(Por Benedicto XVI)
¡Gracias, oh Madre Inmaculada, por estar siempre con nosotros!
Vela siempre sobre nuestra ciudad: conforta a los enfermos,
alienta a los jóvenes, sostén a las familias.
Infunde la fuerza para rechazar el mal, en todas sus formas,
y elegir el bien, incluso cuando cuesta e implica ir contracorriente.
Danos la alegría de sentirnos amados por Dios,
bendecidos por él, predestinados a ser sus hijos.
Virgen Inmaculada, Madre nuestra dulcísima,
¡ruega por nosotros!
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