¿Por qué fracaso en mi oración si me esfuerzo mucho?

«El hombre no puede nada sin la gracia. Depende absolutamente de Dios, a quien debe orar, y de Cristo, su Salvador, en quien debe confiar» (San Agustín, De corruptione et gratia, 4-5) // «Toda mi esperanza estriba únicamente en tu grandísima misericordia. ¡Dame lo que pides y pide lo que quieras!... ¿Pides contienencia? ¡Dame lo que pides y pide lo que quieras» (San Agustín, Confesiones 10, 29).
¿Alguien se acuerda de la película Matrix? Seguramente sí. ¿Qué escena te gustó más? Yo conozco un joven que se sabe todo el diálogo entre Morfeo y Neo, previo a que éste último se tome la pastilla para que regrese "al mundo real". ¡No se le escapa palabra! Yo no soy tan fan, pero sí recuerdo una escena de la primera película que me vino a la mente tras leer los dos textos de San Agustín del inicio de este artículo. Neo va a visitar a una medium que debe contarle cosas importantes sobre él. Mientras espera su llegada, en la sala un grupo de niños se entrenan en el poder de la mente con ejercicios. El niño que se presenta primero logra doblar una cuchara con sólo mirarla. Intrigado, Neo le pregunta cómo lo ha hecho, a lo que el niño le responde: «Hay que concentrarse y creer que la cuchara no existe. Inténtalo tú».
¿Y cómo fue que me vino esta escena? Porque nuestro Santo Obispo nos dice justamente lo contrario a nosotros que queremos orar o simplemente crecer en la vida espiritual. El énfasis de todo no radica en lo que nosotros podamos hacer o dejar de hacer, sino en la gracia de Dios. Aquí no vale la regla de que a mayor esfuerzo mayor fruto. O por lo menos, no matemáticamente hablando. Es Dios quien regala lo que nos conviene; es Él quien nos hace más santos; es gracias a que Él nos ha amado antes que nosotros podemos corresponderle con el nuestro.
Y entonces, ¿somos nosotros meros títeres de lo que a Dios se le antoje? ¿De nada cuenta nuestra libertad? Claro que no. Es el don más grande que Él nos ha dado. ¿Nunca se han puesto a pensar lo increíble que es que nosotros podamos decirle a Dios que no? Y claro, en lo hermoso que significa responderle con un sí. En este sentido, el período que comenzamos ayer con el Adviento nos resalta la figura de María, que le supo decir sí a Dios cuando le preguntó si quería ser su Madre. ¡Ella podría haber respondido que no! Era libre. Pero dijo sí.
(Abro un paréntesis cultural, que no me resisto a incluir. Gracias a este sí de María, un Papa, que ahora no recuerdo el nombre, dictaminó que las mujeres pudieran decir sí en el matrimonio. Antes de esta sentencia, la mujer no tenía voz ni voto en lo que a su futuro se refiere. Pero el Papa dijo que si Dios esperó el sí de María, ¿por qué una mujer no va a dar su sí a su futuro esposo? Para que luego digan que la Iglesia no ha hecho nada por las mujeres. Cierro el paréntesis). 
 Somos libres. Pero también dependemos de Dios. Su Gracia es como el universo en el que se mueve nuestra libertad, que va escogiendo un sí o un no a su Amor. Sin esa Gracia, el sí nunca podría llegar... y es por eso que le debemos todo lo que somos. San Agustín lo sabía y por eso nos deja esa oración que leíamos al inicio, y que debe ser como el eslogan de todo cristiano: ¡Dame lo que pides y pide lo que quieras!
Así que si eres débil, si crees fracasar en tu oración, ¡no te frustres! Sólo eres un ser humano. Pero justamente porque lo eres, detrás de ti está un Dios que te ama y desea hablar contigo para que camines con serenidad. Y es que nuestra vida no consiste en una concentración profunda de nuestro interior para yo salir adelante. Más bien debemos permitir que sea Dios quien tome las "cucharas" de nuestro egoísmo, de nuestra ceguera y nuestro pecado, no ya para doblarlas nada más, sino para hacerlas desaparecer. Pero debemos dejarle actuar...
P. Juan Antonio Ruiz J., L.C.  
la-oracion.com

Consejos de un sacerdote anciano

Este escrito lo llevaba siempre consigo el sacerdote salesiano Alfonso Arboleda, muerto recientemente, y fue escrito antes de morir por el Padre Jegussel, profesor de una universidad romana, a petición de sus alumnos.
1.      Sea la Celebración de la Eucaristía el sol de cada una de tus jornadas. Esfuérzate por comprenderla, gustarla, vivirla. Preside cada celebración como si fuera la primera, la única, la última de tu vida.
cura_de_ars
San Juan María V.
2. Recuerda que la Celebración Eucarística mejor presidida celebrada es la mejor preparada. No seas de aquellos que pasan de charlas mundanas a presidir la celebración del santo Sacrificio sin preparase por medio de la oración, sin meditar nada, sin hacer siquiera un pequeño paréntesis de recogimiento.
3.      Libera la celebración de la rutina del automatismo. El veneno que mata a la Celebración de la Eucaristía es la rutina. Y la repetición trae rutina. Por esto no proclames siempre una sola Plegaria Eucarística, generalmente la más corta. Es necesario que vayas cambiando de Plegaria, según el sentido espiritual y pastoral de las múltiples que te ofrece el misal. Por ejemplo, la primera es la de la gran tradición de la Iglesia Romana, pronunciada por mucho santos y apóstoles durante más de 10 siglos, la tercera es muy venerada por su antigüedad, la cuarta es un bello resumen de la Historia de la Salvación. Puedes aprovechar los momentos penitenciales y las celebraciones con niños y jóvenes proclamando las Plegarias especiales para cada caso.
4.      Que cada palabra que pronuncies sea un verdadero "anuncio" cada rito que realices sea un auténtico "signo sagrado". Trasforma tu celebración en una verdadera vivencia. Toda comunidad cristiana experimenta con alegría la presencia del Señor en la Celebración Eucarística, si la presides con devoción y con fe, pronunciando con cuidado cada palabra y ejecutando con cariño cada gesto, "como quien habla a Alguien allí presente y a Quien ama y respeta inmensamente".
5.      Evita toda "carrera", especialmente al pronunciar la Plegaria Eucarística. Recuerda las palabras del Cardenal Mercier: "Dedica unos minutos más a tu misa". Sucede que las palabras de las Plegarias Eucarísticas, especialmente de la segunda, ya te las sabes de memoria y por lo tanto tienes el peligro de pronunciarlas a la carrera y la comunidad se da cuenta de tu modo descuidado de presidir. No temas ser muy cuidadoso en pronunciar bien y con sentido todas las frases, claro está sin exageraciones teatrales, pero sí con toda solemnidad. La comunidad te lo agradecerá.
6.      No improvises nunca tu celebración. Que no te suceda jamás que al llegar al altar no sepas de qué tratan las lecturas del día ni que fiesta se celebra. Sería un irrespeto incalificable a la acción más importante de la Iglesia y de tu vida.
7. Nunca la causa de Dios, que es la salvación de todo el género humano, está tan en tus manos como cuando predicas la homilía. Bien sabes que la homilía puede ser la única instrucción y formación en la fe que reciba tu comunidad. Es necesario que te convenzas que difícilmente el Pueblo de Dios recibe la Palabra fuera de la Misa. De este ministerio tan grande serás interpelado por el Señor en el día de tu encuentro definitivo con El. Ten en cuenta las palabras de la Biblia: "Pidieron pan y no hubo quien se los diera". Por eso piensa en tu responsabilidad para que se cumpla en ti la promesa divina: "Los que enseñaron a muchos la santidad, brillarán como estrellas portada la eternidad" (Daniel 12).
8. Graba esto en lo más profundo de tu corazón: Lo más importante de toda mi jornada es la celebración Eucarística. La presidencia de la Celebración Eucarística como la de los demás sacramentos, es la realidad por la que más vales como sacerdote. Cuando presides la celebración estás en la parte más alta de toda la pirámide humana, y en ese momento sólo hay uno por encima de ti: Dios. ¿No es una verdadera lástima, entonces, que te apresures en la preparación, celebración y acción de gracias de la Misa y que te distraigas tan fácilmente en ella?
9.      "Vive lo que celebras celebra lo que practicas". Estas palabras que te recuerdan el día memorable de tu ordenación, te invitan a ofrecerte diariamente como "hostia viva y agradable a Dios" (Romanos 12,1). Acuérdate siempre al terminar la celebración, que tu misa debe continuar durante toda la jornada. Para esto, practica el consejo del Papa Pío XII: "No dejar ni un día de hacer una visita al Santísimo Sacramento, que será, por otra parte, un excelente buen ejemplo para tu comunidad". Y hazla con amor por El, con aquella intención que deseaba Paulo VI: "Como un agradecimiento al don sublime de la Eucaristía y como un 'gracias' y una preparación más para la celebración de la misa". Un sacerdote que preside santamente y visita con frecuencia al Santísimo hace menos disparates que otros.
10.  La celebración de la Liturgia de las Horas es el mejor termómetro de tu ardor sacerdotal. Es lo primero que abandona un sacerdote tibio. Ama el Oficio Divino como escudo de tu santidad. No lo consideres como una pesada carga sino como una maravillosa oportunidad para realizar el mismo "oficio de Dios" como lo llamaba San Agustín. Es el momento de adorarlo por tantos que no lo hacen, de pedirle perdón por tus pecados y por los de todos, de darle gracias en nombre de toda la humanidad y de enriquecerte de una manera maravillosa en tu vida interior.
11.  Busca la manera de que todos los que se encuentren contigo te experimenten primero ante todo como sacerdote sacerdote de Cristo.
12.  Considérate al servicio y a la disposición de todos. Ojalá siempre, durante toda tu vida, puedas repetir las Palabras del Señor: " No he venido a ser servido sino a servir" Y que el Divino Redentor te conceda lo que El prometió a sus Apóstoles y discípulos: "Sabiendo esto, seréis dichosos si lo cumplís" (Juan 13,17).
P. Evaristo Sada
la-oracion.com

