodominio es una actitud que  impulsa a cambiar positivamente la personalidad.
  El Autodominio ayuda a ser más sencillos, personas de acción y  no de palabrería.
Para iniciar y desarrollar el autodominio, considera como importante:
       Aprende a escuchar. De lo contrario, se convierte en la muestra más clara de la falta de autodominio.
       Procura no distinguirte por comer abundantemente, decir disparates, vestir de forma estrafalaria, mostrar poca educación o malos modales.
       Evita el deseo de enterarte de lo que no te incumbe, hacer comentarios imprudentes y dar consejos no solicitados, eso es ser entrometido.
       Cuida especialmente tus relaciones personales, evita suponer las palabras y actitudes que los demás tienen y que “motivan” tu enojo. Lo más importante es que tú cambies de actitud, que hasta ahora también es predecible.
       Dedica unos minutos cada día para reflexionar y elaborar una pequeña lista sobre las situaciones cotidianas que normalmente te disgustan, provocan pereza, caes en excesos y aquellas en las que evades tus responsabilidades. No te preocupes si en un principio son pocas, más adelante seguirás descubriendo otras no menos importantes.
       De la lista obtenida, selecciona dos de todas ellas (puedes elegir entre las interrupciones en el trabajo, comprar los víveres para el hogar, desvelarte con frecuencia, dedicar el tiempo necesario al estudio, por ejemplo), reflexiona sobre la actitud correcta que debes adoptar y llévalas a la práctica por una o dos semanas, después de ese período elige otras y así sucesivamente.

  En la Familia el Autodominio ayuda a ser tolerante y a pasar por alto las pequeñas fricciones diarias, siendo serenos, comprensivos y cariñosos.
  El Autodominio ayuda a saber escuchar en la familia y mantener una relación sana: a relacionarse con delicadeza y cordialidad.

8.    VALOR DE LA PRUDENCIA
  La Prudencia es una virtud que nos proporciona actuar con mayor conciencia y calma frente a las situaciones ordinarias de la vida.
  La Prudencia nos ayuda a reflexionar y a considerar los efectos que pueden producir las palabras y acciones en nuestros semejantes en la familia.
  La Prudencia nos da la habilidad de reconocer nuestros errores y limitaciones y aprender de ellos para no volverlos a cometer.

9.    VALOR DE LA COHERENCIA
  Es la correcta conducta de mantener en todo momento una actitud de acuerdo a los principios familiares y religiosos.
  Con este valor somos capaces de cumplir con mayor eficacia nuestras obligaciones, pues hace falta ser honesto y responsable.
  Ser Coherente es defender con criterio y carácter los principios morales, humanos y religiosos que nos rigen.
  La Coherencia exige de la persona lealtad y compromiso a los principios que se educan en la familia.
  La coherencia evita las discusiones y enfrentamientos en la familia: y si algo se aclara ayuda a no  perder la serenidad, cortesía y comprensión en los miembros de la  familia.

Para la práctica y vivencia de este valor puedes considerar:
       Examina si tus actitudes y palabras no cambian radicalmente según el lugar y las personas con quien estés. Que en todo lugar se tenga la misma imagen y opinión de ti.
       Piensa en la coherencia que exiges de los demás y si tú actúas y correspondes, al menos, en la misma proporción.
       Sé prudente para elegir amistades, lugares y eventos. Así no tendrás que esconderte, mentir y comportarte en forma contraria a tus principios.
       Evita hacer trampa o cumplir con tus obligaciones a medias. Aunque sea lo más fácil y nadie se percate de ello por el momento.
       Procura no ser necio. Considera que algunas veces puedes estar equivocado, escucha, reflexiona, infórmate y corrige si es necesario.
       Evita discusiones y enfrentamientos por cosas sin importancia. Si hay algo que defender o aclarar, no pierdas la cordura. Serenidad, cortesía y comprensión.

10.    VALOR DEL PERDÓN
  Perdonar de corazón es un reto para todos los hijos de Dios. Perdonamos como somos perdonados por Dios.
  “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
  Dios nos ha perdonado mucho, y no debemos guardar rencor a nadie. Hemos de aprender a disculpar con generosidad, perdonar con prontitud en familia.
  El perdón embellece la vida y se hace presente Dios en el que perdona.
Para saber perdonar necesitamos:
- Evitar "interpretar" las actitudes.
- No hacer juicios sin antes de preguntarnos el "por qué" nos sentimos agredidos (así encontraremos la causa: imaginación, susceptibilidad, egoísmo).
- Si el malentendido surgió en nuestro interior solamente, no hay por qué seguir lastimándonos: no hay que perdonar. Lamentamos bastante cuando descubrimos que no había motivo de disgusto… entonces nosotros debemos pedir perdón.
Si efectivamente hubo una causa real o no tenemos claro qué ocurrió:
- Tener disposición para aclarar o arreglar la situación.
- Pensar la manera de llegar a una solución.
- Buscar el momento más adecuado para platicarlo con calma y tranquilidad, sobre todo de nuestra parte.
- Escuchar con paciencia, buscando comprender los motivos que hubo.
- Exponer nuestras razones y llegar a un acuerdo.
- Olvidar el incidente y seguir como si nada hubiera pasado.
   “Siervo malvado, yo te he perdonado toda la deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo he tenido de ti? Y su señor irritado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagara toda la deuda.” Mt. 18, 32-34.

11.              VALOR DE LA ORACIÓN
  La Oración es un diálogo del hombre con Dios y de Dios con el hombre, es un encuentro íntimo entre los dos. El ser humano tiene necesidad de entrar en contacto con su Creador.
  No digas Padre, si cada día no te portas como un buen hijo
  No digas nuestro, cuando sólo piensa en ti y te olvidas de los demás.
  No digas que está en el cielo, si sólo piensas en las cosas materiales.
  No digas santificado sea tu Nombre, si no lo honras en cada momento de tu vida.
  No digas venga a nosotros tu Reino, si las puertas de tu corazón están cerradas.
  No digas hágase tu voluntad, si no aceptas con humildad lo que te ofrece el Señor.
  No digas danos hoy nuestro pan de cada día, si teniéndolo tú, no lo cuidas, ni lo usas para el beneficio de tu prójimo.
  No digas perdona nuestras ofensas, si sigues guardando rencor y odio a tus hermanos.
  No digas no nos dejes caer en la tentación, si no estás dispuesto a cambiar tu conducta.
  No digas líbranos del mal, si aceptas seguir por el mal camino.
  No digas Amén, si no te comprometes y realizas lo que has orado.
  Para enseñar a orar, no basta decirle al hijo cada noche: "reza", o preguntarle por la mañana, "¿ya te has persignado?". Esto puede crear en él algunos hábitos, pero enseñar a orar es otra cosa. Se trata de una experiencia que el niño ha de descubrir y aprender  viendo a sus padres que oran.

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