¿Cómo rezar cuando no tengo tiempo para nada? (segunda parte)

La semana pasada reflexionamos sobre el problema que la falta de tiempo nos plantea ante nuestra sed de Dios, que se concreta en esa necesidad de orar más y/o mejor. Propusimos una clasificación básica de las personas por “grados de ocupación” y comentamos la primera categoría: “Los que objetivamente no tienen tiempo disponible y no pueden tenerlo”. Ahora vamos a la segunda categoría:
 2. Los que tienen sus jornadas comprometidas, pero pueden administrar libremente el empleo de su tiempo, al menos en parte.
ocupado
Conforme al ritmo de vida actual se llenan los días y las semanas de compromisos y actividades. Algunas son necesarias, otras no. Muchas de las cosas que hacen son opcionales, las hacen por gusto, por generosidad, por costumbre o tal vez incluso por presión social, y atiborran sus jornadas de ocupaciones como un embutido. Además de sus obligaciones y deberes básicos (estudios, hogar, trabajo, ….) dedican tiempo a otras actividades como cursos, deporte o gimnasia, vida social, hobbies, entretenimiento y descanso, leer la prensa, revistas, redes sociales en internet, obras de apostolado, etc. Su día lo tienen lleno no porque “se les haya llenado” sino porque “lo llenan”, y sin embargo no tienen tiempo para estar a solas con Dios.
 Si te encuentras en esta categoría, tal vez te ayuden las siguientes consideraciones:
1. Detente (time out!) y con mucha humildad y sencillez pregúntate tres cosas:
time_out
  • Si deseas o no escuchar y responder a tu sed de felicidad profunda,
  • Si reconoces que el trato diario con Dios es una necesidad básica para que tu vida sea auténticamente humana,
  • Si quieres poner los medios para obrar en consecuencia.
2. Traza una recta jerarquía de valores y decide responsablemente cómo vas a usar tu tiempo (según prioridades que sean conformes a su jerarquía de valores).  No es propio de una persona con carácter dejarse llevar por la inercia. Una persona de carácter toma en sus manos su vida y hace lo que sabe que debe hacer.
 3. Trata de simplificar tu vida: quita cosas no necesarias para que puedas vivir menos acelerado y luego elige tiempos de calidad reservados al encuentro personal con Jesús. A las actividades necesarias no se puede renunciar, pero sí a las actividades no necesarias u opcionales. Simplificar implica hacer renuncias. Esto no es fácil, es necesario romper esquemas y cambiar hábitos.
simplificar_vida
 4. Una vez tomadas estas decisiones, incluye la oración personal en tu rutina diaria y sé constante; de lo contrario sucederá con facilidad que la meditación sea lo primero en caer o se quedará siempre para el final, cuando ya estás cansado y con el deseo de llegar cuanto antes a la cama. 
 Me parece que la rutina diaria de un cristiano “de a pie” debería incluir:
  • Ofrecimiento del día al Señor al inicio de la jornada.
  • Acción de gracias al final de la jornada.
  • 10-15 minutos de silencio y soledad para leer y reflexionar la Palabra de Dios, dialogar con Él y acompañarle.
Algunos querrán hacer una visita a Cristo Eucaristía, comulgar o incluso ir a misa entre semana y rezar un misterio del Rosario o el Rosario completo.
Sé bien que hoy en día estas cosas no se estilan, no es lo habitual, pero creo que debería serlo. Es cuestión de jerarquía de valores y prioridades.
Procura ofrecer a tu Creador la mejor parte. Estamos hablando de la relación de la creatura con su Creador, del hijo con su Padre, del pecador con su Redentor, del caminante con su Guía.
Pueden servirte de inspiración estas dos mujeres de la Sagrada Escritura que se caracterizan por su generosidad:
a) La viuda de Sarepta:viuda_de_sarepta
“Le fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías diciendo: «Levántate y vete a Sarepta de Sidón y quédate allí, pues he ordenado a una mujer viuda de allí que te dé de comer». Se levantó y se fue a Sarepta. Cuando entraba por la puerta de la ciudad había allí una mujer viuda que recogía  leña. La llamó Elías y dijo: «Tráeme, por favor, un poco de agua para mí en tu jarro para que pueda beber». Cuando ella iba a traérsela, le gritó: «Tráeme, por favor, un bocado de pan en tu mano». Ella dijo: «Vive Yahveh tu Dios, no tengo nada de pan cocido: sólo tengo un puñado de harina en la tinaja y un  poco de aceite en la orza. Estoy recogiendo dos palos, entraré y lo prepararé para mí y para mi hijo, lo comeremos  y moriremos». Pero Elías le dijo: «No temas. Entra y haz como has dicho, pero primero haz una torta pequeña para mí y tráemela, y luego la harás para ti y para tu hijo. Porque así habla Yahveh, Dios de Israel: No se acabará la harina en la tinaja, no se agotará el aceite en la orza hasta el día en que Yahveh conceda la lluvia sobre la haz de la tierra. Ella se fue e hizo según la palabra de Elías, y comieron ella, él y su hijo. No se acabó la harina en la tinaja ni se agotó el aceite en la orza, según la palabra que Yahveh había dicho por  boca de Elías.” (Primer libro de los reyes 17, 8-16)
b) La viuda pobre y generosa:
“Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: «Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de los que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir.” (Mc 12, 41-44)
En la elección de los tiempos para la meditación diaria es importante ser prácticos y realistas. Si te propones dedicar 15 minutos diarios a leer y meditar la Palabra de Dios y quisieras hacerlo al inicio de la jornada para que te sirva de inspiración durante toda la jornada, pero te resulta imposible por tus deberes de estado, no te agobies, no te culpes, no pienses que no estás dando a Dios la primacía. Con sencillez y serenidad hazlo en otro momento adecuado, en la medida de tus reales posibilidades. O tal vez seas de los que al iniciar el día andan como “zombies”; si es así elige las horas de lucidez y no las de sueño para estar con Jesús. Cada quien debe conocer qué hora le va mejor y en qué lugar le ayuda más hacer la meditación. Creo que no sería correcto recetar esquemas universales e imponerlos como camisas de fuerza a todos por igual. La oración es algo muy personal.
Tengo la convicción de que quienes tomen la decisión de invertir un tiempo cada día para “pasársela bien con Dios”, a las pocas semanas experimentarán que comienzan a recuperar la paz profunda y que son mejores amigos, mejores papás, mejores mamás, mejores esposos o mejores hijos. Ciertamente serán mejores cristianos.
Conversando con una joven pastora, de nombre Araceli, me decía: “Cuando ando inquieta, nerviosa, de malas…. hasta las ovejas se dan cuenta y se me apartan. Cuando estoy en paz, aquí andan cerquita.” Es un hecho que cuando estamos cerca de una persona con paz interior, llena de la gracia de Dios, uno lo percibe, se siente a gusto a su lado. Su rostro lo refleja.
P. Evaristo Sada LC 
la-oracion.com

¿Cómo rezar cuando no tengo tiempo para nada?

“Mi vida es muy complicada, estoy siempre acelerado: el trabajo, los traslados, las presiones, las clases, los niños, los imprevistos…. ya no me cabe nada más, no tengo tiempo ni para… ¿Cómo rezar cuando no tengo tiempo para nada?”tiempo_extra


Quien se interroga así reconoce que le está faltando algo que necesita, se siente insatisfecho. Tiene sed de Dios. La pregunta presupone el deseo de orar y de encontrar una solución. Aunque siempre es algo incómodo que te respondan a una pregunta con otra pregunta, le respondería con tres preguntas: ¿De verdad no tienes tiempo? ¿Puedes hacerte un espacio? ¿Quieres? (ver artículo: "Palabras clave para que disfrutes tu meditación diaria").  

Tiempo y libertad

Quien se formula la pregunta: “¿Cómo rezar cuando no tengo tiempo para nada?”, pone sobre la mesa su tiempo y su libertad. Son estos, el tiempo y la libertad, dos talentos particularmente valiosos que todos los seres humanos hemos recibido de manera gratuita. Es buena cosa detenerse a contemplarlos. Preguntarnos delante de Dios sobre cómo los estamos empleando. La parábola de los talentos (Mt 25, 14-30) se refiere a todos los regalos que hemos recibido de nuestro Creador y Redentor: la vida, la fe, la familia, los amigos, la inteligencia, las propias habilidades, los bienes materiales, etc.
Tal vez lo que se nos ha olvidado hacer es preguntárselo a Él: “¿cómo quieres que rece, Señor, cuando no tengo tiempo para nada?” Y, formulada así, esta pregunta nos avergüenza. ¿Cómo decirle a quien nos ha regalado todo el tiempo de nuestra vida, y la libertad para escoger cómo emplearlo: “no tengo tiempo para ti”?  La lógica de un niño concluiría enseguida: “No es justo”. Pero Jesús es sincero al regalarnos día a día la libertad: ha querido entablar con nosotros no una relación de justicia, sino de amistad y de amor. “Gratis lo recibisteis, dadlo gratis.” (Mt 10,8)

Grados de ocupación

Podríamos hacer una clasificación básica de las personas (sin duda incompleta) por “grados de ocupación”. Ve si te encuentras en una de estas categorías o define la tuya propia. Para no alargarnos, en este artículo comentaré sólo la primera categoría. Pronto seguiremos con las demás.
  1. Los que objetivamente no tienen tiempo disponible y no pueden tenerlo.
  2. Los que tienen sus jornadas comprometidas, pero pueden administrar libremente el empleo de su tiempo, al menos en parte.
  3. Quienes tienen su tiempo holgado, dedican horas a actividades de ocio o les falta equilibrio
  4. Quienes estando en cualquiera de las categorías no tienen interés de mejorar su calidad de vida.

  1. Los que objetivamente no tienen tiempo disponible y no pueden tenerlo.

stressPienso por ejemplo en una madre de familia con hijos pequeños. Su atención está totalmente absorta en los niños; ocupa las 24 horas del día en sus necesidades y obligaciones básicas, de sobrevivencia. Pienso también en quien trabaja 12 horas diarias, la distancia entre su casa y el trabajo es larga, sus hijos son todos chicos… Estas personas tienen la jornada llena. Su tiempo no les pertenece.
Difícilmente pueden encontrar espacios de paz y tranquilidad. Lo que más quisieran sería comenzar el día con 30 minutos de tranquilidad, sin interrupciones. Pero es imposible, no los encuentran ni al inicio del día ni en ningún otro momento. Son los primeros en sufrirlo. Su vida es muy sacrificada.
Para ellas vale de manera especial lo que decía en el artículo “Orar es para hombres”: “el cultivo de la amistad con Dios es sobre todo cuestión de identidad y no de actividad.”  y luego en el artículo “La vida hay que disfrutarla”.
Estas personas pueden ofrecer a Dios lo que hacen y elevar la mente y el corazón a Él en diversos momentos a lo largo del día. Bastará acordarse de Jesús, hacer memoria del Creador, ofrecerle su cansancio, decirle “gracias” mientras disfrutan la sonrisa de su bebé, pedirle perdón cuando pierden la paciencia en el trabajo, o decirle “bendito seas” cuando el sol se ponga cada día con su estilo propio. Cuando comienzan la jornada o al acostarse pueden hacer la señal de la cruz con un profundo sentido de alabanza, súplica, gratitud y ofrecimiento. Y si encuentran un momento de tranquilidad y silencio, disfrutarlo en intimidad con Dios.
Conozco personas que se turban porque antes dedicaban más tiempo a la oración y ahora no pueden. Es importante que acepten la etapa en que se encuentran, que sepan adaptarse, que la vivan con mucha paz interior y la disfruten.
(Seguiremos...)
la-oracion.com

Mensaje del Papa al iniciar el Adviento 2011

¡Queridos hermanos y hermanas!
Hoy iniciamos en toda la Iglesia el nuevo Año litúrgico: un nuevo camino de fe, a vivir juntos en las comunidades cristianas, pero también, como siempre, a recorrer dentro de la historia del mundo, para abrirla al misterio de Dios, a la salvación que viene de su amor. El Año litúrgico empieza con el Tiempo de Adviento: tiempo estupendo en el que se despierta en los corazones la espera de la vuelta de Cristo y la memoria de su primera venida, cuando se despojó de su gloria divina para asumir nuestra carne mortal.
“¡Velad!”. Este es el llamamiento de Jesús en el Evangelio de hoy. Lo dirige no sólo a sus discípulos, sino a todos: “¡Velad!” (Mt 13,37). Es una llamada saludable a recordar que la vida no tiene sólo la dimensión terrena, sino que es proyectada hacia un “más allá”, como una plantita que germina de la tierra y se abre hacia el cielo. Una plantita pensante, el hombre, dotada de libertad y responsabilidad, por lo que cada uno de nosotros será llamado a rendir cuentas de cómo ha vivido, de cómo ha usado las propias capacidades: si las ha conservado para sí o las ha hecho fructificar también para el bien de los hermanos.
También Isaías, el profeta del Adviento, nos hace reflexionar hoy con una sentida oración, dirigida a Dios en nombre del pueblo. Reconoce las faltas de su gente, y en un cierto momento dice: “Nadie invocaba tu nombre, nadie salía del letargo para adherirse a tí; porque tu nos escondías tu rostro y nos entregabas a nuestras maldades” (Is 64,6). ¿Cómo no quedar impresionados por esta descripción? Parece reflejar ciertos panoramas del mundo postmoderno: las ciudades donde la vida se hace anónima y horizontal, donde Dios parece ausente y el hombre el único amo, como si fuera él el artífice y el director de todo: construcciones, trabajo, economía, transportes, ciencias, técnica, todo parece depender sólo del hombre. Y a veces, en este mundo que parece casi perfecto, suceden cosas chocantes, o en la naturaleza, o en la sociedad, por las que pensamos que Dios pareciera haberse retirado, que nos hubiera, por así decir, abandonado a nosotros mismos.
En realidad, el verdadero “dueño” del mundo no es el hombre, sino Dios. El Evangelio dice: “Así que velad, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de la casa, si al atardecer o a media noche, al canto del gallo o al amanecer. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos” (Mc 13,35-36). El Tiempo de Adviento viene cada año a recordarnos esto para que nuestra vida reencuentre su justa orientación hacia el rostro de Dios. El rostro no de un “amo”, sino de un Padre y de un Amigo. Con la Virgen María, que nos guía en el camino del Adviento, hagamos nuestras las palabras del profeta. "Señor, tu eres nuestro padre; nosotros somos de arcilla y tu el que nos plasma, todos nosotros somos obra de tus manos” (Is 64,7).
zenit.org

Cómo rezar cuando sientes miedo ante el futuro

Si las cosas siguen así ¿qué futuro me espera? ¿Qué será de mí? ¿Podré soportar ese peso? ¿Sabré hacerlo? ¿Por qué Dios permitió esto en mi vida y la vida de mi familia? ¿Tuve yo la culpa? ¿Pude haberlo evitado? No entiendo nada, no sé qué pensar. Hay muchas circunstancias que no puedo controlar y que me son desconocidas. No veo nada claro. Me siento como un niño indefenso, solo, desprotegido, en un sótano oscuro, en medio de un tsunami. No sé qué hacer. Me siento muy inseguro. Tengo miedo del futuro.
tunel
Hay situaciones de la vida humana que nos ponen en este tipo de encrucijadas: una desgracia en la familia, una traición, un problema serio de salud, quiebra económica, la pérdida del empleo, la incapacidad física, un fraude o engaño, un cambio de rumbo inesperado, etc. Se me cambian los planes y me dejan expuesto ante un futuro que preveo difícil, tal vez insoportable.
Se vale tener miedo. Es propio de una persona humilde reconocer que no las tiene todas consigo. Ningún ser humano las tiene todas consigo. Se vale dudar de las propias fuerzas y de la capacidad para soportar un sufrimiento que se ve venir difícil y doloroso.

Es normal sentir miedo

Todos sentimos miedo y resistencia al encontrarnos en un túnel oscuro, sin fondo, sin conocer su duración ni lo que vaya a salir en el camino. La vida es así, no hay marcha atrás y tenemos que seguir caminando.
Con la memoria recordamos el pasado. El pasado tiene remedio con el perdón, la misericordia y la conversión.
Con la imaginación nos adelantamos al futuro, pero no podemos hacerlo a nuestro gusto. No todo depende de nosotros. El futuro permanece siempre con un signo de interrogación.
interrogante

Confianza

Pero no es lo mismo caminar solo por el túnel que buscar la mano de Aquél que sí puede ver, que todo lo conoce y que es todopoderoso. Él es el Señor de la historia, Él es el dueño de nuestra vida, Él es Padre, busca nuestro bien y nos ama sin posibilidad de fallar.
Cuando he atravesado momentos difíciles me voy con Cristo Eucaristía y me abro a su mirada para que me vea tal cual me siento. Allí encuentro refugio y recobro confianza al escuchar:
  • Tú vales más que las aves del cielo, que no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros, y yo las alimento. No te preocupes del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio afán. Por más que te preocupes, no podrás añadir ni un codo a la medida de tu vida. (Cfr. Mt 6, 25-34) No temas, tú vales más que muchos pajarillos (cfr. Lc 12, 7) Echa sobre mí todas tus preocupaciones, yo cuidaré de ti. (1 Pedro 5,7)
  • ¿Sientes que el mundo se te viene encima? Es normal, pero yo estoy contigo. Si yo estoy contigo, ¿quién contra ti? Mira, si entregué a mi propio Hijo para salvarte a ti, ¿por qué dudas de mí? Que nada te separe de mi amor, ni la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni los peligros. Aunque te sientas como oveja destinada al matadero, ten la certeza de que yo te amo y saldrás vencedor de esta dura prueba. (cfr. Rom 8, 31-39)
  • Puede ser que a ratos no me veas, pero escucha los golpes de mi cayado, allí voy contigo, estoy siempre a tu lado, que mi vara y mi cayado te sosieguen (cfr. Salmo 23,4)
  • También tienes a mi Madre que te protege bajo su manto. Escucha que ahora te repite a ti: “Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y te aflige. No se turbe tu corazón, no temas esa enfermedad, ni otra alguna enfermedad ni angustia. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? ¿Qué más has menester? No te apene ni te inquiete cosa alguna”. (Nican Mopohua) 
Además de escuchar su Palabra veo que casi siempre me sale al encuentro algún "ángel" que Dios me envía, personas que son transparencia del amor de Dios, como en el caso de este video:
Adobe Flash Player not installed or older than 7.0.14!
Get Adobe Flash Player here



Ante el futuro incierto hay que echar mano de la virtud de la esperanza. Dios nos invita a confiar en Su Providencia y vigilar en la oración. Decir: "Confío, pero...." no es suficiente. Dios espera que nos abandonemos a sus brazos, en actitud de confianza total.
Cuando Jesús sintió terror y angustia. ¿Qué hizo? Se fue al huerto a hacer oración, allí se desahogó y puso toda su confianza en Su Padre.
Confiar significa lanzarse con la certeza de que tu padre te cuidará. Es como tirarse en un paracaídas; si no te lanzas, no se abre. Sí, da vértigo.
paracaidas

Ante un futuro incierto: rezar

San Alfonso María de Ligorio escribió:
“Túrbanse algunos y se preguntan inquietos y miedosos: ¿Quién sabe si estaré escrito en el libro de la vida? ¿Quién sabe si Dios me dará la gracia eficaz y la perseverancia? (…) Rezad, rezad siempre; que vuestras plegarias suban continuamente ante el trono de Dios. Dadle siempre gracias por las promesas que os hizo de concederos todas las gracias que le pidiereis; la gracia eficaz, la perseverancia, la salvación y todo cuanto deseareis... Nos lanzó el Señor a la batalla contra enemigos fuertes, pero El será fiel a la promesa que nos hizo de no permitir que seamos más fieramente combatidos de lo que nuestras fuerzas pueden resistir. Es fiel porque al punto socorre al que le invoca.”
Entonces, cuando sientas miedo ante el futuro, percibe la mano amiga de Jesús que te abraza y que dice: Sé que tienes miedo, te entiendo, no es para menos, pero aquí estoy y estaré siempre contigo. Te amo. Agárrame fuerte, confía en mí, no te rindas, no me sueltes, permanece en oración.
Tal vez te ayude escuchar esta canción con las palabras de la Virgen de Guadalupe citadas arriba. La grabación no es profesional, está grabada en directo en una capilla, tal y como podría ser tu oración cuando tengas miedo.
Nican Mopohua- letra de la canción:
Muchachita, mi Señora, hija mía la menor,
dime, ¿cómo amaneciste? Niña mía, tu hijo soy.
Te lo ruego, Madre mía, llévale a Jesús mi amor,
y en el hueco de tu manto guarda tú mi corazón.

Vengo humildemente, Madre, a ofrecerte cuanto soy,
mi presente, mi futuro, todo mi gozo y dolor.
Mis proyectos sean los tuyos, te confío mi misión;
solo, Madre, nada puedo, para siempre tuyo soy.

¿No estoy aquí yo que soy tu Madre?
¿no estás por ventura en mi regazo?
No te aflija ni perturbe cosa alguna,
que en el cruce de mis brazos,
y en el hueco de mi manto,
¿qué más has menester?
Nada has de temer.

Niña mía, Madrecita, pobre y débil lucho hoy,
pues los vientos y las olas azotan la embarcación,
por mis hermanos te imploro, y por mí, tu hijo, el menor,
a ti acudo, de rodillas, antes que se ponga el sol.

Hijo mío, el más pequeño, escucha en tu corazón:
Nada es lo que te espanta. No te turbes: sólo Dios.
Yo apaciguaré sus penas, su cansancio, su dolor;
como estrella de esperanza, de fe y de amor redentor.

¿No estoy aquí yo que soy su Madre?
¿no están por ventura en mi regazo?
No te aflija ni perturbe cosa alguna,
que en el cruce de mis brazos,
y en el hueco de mi manto,
¿qué más han menester?
Nada han de temer.
Nada has de temer.
Por P. Evaristo Sada LChttp://www.la-oracion.com

Responso

Una de las obras de caridad espiritual es rezar por nuestros hermanos difuntos. Aquí tienes una forma de “Responso”, para acompañar a los deudos y asistentes para rezarlo con mucho respeto y devoción.

V/ No te acuerdes, Señor de mis pecados.
R/ Cuando vengas a juzgar al mundo por medio del fuego.
V/ Señor, Dios mío, dirige mis pasos en tu presencia.
R/ Cuando vengas a juzgar al mundo por medio del fuego.
V/ Concédele(s), Señor, el descanso eterno, y que le(s) alumbre la luz eterna.
R/ Cuando vengas a juzgar al mundo por medio del fuego.
V/ Señor, ten piedad.
R/ Señor, ten piedad.
V/ Cristo, ten piedad.
R/ Cristo, ten piedad.
V/ Señor, ten piedad.
R/ Cristo, ten piedad.
T/ Padre Nuestro…..
V/ Y no nos dejes caer en la tentación.
R/ Más líbranos del mal.
V/ Libra, Señor, su alma (sus almas).
R/ De las penas del infierno.
V/ Descanse (descansen) en paz.
R/ Amén.
V/ Señor, escucha mi oración.
R/ Y llegue a ti mi clamor.
V/ El Señor esté con ustedes.
R/ Y con tu espíritu.

Oración: Te rogamos, Señor, que absuelvas el alma de tu siervo(a) N…, de todo vínculo de pecado, para que viva en la gloria de la resurrección, entre tus santos y elegidos. Por Cristo nuestro Señor.
R/ Amén.

V/ Concédele (s) Señor, el descanso eterno.
R/ Y brille para él (ellos) la luz eterna.
V/ Descanse (descansen) en paz.
R/ Amén.
V/ Su alma y la de todos los fieles difuntos descansen en paz, por la misericordia del Señor.
R/ Amén.

Puedes usar la Biblia y dar lectura algunos pasajes; luego hacer una breve plática o explicación. Es muy conveniente que todos los asistentes mediten la Palabra de Dios: Salmo 50 (miserere); Salmo 22 (El buen Pastor); Salmo 120 (El Señor guarda a su pueblo); Salmo 129,1-8 (Desde lo hondo a ti grito, Señor); Salmo 145 (Alabanzas a los hechos de Dios);Isaías 25,6-9 (Aniquilará la muerte para siempre); 1 Corintios 15,12-34 (La resurrección de Cristo, esperanza de los creyentes); 1 Corintios 15,35-57 (La resurrección de los muertos y la venida del Señor); 2 Corintios 4,16-5,10); Romanos 6,3-9 (Andemos en una vida nueva); 1 Tesalonicenses 4,13-18 (La Resurrección de los muertos); 1 Tesalonicenses 5,1-11 (La venida del Señor); Mateo 24,36-44 (Exhortación a la vigilancia); Mate 25, 31-46 (El juicio final)Juan 12,23-28 La muerte es la ocasión de percibir el fruto de lo que hemos sembrado en nuestra vida); Juan 11,17-27 (“Yo soy la resurrección y la vida”)

Bautismo en peligro de muerte

Ponemos el ceremonial para estos casos, ya que en peligro de muerte cualquier persona adulta y que tenga la intención de hacerlo, puede administrar este Sacramento.
Preparada el agua, aunque no esté bendecida, reunidos al lado del(a) niño(a) todos los familiares presentes, y el celebrante, comienza con esta breve oración de los fieles.

M/ Hermanos: Invoquemos la misericordia de Dios todopoderoso para este(a) niño(a) que va a recibir la gracia del Bautismo, por sus padres y padrinos, y por todo el pueblo santo de Dios.

R/ Te rogamos, óyenos.
M/ Para que se digne adoptarlo como hijo(a) suyo, por el Bautismo. Roguemos al Señor.
R/ Te rogamos, óyenos.
M/ Para que sepultado por el bautismo en la muerte de Cristo, le haga partícipe de su resurrección. Roguemos al Señor.
R/Te rogamos, óyenos.
M/ Para que se digne renovar en todos nosotros la gracia del bautismo. Roguemos al Señor.
R/ Te rogamos, óyenos.
M/ Para que se digne conservar siempre en una misma fe y caridad a todos los discípulos de Cristo, bautizados para formar un solo cuerpo. Roguemos al Señor.
R/ Te rogamos, óyenos.

M/ Dios, fuente de vida y amor, Padre  de nuestro Señor Jesucristo: Tú quieres revelar tu designio de amor a estos padres que temen por la vida de su hilo(a), dándoles a conocer que no ha de perderse para siempre ésta vida que renacerá en el Bautismo. Escucha nuestras súplicas: No permitas que este(a) niño(a) permanezca bajo el poder del mal, sino admítelo(a) en el Reino de tu Hijo. Concede que este(a) niño(a), a quien damos el nombre de N., por esta agua vivificada por el Espíritu, participe en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, sea hijo(a) de adopción, alcance tu heredad y se alegre como miembro de tu Iglesia con el Hijo y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
R/ Amén.

M/ Recordando nuestro Bautismo, confesemos nuestra fe en Jesucristo, que es la fe de la Iglesia, en la que este(a) niño(a) va a ser bautizado(a).

Recitan todos el Credo
 
T/ Creo en Dios Padre…

Después el ministro bautiza al niño diciendo:

N., Yo te Bautizo en el nombre del Padre (primera infusión de agua) y del Hijo (segunda infusión de agua), y del Espíritu Santo (tercera infusión de agua).
Se puede imponer la vestidura blanca:
M/ N., eres nueva criatura y has sido revestido(a) de Cristo. Esta vestidura blanca sea signo de tu dignidad de cristiano(a), que debes conservar sin mancha hasta la vida eterna.

R/ Amén.

Termina la celebración rezando todos la oración dominical:

T/ Padre Nuestro…

Oración para el viaje

Por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María
tengamos buen viaje;
el Señor esté en nuestros caminos
y sus Ángeles nos acompañen.
V/ San Rafael.
R/ Ruega por nosotros.
V/ Santa María del Camino.
R/ Ruega por nosotros.

Oración del Chofer

Al tomar asiento y colocar mis manos al volante del carro,
te imploro, Dios y Señor, para que seas tú la luz que me ilumine en mi caminar.
Pon en mi mente el buen entendimiento de tu amor para frenar mis impulsos y cuidar en tu nombre mi vida, la de los míos y la de mis semejantes.
Dame la serenidad para recordarte en todo momento y cúbreme con las suaves alas de tu infinita misericordia. Dame Señor, mano firme y ojo vigilante para que llegue sano y salvo a la meta. Protege a los que viajan conmigo; ayúdame a ser servicial con todos; dame la prudencia para no cometer excesos y haz que te vea en la naturaleza que recorro. Amén.

Virgen Santa, Madre de Dios y Madre mía, auxilio de los cristianos, que has realizado y sigues realizando tantas maravillas, te suplico con todo el fervor de mi alma, me cuides y guíes por el buen camino. Amén.

Oración por los Enfermos

Señor Jesús, nuestro(a) hermano(a) N., a quien amas está enfermo(a). Tú lo puedes todo; te pido humildemente que le devuelvas la salud.
Pero, si son otros tus designios, te pido le concedas la gracia de sobrellevar cristianamente su enfermedad.

Que tu misericordia le devuelva la salud del cuerpo y del alma, a fin de que, con corazón agradecido, pueda siempre amarte y servir siempre a su prójimo. Te lo pedimos a ti, que nos amas y vives por los siglos de los siglos. Amén.

Oración de los Esposos

Señor, haz que nuestro hogar sea un sitio de tu Amor.
Que no haya injuria, por que tú nos das comprensión.
Que no haya amargura, porque tú nos bendices.
Que no haya egoísmos, porque tú nos alientas.
Que no haya rencor, porque tú nos das perdón.
Que no haya abandono, porque tú estás con nosotros.
Que sepamos marchar hacia ti en nuestro diario vivir.
Que cada mañana amanezca un día más de entrega y de sacrificio.
Que cada noche nos encuentre llenos de frutos de amor de esposos.
Haz, Señor, de nuestros hijos, lo que tú quieres:
ayúdanos a educarlos y a orientarlos por tu camino.
Que nos esforcemos en el consuelo mutuo.
Que hagamos del amor de esposos, un motivo para amarte más.
Que demos lo mejor de nosotros para ser felices en el hogar.
Que cuando amanezca el gran día de ir a tu encuentro,
nos concedas el don de encontrarnos unidos para siempre en Ti.
Amén.

Oración por la Vocaciones Sacerdotales y Religiosas

Señor Nuestro, Jesucristo,
que dijiste a tus Apóstoles:
“la mies es mucha y los operarios son pocos,
rueguen al Señor de la mies
que envíe operarios a su campo”,
humildemente te suplicamos
que envíes a tu Iglesia,
numerosas y santas vocaciones
sacerdotales y religiosas;
te lo pedimos por intercesión
de la Santísima Virgen María, Nuestra Madre,
y por la de nuestros santos patronos y protectores
que con su vida y merecimientos
santificaron nuestro suelo. Amén.

Oración de san Francisco de Asís

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
Que donde haya odio, ponga yo amor;
que donde haya ofensa, ponga yo perdón;
que donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
que donde haya tinieblas, ponga yo luz;
que donde haya tristeza, ponga yo alegría:
Haz, Señor, que no busque tanto
ser consolado como consolar;
ser comprendido  como comprender;
ser amado como amar.
Porque es dando como recibimos;
olvidándonos de nosotros, como nos encontramos;
Perdonando, como obtenemos perdón;
y es muriendo, como resucitamos a la vida eterna.

PLEGARIAS ESPECIALES Y UNIVERSALES A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA


Oración de san Bernardo

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benigna mente. Amén.

Oración a María, Madre de la Eucaristía

Ave María, dulce Madre de la Eucaristía.
Con dolor y mucho amor, nos has dado
a tu Hijo Jesús mientras pendía de la Cruz.

Nosotros, débiles criaturas, nos aferramos a Ti
para ser hijos dignos de este gran amor y dolor.

Ayúdanos a ser humildes y sencillos,
ayúdanos a amar a todos los hombres,
ayúdanos a vivir en la gracia
estando siempre listos para recibir
a Jesús en nuestro corazón.

Oh María, Madre de la Eucaristía,
nosotros, por cuenta propia, no podremos comprender
este gran misterio de amor.

Que obtengamos la luz del Espíritu Santo,
para que así podamos comprender
aunque sea por un solo instante,
todo el infinito amor de tu Jesús
que se entrega a Sí mismo por nosotros. Amén.

Consagración a María Madre de la Eucaristía

Dios mío.
Yo creo que eres Uno en naturaleza, Igual en divinidad.
Tres Personas, presentes en la Eucaristía.
Ante Tí, Dios Uno y Trino, me postro en adoración
y Te reconozco como mi Creador, Redentor, Santificador.
Yo, pequeña y débil criatura,
elevada por Tu Gracia a la dignidad de ser hijo(a) Tuyo(a),
deseo vivir las enseñanzas del Evangelio,
ser un miembro dócil de la Iglesia,
aceptar los mensajes
que nos has enviado a través de la Madre de la Eucaristía.
Padre mío, necesito Tu amor
para dar significado, dirección y propósito a mi vida,
nada puedo hacer sin Tí.
Al volverme hijo(a) Tuyo(a).
Jesús, dulce Maestro,
deseo conocerte y amarte más y más,
alimenta, sostiene y fortalece mi vida con la Eucaristía,
Pan de Dios, el Pan de vida, Pan vivo bajado del Cielo.
Espíritu Santo, dame Tu luz para que pueda comprender,
aunque sea por un instante,
todo el infinito amor de la Santísima Trinidad
que se me da en la Eucaristía.
Oh Dios, Uno y Trino,
me consagro a Tí por medio de María,
Madre de la Eucaristía.

Me comprometo, tanto como sea posible,
a asistir diariamente a la Santa Misa
y a recibirte en mi corazón.
Creo que estás en verdad presente
en los Sagrarios de las iglesias,
donde deseo ir para alabarte, adorarte
y hacerte compañía.
Madre de la Eucaristía,
Tú,  quien nos has dado a tu hijo Jesús,
con dolor y tanto amor,
mientras estaba colgado en la Cruz,
ayúdame a vivir en la gracia para siempre estar listo
para recibir a Jesús en mi corazón.
Amén.

Consagración del mundo a la Virgen María  (PP. Juan Pablo II)

"¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!" (Jn 19, 26).
Mientras vamos por este valle de lágrimas,
en el que tú, Madre, nos ha ofrecido de nuevo a Jesús,
el fruto bendito de tu purísimo vientre,
el Verbo hecho carne, el Redentor del mundo,
resuena con especial dulzura para nosotros esta palabra suya
que nos conduce hacia ti, al hacerte Madre nuestra:
"¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!".

Al encomendarte al Apóstol Juan,
y con él a los hijos de la Iglesia,
más aún a todos los hombres,
Cristo no disminuía, sino que confirmaba,
su papel exclusivo como Salvador del mundo.
Tú eres esplendor que no ensombrece la luz de Cristo,
porque vives en Él y para Él.

Todo en ti es "hágase": Tú eres la Inmaculada,
eres transparencia y plenitud de gracia.
Aquí estamos, pues, tus hijos, reunidos en torno a ti
en estos momentos especiales de nuestros pueblos.

Hoy la Iglesia, con la voz del Sucesor de Pedro,
a la que se unen tantos Pastores
provenientes de todas las partes del mundo,
busca amparo bajo tu materna protección
e implora confiada tu intercesión
ante los desafíos ocultos del futuro.
Son muchos los que, en este año de gracia,
han vivido y están viviendo
la alegría desbordante de la misericordia
que el Padre nos ha dado en Cristo.
En las Iglesias particulares esparcidas por el mundo
y, aún más, en este centro del cristianismo,
muchas clases de personas
han acogido este don.

Aquí ha vibrado el entusiasmo de los jóvenes,
aquí se ha elevado la súplica de los enfermos.
Por aquí han pasado sacerdotes y religiosos,
artistas y periodistas,
hombres del trabajo y de la ciencia,
niños y adultos,
y todos ellos han reconocido en tu amado Hijo
al Verbo de Dios, encarnado en tu seno.

Haz, Madre, con tu intercesión,
que los frutos de este Año no se pierdan,
y que las semillas de gracia se desarrollen
hasta alcanzar plenamente la santidad,
a la que todos estamos llamados.

Hoy queremos confiarte el futuro que nos espera,
rogándote que nos acompañes en nuestro camino.
Somos hombres y mujeres de una época extraordinaria,
tan apasionante como rica de contradicciones.
La humanidad posee hoy instrumentos de potencia inaudita.
Puede hacer de este mundo un jardín
o reducirlo a un cúmulo de escombros.

Ha logrado una extraordinaria capacidad de intervenir
en las fuentes mismas de la vida:
Puede usarlas para el bien,
dentro del marco de la ley moral,
o ceder al orgullo miope
de una ciencia que no acepta límites,
llegando incluso a pisotear
el respeto debido a cada ser humano.

Hoy, como nunca en el pasado,
la humanidad está en una encrucijada.
Y, una vez más, la salvación está sólo y enteramente,
oh Virgen Santa, en tu hijo Jesús.

Por esto, Madre, como el Apóstol Juan,
nosotros queremos acogerte en nuestra casa (cf. Jn 19, 27),
para aprender de ti a ser como tu Hijo.
"¡Mujer, aquí tienes a tus hijos!"
Estamos aquí, ante ti,
para confiar a tus cuidados maternos
a nosotros mismos, a la Iglesia y al mundo entero.
Ruega por nosotros a tu querido Hijo,
para que nos dé con abundancia el Espíritu Santo,
el Espíritu de verdad que es fuente de vida.

Acógelo por nosotros y con nosotros,
como en la primera comunidad de Jerusalén,
reunida en torno a ti el día de Pentecostés (cf. Hch 1, 14).
Que el Espíritu abra los corazones a la justicia y al amor,
guíe a las personas y las naciones
hacia una comprensión recíproca
y hacia un firme deseo de paz.

Te encomendamos a todos los hombres,
comenzando por los más débiles:
a los niños que aún no han visto la luz
y a los que han nacido en medio de la pobreza y el sufrimiento;
a los jóvenes en busca de sentido,
a las personas que no tienen trabajo
y a las que padecen hambre o enfermedad.

Te encomendamos a las familias rotas,
a los ancianos que carecen de asistencia
y a cuantos están solos y sin esperanza.

Oh Madre, que conoces los sufrimientos
y las esperanzas de la Iglesia y del mundo,
ayuda a tus hijos en las pruebas cotidianas
que la vida reserva a cada uno
y haz que, por el esfuerzo de todos,
las tinieblas no prevalezcan sobre la luz.

A ti, aurora de la salvación, confiamos
nuestro camino en este Milenio,
para que bajo tu guía
todos los hombres descubran a Cristo,
luz del mundo y único Salvador,
que reina con el Padre y el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos. Amén.

Consagración al Inmaculado Corazón de María (Papa Pío XII)

¡Oh Reina del Santísimo Rosario, auxilio de los cristianos, refugio del género humano, vencedora de todas las batallas de Dios! Ante tu Trono nos postramos suplicantes, seguros de conseguir misericordia y de alcanzar gracia y oportuno auxilio y defensa en las presentes calamidades, no por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de tu  maternal Corazón.

En esta hora trágica de la historia humana, a Ti, a tu Inmaculado Corazón, nos entregamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia, cuerpo místico de tu Hijo Jesús, que sufre y sangra en tantas partes y de tantos modos atribulada, sino también con todo el Mundo lacerado por atroces discordias, abrasado en un incendio de odio, víctima de sus propias iniquidades.

Que te conmuevan tantas ruinas materiales y morales, tantos dolores, tantas angustias de padres y madres, de esposos, de hermanos, de niños inocentes; tantas vidas cortadas en flor, tantos cuerpos despedazados en la horrenda carnicería, tantas almas torturadas y agonizantes, tantas en peligro de perderse eternamente.

Tú, oh Madre de misericordia, consíguenos de Dios la paz; y, ante todo, las gracias que pueden convertir en un momento los humanos corazones, las gracias que preparan, concilian y aseguran la paz. Reina de la paz, ruega por nosotros y concede al mundo en guerra la paz por que suspiran los pueblos, la paz en la verdad, en la justicia, en la caridad de Cristo. Dale la paz de las armas y la paz de las almas, para que en la tranquilidad del orden se dilate el reino de Dios.

Concede tu protección a los infieles y a cuantos están aún en las sombras de la muerte; concédeles la paz y haz que brille para ellos el sol de la verdad y puedan repetir con nosotros ante el único Salvador del mundo: Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Da la paz a los pueblos separados por el error o la discordia, especialmente a aquéllos que te profesan singular devoción y en los cuales no había casa donde no se hallase honrada tu venerada imagen (hoy quizá oculta y retirada para mejores tiempos), y haz que retornen al único redil de Cristo bajo el único verdadero Pastor.

Obtén paz y libertad completa para la Iglesia Santa de Dios; detén el diluvio inundante del neopaganismo, fomenta en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y del celo apostólico, a fin de que aumente en méritos y en número el pueblo de los que sirven a Dios.

Finalmente, así como fueron consagrados al Corazón de tu Hijo Jesús la Iglesia y todo el género humano, para que, puestas en Él todas las esperanzas, fuese para ellos señal y prenda de victoria y de salvación; de igual manera, oh Madre nuestra y Reina del Mundo, también nos consagramos para siempre a Ti, a tu Inmaculado Corazón, para que tu amor y protección aceleren el triunfo del Reino de Dios, y todas las gentes, pacificadas entre sí y con Dios, te proclamen bienaventurada y entonen contigo, de un extremo a otro de la tierra, el eterno Magníficat de gloria, de amor, de reconocimiento al Corazón de Jesús, en sólo el cual pueden hallar la Verdad, la Vida y la Paz.

Acto de reparación al Inmaculado Corazón de María

¡Oh Inmaculado Corazón de María, traspasado de dolor por las injurias con que los pecadores ultrajan tu Santísimo nombre y tus excelsas prerrogativas! Aquí tienes, postrado a tus pies, un indigno hijo tuyo que, agobiado por el peso de sus propias culpas, viene arrepentido y lloroso, y con ánimo de reparar las injurias que, a modo de penetrantes flechas, dirigen contra Ti, hombres insolentes y malvados.

Deseo reparar, con este acto de amor y rendimiento que hago delante de tu amantísimo Corazón, todas las blasfemias que se lanzan contra tu sagrado nombre, todos los agravios que se infieren a tus excelsas prerrogativas y todas las ingratitudes con que los hombres corresponden a tu maternal amor e inagotable misericordia.

Acepta, ¡oh Corazón Inmaculado!, esta pequeña demostración de mi filial cariño y justo reconocimiento, junto con el firme propósito que hago de serte fiel en adelante, de salir por tu honra cuando la vea ultrajada y de propagar tu culto y tus glorias. Concédeme, ¡oh Corazón amabilísimo!, que viva y crezca incesantemente en tu santo amor, hasta verlo consumado en la gloria. Amén.

(Rezar tres Avemarías en honra del poder, sabiduría y misericordia del Inmaculado Corazón de María, menospreciado por los hombres).

Terminar con las siguientes jaculatorias u oraciones breves:

¡Oh Corazón Inmaculado de María, compadécete de nosotros!
Refugio de pecadores, ruega por nosotros.
¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!
(Padre Nuestro, Avemaría  y gloria por las intenciones del Papa).

Visita al Inmaculado Corazón de María

¡Oh Corazón de María, Madre de Dios y Madre nuestra; Corazón amabilísimo, objeto de las complacencias de la adorable Trinidad y digno de toda la veneración y ternura de los Ángeles y de los hombres; Corazón el más semejante al de Jesús, del cual eres la más perfecta imagen; Corazón lleno de bondad y que tanto te compadeces de nuestras miserias, dígnate derretir el hielo de nuestros corazones, y haz que vuelvan a conformarse con el Corazón del Divino Salvador. Infunde en ellas el amor de tus virtudes; inflámalos con aquel dichoso fuego en que Tú estás ardiendo sin cesar.

Encierra en tu pecho la Santa Iglesia; custódiala, que seas siempre su dulce refugio y su invencible torre contra toda incursión de sus enemigos. Que seas nuestro camino para dirigirnos a Jesús, y el canal por el cual recibamos todas las gracias necesarias para nuestra salvación. Sea nuestro socorro en las necesidades, nuestra fortaleza en las tentaciones, nuestro refugio en las persecuciones, nuestra ayuda en todos los peligros; pero especialmente en los últimos combates de nuestra vida, a la hora de la muerte, cuando todo el infierno se desencadenará contra nosotros para arrebatar nuestras almas, en aquel formidable momento, en aquel punto terrible del cual depende nuestra eternidad.

¡Oh! Virgen piadosísima, haznos sentir entonces la dulzura de tu maternal Corazón, y la fuerza de tu poder para con el de Jesús, abriéndonos en la misma fuente de la misericordia un refugio seguro, en donde podamos reunirnos para alabarlo contigo en el paraíso por todos los siglos. Amén.

(Jaculatoria final)

Sea por siempre y en todas partes conocido, alabado, bendecido, amado, servido y glorificado el divinísimo Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. Así sea.

Al Inmaculado Corazón de María  (Para pedir un favor)

¡Corazón inmaculado de María!, desbordante de amor a Dios y a la humanidad, y de compasión por los pecadores, me consagro enteramente a ti. Te confío la salvación de mi alma.

Que mi corazón esté siempre unido al tuyo, para que me separe del pecado, ame más a Dios, al prójimo y alcance la vida eterna juntamente con aquellos que amo.
Medianera de todas las gracias, y Madre de misericordia, recuerda el tesoro infinito que tu divino Hijo ha merecido con sus sufrimientos y que nos confió a nosotros sus hijos.

Llenos de confianza en tu maternal corazón, que venero y amo, acudo a ti en mis apremiantes necesidades. Por los méritos de tu amable e inmaculado Corazón y por amor al Sagrado Corazón de Jesús, concédeme la gracia que pido (mencionar aquí el favor que se desea)

Madre amadísima, si lo que pido no fuere conforme a la voluntad de Dios, intercede para que se conceda lo que sea para la mayor gloria de Dios y el bien de mi alma. Que yo experimente la bondad maternal de tu corazón y el poder su pureza intercediendo ante Jesús ahora en mi vida y en la hora de mi muerte. Amén.

Corazón de María, perfecta imagen del corazón de Jesús, haz que nuestros corazones sean semejantes al tuyo. Amén.

Oración de San Alfonso María de Ligorio

Virgen Santísima Inmaculada y Madre mía María, a ti, que eres la Madre de mi Señor, la Reina del mundo, la abogada, la esperanza, el refugio de los pecadores. Acudo en este día yo, que soy el más miserable de todos. Te venero, ¡oh gran Reina!, y te doy las gracias por todos los favores que hasta ahora me has hecho, especialmente por haberme librado del infierno, que tantas veces he merecido. Te amo, Señora amabilísima, y por el amor que te tengo prometo servirte siempre y hacer cuanto pueda para que también seas amada de los demás. Pongo en tus manos toda mi esperanza, toda mi salvación; admíteme por siervo tuyo, y acógeme bajo tu manto. Tú, ¡oh Madre de misericordia! Y ya que eres tan poderosa ante Dios, líbrame de todas las tentaciones o bien alcánzame fuerzas para vencerlas hasta la muerte. Te pido un verdadero amor a Jesucristo. Espero de ti, tener una buena muerte; Madre mía, por el amor que tienes a Dios, te ruego que siempre me ayudes, pero más en el último instante de mi vida. No me dejes hasta que me vea salvo en el cielo para bendecir y cantar tus misericordias por toda la eternidad. Así lo espero. Amén.

Felicitación Sabatina

Es una oración muy antigua que se reza todos los sábados, en honor a nuestra Madre Santísima:

Cantando: “Ave María Purísima, sin pecado concebida” (Se reza el Ave María)
Cantando: “Bendita sea la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María” (se dice tres veces con el Ave María)

Felicitación y súplica: “Oh Inmaculada María yo te doy mil parabienes uniendo mis alabanzas con las de todos los Ángeles y santos del cielo y justos de la tierra, por el gran privilegio de tu Concepción Purísima; y doy gracias a la Beatísima Trinidad, por el gozo que proporcionó a la Santa Iglesia en la declaración dogmática de este admirable misterio, y por la suma complacencia que diste en el primer instante al que tanto se dignó enaltecerte.
Te suplico aceptes estos pequeños obsequios en compensación de tantas ofensas que, tu divino Hijo y Tú, reciben cada día de los hombres.
Pongo confiadamente en tus manos las necesidades de la Iglesia y del Estado. Y te pido por el Santo Padre Papa Benedicto XVI; por la exaltación de la fe, destrucción de todos los errores, conversión de pecadores, reforma de costumbres, prosperidad de todas las misiones católicas, en especial por el bautismo de los niños; así de fieles como de infieles, expuestos a morir sin él, y por el aumento y propagación de esta devoción.
Suplico, también, que concedas a todos, y en particular a los que te ofrecen esta cordial felicitación, un grande amor a Jesús y un afecto filial hacia Ti, una perfecta pureza de alma y cuerpo y el don precioso de la perseverancia final. Todo lo dejo en tus manos y del todo me consagro a Ti; y te suplico, finalmente, que en retorno de esta visita nos visites en nuestra última agonía. Te lo pido en particular por los que durante esta semana se encuentren en tan críticos instantes y te ruego que visites y consueles igualmente a las benditas almas del Purgatorio; pero en especial a los de aquellos que durante su vida practicaron esta felicitación. Logremos todos los que aquí nos asociamos para felicitarte, la dicha de asociarnos también en el cielo para ensalzar eternamente el gran misterio de tu Inmaculada Concepción”.

Cantando: “Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti”.
Oración de San Bernardo: “Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio y reclamando vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza a Vos también acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes; y, aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No despreciéis, oh Madre de Dios, mis súplicas; antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente”. Amén.

“¡Recibe mil parabienes o Purísima María.
Muéstrate que eres nuestra Madre!”

Rezo del Ángelus.